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Lo que no me dijo Alejandra Pizarnik

El viaje que propongo requiere de la siguiente advertencia: tengo toda la intención de estar cerrada a cualquier intervención extraña a los límites de este poema. Sugiero una reflexión textual que no quiere inmiscuirse en las experiencias o tradiciones que se han hecho de la poética de Alejandra Pizarnik.

 

Si bien es imposible desligarse de su vida y de las infinitas paralelas que se dibujan entre el poema Del silencio y su biografía, el interés es abrir interrogantes acerca de la inocencia, el deseo y lo que calificaré como imposibilidad. Sin embargo, esta voz no está sola en el viaje y se desliza en la intertextualidad particular de Lewis Carroll.

 

Ambos autores se acercaron a la representación de la infancia a partir del miedo, la pesadilla y el misterio. Los relatos de Carroll nos llevan por un viaje hacia el sinsentido, el mismo que Alejandra expresa a través de su temor por la inutilidad del lenguaje por salvarla de la locura.

 

Quiero despejar a Alejandra Pizarnik de la imagen de poeta suicida que condena a calificar su obra a partir de su vida. Ahora, quiero escuchar a esta voz encerrada en un solo poema, aquella que reclama, cae en la nostalgia y se cuestiona su naturaleza; asimismo, rectifica la inutilidad de sus palabras, la ineficacia del lenguaje y la imposibilidad del reencuentro con el pasado. En sus saltos se entremezclan la dulzura y la violencia, el celeste y el naranja, el cielo y el fuego. El regreso al hogar es lejano. La madurez revierte toda intención de saberse pura y destroza la inocencia cultivada.

 

...está todo en algún idioma que no conozco...
L. C. (A través del espejo)

 

Sinto o mundo chorar como língua estrangeira.
Cecília Meireles

 

Ils jouent la pièce en étranger.
Michaux

 

...alguien mató algo.
L. Carroll (A través del espejo)

 

                                               [...] Del Silencio(1)

I

Esta muñeca vestida de azul es mi

emisaria en el mundo.

Sus ojos son de huérfana cuando

llueve en un jardín donde un pájaro

lila

devora lilas y un pájaro rosa devora rosas

Tengo miedo del lobo gris que se

disimula en la lluvia.

Lo que se ve, lo que se va, es

indecible.

Las palabras cierran todas las

puertas.

Recuerdo el tiempo sobre los álamos

queridos.

El arcaísmo de mi drama determinó,

en mi criatura compartida, una

cámara letal.

Yo era lo imposible y también el

desgarramiento por lo imposible.

Oh el color infernal de mis pasiones.

Sin embargo, quedé cautiva de la

antigua ternura.

 

II

No hay quien pinte con colores

verdes.

Todo es anaranjado.

Si soy algo soy violencia.

Los colores rayan el silencio y

crean animales deteriorados. Luego

alguien

intentará escribir un poema. Y será

mediante las formas, los colores, el

desamor, la locura (no continúo

porque no quiero asustar a los niños).

                     

III

El poema es espacio

y hiere.

No soy como mi muñeca, que sólo

se nutre de leche de pájaro.

                                               Alejandra Pizarnik

 

 

La inocencia de las muñecas

 

Existen dos vínculos que no pueden ser pasados por alto en este poema: en primer lugar, la búsqueda de un lenguaje propio y, en segundo término, la capacidad de crear imágenes a partir de los colores. En la edad de la inocencia el panorama es rosa, celeste, verde. Son pasteles con los que se pinta un cuadro infantil. Al contrario, la voz poética aclara: “Todo es anaranjado”. El exterior es violencia, el lobo gris que se oculta en la lluvia y los colores que rayan el silencio y se convierten en la palabra escrita que hiere.

