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Las Putas marchan en Quito

Hace un año, cuando nos propusimos traer la iniciativa de La Marcha de las Putas al Ecuador, nos preguntábamos si podríamos superar la barrera de la palabra. Si seríamos capaces de superar el peso con el que la palabra “puta” se usa y no se usa. “Puta” es es una palabra que no escuchamos en público ni leemos habitualmente en un periódico. Por otra parte, es una palabra que nos han dicho mil veces a las mujeres y a otros sujetos femeninos en los más cotidianos contextos: entre rumores y a nuestras espaldas en el mejor de los casos; con una pistola en la cabeza en el peor y no poco frecuente.

 

La feminista que propuso hacer un capítulo ecuatoriano de este movimiento mundial, Ana Almeida, se preguntaba si seríamos capaces de convocar a 50 mujeres por lo menos; si esas 50 estaríamos dispuestas a poner en nuestra boca una palabra que por mandato patriarcal no nos pertenece en primera persona. “Puta” siempre es “ella”, nunca “yo”; es una sentencia, no una asunción. Lo más efectivo de esta “re-apropiación del insulto” —una estrategia que ya han utilizado varios colectivos en histórica desventaja para liberarse del estigma asociado a sus respectivas identidades (étnicas, sociales, regionales, etc.)— es que quienes hasta ahora hemos sido tachadas con la palabra pasamos a decidir nosotras mismas si somos putas o no. Lo liberador es saltarnos la autoridad de quienes debían juzgar si pasábamos o no el examen de la “correcta feminidad”, robarles la palabra con la que se insulta y se controla a las feminidades insurrectas y encima exhibirla como un trofeo.

 

Y así lo hicimos. Nos asumimos, nos vestimos y caminamos putas, y no fuimos 50, sino miles, por dos años consecutivos. Tampoco fuimos solo mujeres, sino hombres (cada vez más de ellos) y personas que se asumen de otras condiciones sexo-genéricas, convocadas a partir de los seis puntos que se expresan en este Manifiesto:

Nosotras y nosotros, mujeres, hombres y personas de diversa condición sexo-genérica que impulsamos la Marcha de las Putas – Ecuador, desde nuestro contexto particular, y en solidaridad con quienes en otras partes del mundo impulsan esta misma Marcha, denunciamos públicamente las actitudes y prácticas sociales, culturales e institucionalizadas de maltrato, cosificación, estigmatización y opresión de las mujeres y otr@s femenin@s y manifestamos que:

 

1. Frente a la constatación de que “puta” es una palabra que describe múltiples formas de insumisión y autonomía femenina, en particular de insumisión y autonomía sexual; NOS ASUMIMOS PUTAS. Porque así nos han llamado por habernos hecho una ligadura, por tener más de una pareja, por vestir híper-femenin@s, por salir solas de noche, por proponer sexo, por abortar, por contestar (o, peor aún, contestar que “no”); por ser mujer y amar a otra mujer, por decidir no ser madres, por haber feminizado o masculinizado nuestro cuerpo en sentido contrario a nuestro sexo, por usar anticonceptivos, por divorciarnos y por negarnos a aceptar la violencia en nombre de la feminidad, la familia y la maternidad, entre otros muchos actos de autonomía sobre nuestros cuerpos y vidas. Si ser putas es hacer lo antes descrito, y dado que eso no va a cambiar, decididamente somos putas. 

 

2. Frente a la represión que sufren l@s trans y otras personas que asumen expresiones de género alternativas; NOS VESTIMOS PUTAS. Una diversidad de géneros encabeza nuestra marcha porque reivindicamos la libertad estética y la diversidad de género como cuestión transfeminista. Porque pensamos que ni el feminismo es exclusivo de las mujeres, ni la transgresión del género es exclusiva de las personas trans. Y por eso reivindicamos todas aquellas expresiones de género que rompen con la estética binaria y patriarcal que nos dibuja un mundo de dos lugares únicos: el de las “mujeres femeninas” y el de los “hombres masculinos”. Y celebramos la subversión estética, tan encarnada en la híper-feminidad de la puta y en la del gay que “echa plumas”, como en la masculinidad de las mujeres machonas o en la de los hombres que nacieron con vagina; o aún, en la androginia de quienes se niegan a asumir una expresión de género inequívoca. 

 

3. Frente a la represión que sufren las trabajadoras sexuales - las putas remuneradas entre las putas otras - NOS ALIAMOS EN UN ÚNICO BANDO DE PUTAS TODAS. Rechazamos la estigmatización de las trabajadoras sexuales y afirmamos sus derechos; especialmente su derecho a ocupar el espacio público. Celebramos la posibilidad que ellas nos han planteado de reivindicar la capacidad de negociación sexual de las mujeres (no solo en términos económicos) y celebramos, sobretodo, la necesidad de superar la tramposa división patriarcal que se hace de las mujeres en dos bandos: el de las “putas” y el de las “decentes”, división que a menudo hace creer, a las “decentes”, que están en mejor situación que las “putas”. ¡Todas PUTAS Todas!

 

4. Frente a la negación del placer femenino, y porque puta, significa muchas veces “la que goza”, NOS NOMBRAMOS POSITIVAMENTE PUTAS. Porque si existen tantas palabras para hablar en positivo de la autonomía y el placer sexual de los hombres - macho, varón, torazo, campeón, y en cambio no existe término alguno que enuncie en positivo la autonomía y el placer sexual de las mujeres, sino tan solo puta y sus sinónimos, nos negamos a quedarnos sin palabras y afirmamos, otra vez, que somos putas.

 

5. Frente a la justificación familiar, social, policial, judicial y mediática de la violencia sexual y de género como auto-provocada por las actitudes y estéticas de insumisión femenina; ALZAMOS LA VOZ DE PUTAS. Y no nos callaremos hasta que las instituciones, y la sociedad en general, aprendan a ubicar correctamente la responsabilidad social y legal frente a la violencia sexual y de género y empiecen a juzgar, no a las víctimas por ser “buenas” o “malas”, “putas” o “decentes”, sino a los agresores por ser agresores y a los violadores por ser violadores.

 

6. Frente a las marcas de control y castigo infligidas en los cuerpos femeninos y feminizados, que en su peor expresión se plasman en femicidio, feminicidio y crímenes de odio; NOS RECONOCEMOS COLECTIVAMENTE PUTAS. Porque los asesinatos, violaciones y formas de violencia extrema contra mujeres, personas trans, trabajadoras sexuales y otr@s disidentes del género y la sexualidad, no atentan aisladamente contra cuerpos específicos, sino sistemáticamente contra las identidades colectivas que en ellos se encarnan. Demandamos que el Estado reconozca que detrás del genocidio femenino está la tutela patriarcal que nos convierte en sujetos con cuerpos disponibles y desechables. Demandamos que el Estado actúe en consecuencia tipificando el femicidio y promoviendo leyes y políticas que favorezcan la plena autonomía de las mujeres y personas de diversa condición sexo-genérica sobre sus cuerpos.

 

Porque llegó la hora de re-apropiarnos de la palabra PUTA para que nunca más nos duela, nos culpe ni nos estigmatice. Marchemos todas y todos para que se escuche y se entienda que le decimos NO a la VIOLENCIA DE GÉNERO y SÍ A LA LIBERTAD ESTÉTICA Y SEXUAL, A LA AUTONOMÍA Y A LA IGUALDAD ENTRE MUJERES, HOMBRES Y PERSONAS DE DIVERSA CONDICION SEXO-GENÉRICA.

 

¡TODAS PUTAS TODAS!!!

 

[email protected]

 

www.plataformaputasec.org

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