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La voz del páramo, Julián Tucumbi

Dice el fundador de Los Tucumbi que aprendió a tocar la flauta mientras iba a caballo en su comunidad, Juiga Grande, cantón Pujilí. Aquí, sobre estos matorrales espinosos modelados por el esmeril del viento se formó este músico, Julián Tucumbi, uno de los más importantes defensores de la tradición vernácula ecuatoriana.

En los años sesenta pasó de ser trabajador de una hacienda a dueño de un pequeño minifundio. Su carisma de líder lo convirtió en dirigente y aceleró la formación de la comunidad Juiga Grande. Por eso aquí lo respetan por lo que es: un taita.

Comenzó a tocar música de viento para llamar a las reuniones y para que todos identifiquen su paso. En la actualidad interpreta 22 instrumentos, tanto de viento como de percusión. Toca por ejemplo, el rondador del cóndor, hecho con plumas de esta ave. Diminuto y frágil, el instrumento en sus manos despide un sonido no cifrado como el viento en alturas imposibles. Otros ejemplos son: la caja, el pífano, la dulzaina; entre otros.

Su propuesta se concretó con la creación del grupo Los Tucumbi bautizado así durante los años setenta. Con él se ha presentado en los escenarios más importantes de la Sierra y la Amazonía. Ha compartido escenario, en algunas ocasiones, con Mishqui Chullumbo, otro de los músicos que forman parte del proyecto De taitas y de mamas, que en esta tercera entrega presenta el CD Quillu Quinde, de la autoría de Tucumbi.

Estamos a casi unos tres mil metros y como una cometa rota, un guarro (ave rapaz) repasa su mirada sobre las cabezas del músico Julián Tucumbi y de su esposa Francisca Chugchilán, que dominan la elevación con una maestría que impacta a quienes carecemos de su gracia para subir laderas.

El músico ha pedido volver a su tierra para, que nosotros los interesados en entender su arte podamos hablar “la verdad” y “no mentiras”. Desoyó los presagios de una lluvia que nunca apareció y esas conocidas consideraciones sobre “la falta de tiempo”. El mismo se embarcó en la camioneta y nos condujo sin demora.

Una hora antes en su casa, había explicado como su arte se basa en una premisa “no copiar a nadie”. El es un artista auténtico, original, en todos sus sonidos, al punto, que no se permite la inclusión de instrumentos como la guitarra. Sus interpretaciones vienen de épocas sin data, de generación en generación, lo que lo llena de orgullo.

Muchos jóvenes ya no quieren interpretar nuestra música, pero las canciones de ahora no sirven para explicar nuestra esencia”, afirmó con el tono sereno de alguien que respeta con su vida el significado de un patrimonio sonoro.

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