 

El motivo de la inocencia requiere un acercamiento a las siguientes claves: la muñeca, el pájaro y la niñez. La voz inicia: “Esta muñeca vestida de azul” y pienso en Alicia en el país de las maravillas, en aquella niña-adulta curiosa. La imagen de Alicia no solo se vincula al color celeste de su vestido que se configuró para su expresión pictórica y que ya se puede ver en el filme de Walt Disney, en 1951 sino que se adhiere a la connotación del tono pastel que se vincula a la inocencia.

 

Además, el poema habla de una muñeca, un juguete que ha tomado vida y que mira un jardín en el que todo ser tiene su correspondencia: el barco sobre la mar, el caballo en la montaña y los pájaros que devoran sus colores. Imagino a la niña-muñeca que se halla en el alféizar de una ventana, dentro de la casa. Esa interioridad se puede ver en el poema a través de la personificación de la muñeca como la “emisaria en el mundo”. Pero la voz poética no asume la figura de la muñeca, en su lugar, crea una metáfora de su condición de niña perdida con la de una muñeca solitaria que mira el mundo a través de sus ojos de huérfana.

 

El mundo correcto, de lo correspondido, está en el exterior. Los pájaros también pertenecen al doble juicio de que se refiere tanto a la dulzura como a la violencia. Aquello que está afuera tiene una normativa, es la vida del adulto que devora el mundo. Para ello me refiero al pájaro lila que devora lilas y al pájaro rosa que devora rosas. La vida del adulto es someterse a esta regla que se sugiere natural: devorar lo que está destinado a cada cual, una cadena alimenticia destinada a someter a todos a una etiqueta marcada por el color.

 

La entonación de la primera parte del poema provoca un cántico infantil, un cuento de hadas en donde hay un bosque, una niña perdida y un lobo gris que se oculta en la lluvia. Al recitarlo, el ritmo parece dar brincos semejantes a un juego para niños. Si bien la línea poética es larga y compuesta, su sintaxis es directa y sugiere la organización de las palabras a partir del lenguaje de niños. “Tengo miedo del lobo gris que se disimula en la lluvia” es una expresión lineal, sincera.

En este momento, se halla la confesión de una niña que mira el mundo sin comprenderlo del todo, que está más cerca de la intuición que del razonamiento. Esta es la misma imagen que la voz poética expresa a partir del motivo de la inocencia: un comprender a mi modo, de acuerdo a mis límites y bajo el halo de incertidumbre que crea lobos disfrazados.

 

Así encuentro un primer lenguaje propio que resulta infantil y místico. A lo largo del poema, se identifican distintos cambios en el tono en que se expresa la voz poética. Sin embargo, estos cambios no se disponen en distintos cuerpos; no existen varias voces o personificaciones. Al contrario, el poema posee un tono de confesión, de expresión pura, en el que una voz poética anclada en el presente rememora lo vivido, siente nostalgia por lo perdido y desmiente la posibilidad de retroceder.

 

El retorno a esa etapa infantil se vive en plenitud en la línea: “Recuerdo el tiempo sobre los álamos queridos”. Retomo el tema de Alicia en el país de las maravillas para trazar un vínculo entre ambas formas de infancia. En el caso de Alicia, la niña mantiene de forma ritual conversaciones consigo misma y con sus gatos. “Alicia no dejaba de hablar... A veces hablaba al gatito y otras consigo misma”. La niña no tiene quien la escuche, el mundo la sabe invisible y solo tiene a mano una pequeña porción de aquel espacio: la habitación en la que se encuentra. Saltar al País de las Maravillas o al otro lado del espejo resulta una elección de madurez muy distinta a la normal. Alicia es la niña-adulta que se enfrenta al sinsentido

 

Este viaje que he descrito de Alicia se cumple en el poema pero con una diferencia: el adulto intenta hacer un viaje a ese mundo a través del espejo. Este es el bosque con los álamos queridos, de los árboles que atrapan la lluvia y espantan al lobo gris. La muñeca proviene del bosque y, al mismo tiempo, lo rehúye porque existe el peligro de lo desconocido. La transformación del niño en adulto corresponde a esta inversión en la que se define lo temido: ya no es el lobo disimulado tras la lluvia sino la persona misma, el deseo y la maldad del adulto.

 

El deseo del adulto

 

Tal como anticipé, la inocencia tiene fecha de caducidad cuando interviene la pasión, el deseo y la violencia. De este modo, retomo las dos variantes iniciales: los colores y la creación de un lenguaje propio. “El color infernal de mis pasiones” representa las llamas del deseo que arden en el interior y consumen la inocencia infantil. Existe un cambio en la luz bajo la que se ilumina el poema: en un inicio, la voz poética pintaba un cuadro con colores pastel y un misterioso gris; ahora, nos enfrentamos a las llamas, al color naranja, a la violencia. Un fuego consume todo el bosque y no se trata de una llama de liberación, de rito de paso. El texto nos aclara más tarde: “Si soy algo soy violencia”, pone en claro que el fuego proviene de su interioridad y que su afán es destruir a la niña-muñeca que miraba el mundo de afuera.

 

Si por algún momento presentía que este cuadro escondía algo siniestro, lo más revelador surge al pensar que no existen personajes externos que realicen la acción de destrucción. En ningún momento se cambia de voz poética, sino de tiempo y espacio. La violencia proviene de aquella muñeca que ha crecido y ahora desgarra toda posibilidad de convertirse en un ser puro. Provocar este cambio en el paso del tiempo es una de las sutilezas más logradas en el poema. El texto tiene la capacidad de llevarnos al presente (lo naranja) y al pasado (lo pastel) en viajes constantes sin perder su ritmo y su fuerza.

 

El poema da un giro y la voz cambia de tiempo al pronunciar: “Lo que se ve, lo que se va, es indecible”. Aquí se encuentra con la forma más sutil de cambiar de cronotopio, un deslizamiento tan imperceptible que puede ser engañoso. La voz poética narró su niñez a través de los ojos de la muñeca vestida de azul, su mirada se proyectaba en el pasado onírico. Este giro superpone una nueva realidad: la persona adulta que aprendió otro lenguaje.

 

Al igual que Alicia, la inocencia y la violencia resultan ser los motivos principales del texto. Si bien la niñez es pureza, se extrae la impureza original del ser humano y la persistencia del error. De este modo, la imagen de Alicia se transforma en una muñeca que no tiene voz y que no pertenece al mundo, ni siquiera al mundo de los niños.

 

Hay algo que se dice entre líneas: la concepción de la voz lírica como creadora del poema. Debido a que el texto posee un tono de confesión, se conoce que la voz lírica se sabe conciencia y, como sucede con todo acto catártico, reacciona a los mandatos de su pasión. En otras palabras, el poema resulta un flujo de conciencia que fluye a su ritmo propio y que expresa, de forma mágicamente delicada, el reclamo por el tiempo perdido y la imposibilidad de volver a la inocente infancia.

 

Existe una forma implícita de deducir que la esencia de la maldad proviene de la misma voz poética, que su violencia es inherente a su ser y que su condena proviene de su origen. “El arcaísmo de mi drama determinó, en mi criatura compartida, una cámara letal”. En este momento, también se vislumbra la complejidad con la que se construye la voz lírica quien se ha comparado con la muñeca emisaria y ahora la condena a una cámara letal en la que el fuego la consumirá. La paralela que he trazado en un inicio toma forma en esta línea poética y enfatiza la condición doble de la voz lírica. La cámara letal es una referencia clara al Holocausto y al fascismo, tanto la voz poética adulta como su muñeca vestida de azul poseen una naturaleza “impura” y que, “tarde o temprano” debe ser castigada a través del fuego, la muerte y el sacrificio.

 

A partir de la enumeración de motivos por los cuales se deduce que la violencia es inherente al ser, cabe la pregunta: si el mundo es perverso y violento, ¿por qué la voz poética reclama por su situación natural? Si existe algo místico que reclama por la inocencia perdida quiere decir que aquella pasión anaranjada no era la esencia de aquella muñeca vestida de azul. “Sin embargo, quedé cautiva de la antigua ternura”, una dulzura de antaño que tal vez es anterior a la muñeca, al bosque, y que pertenece a un tiempo lejano. Aquella lucidez con la que identifica a su condena en dos momentos opuestos -la ternura y la pasión- se repite en “lo que se ve, lo que se va, es indecible” al identificar la imposibilidad de colocar palabras, nombrar lo que desconocemos o perdimos. El límite del lenguaje es la condena medular de este poema, la ironía de expresar su confesión y conocer que las palabras no son suficientes para liberar al ser de ese fuego interior. Así, el proceso recae sobre la cuestión del poeta, de su papel como creador y emisario.

 

La imposibilidad

 

La construcción lírica sugiere algo más, un reclamo que se oculta en las líneas poéticas y que transforma al verso en prosa, se intensifica y se burla. Al mismo tiempo se crea un tono irónico por medio del cual interpela al poeta: “Luego alguien intentará escribir un poema. Y será mediante las formas, los colores, el desamor, la lucidez”. La voz lírica rehúye de su propio trabajo, personifica esta imposibilidad de expresar con palabras la condena que vive.

 

Si acaso las palabras y el lenguaje son el medio equivocado para reivindicar su antigua condición de pureza, el poema se convierte en dolor y muerte. La condena misma se halla en la intención de expresarla, un eterno retorno que plantea un camino imposible hacia la semilla. Nuestros recuerdos renacen en las palabras, recordamos lo que decimos, se pronuncia el pasado como una voz que nos habla de otro tiempo. Para la voz poética, esta necedad de convertir la niñez en un poema marca la esencia de la escritura.

 

La imposibilidad se identifica con el deseo de trascender, de traspasar la frontera del tiempo y estar presente en todas las edades. La voz adulta se burla de sí misma, se banaliza y se destruye: “(no continúo porque no quiero asustar a los niños)”. La voz lírica se reconoce imposible y se desvincula para siempre de aquella muñeca que miraba por la ventana y se identifica como el lobo gris que asusta desde el escondite de lluvia.

 

Crece la intensidad del ritmo y la respiración se violenta. La lectura ya no posee pausas ya que el reclamo recae sobre el mismo texto. El poema es una reflexión acerca del texto mismo, sobre la ineficacia de transmitir una imagen y la serie de imposibilidades que se plantean en cada interpretación, en cada lectura. Por lo tanto se niega el papel del poeta como creador del cuadro y del lenguaje como medio pictórico. Existe una renuncia al trabajo poético, un violento rompimiento con la tradición en la que el poeta es el enviado por las musas para descargar la esencia del mundo.

 

Si el trabajo del poeta no es la reivindicación ni la catarsis, ¿de qué sirve su expresión? “No soy como mi muñeca, que sólo se nutre de leche de pájaro” Aquella esencia infantil, la búsqueda infinita por la inocencia cae en el ensueño y la provocación de un acertijo eterno. La voz se desvincula por completo de aquella muñeca que es la esencia de lo imposible, es la leche del pájaro que alimenta a quien no bebe.

 

El cántico se convierte en reclamo y decae en resignación. El cuestionamiento del lenguaje entra en diálogo con la tradición y es una reescritura de la poética, de la posibilidad de expresar el pensamiento y cuadricular la idea a través de un lenguaje. Una voz de niña despierta en el inconsciente: yo solo vine a ver el jardín, a internarme en la pesadilla. No es este el jardín que vine a buscar. Entré para no salir más.

 

*NOTAS

 

1. El poema Del silencio fue tomado de Poesía completa, de Alejandra Pizarnik, editado por Ana Becciu. El texto corresponde a una carpeta marrón mecanografiada por la poeta y escrita en 1971.

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