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La memoria, metáfora de la vida
El 27 de marzo, en el Museo Nacional de Quito del Ministerio de Cultura, se realizó la entrega de premios a los ganadores del Concurso Nacional de Cuento y Caricatura “Feriado Bancario”, que tuvo como protagonista la gráfica y la narrativa: sensibles, voluntarias y cómplices del ejercicio de la memoria. Hubo más de 7.000 participantes, y el producto, la publicación de un libro con las mejores obras.
¿Qué motivó a niños, jóvenes y adultos a narrar realidades y ficciones en torno a un tema por demás doloroso para la memoria ciudadana?
Con toda seguridad, uno de los argumentos por los que los participantes sintieron el ánimo de crear y creer en el proyecto, fue el de tener la posibilidad de repensar el pasado y resignificar aquellas historias familiares de frustración y desesperanza que, de alguna forma, pasaron inadvertidas en el marco de lo que “la noticia” y el direccionamiento mediático dejaron atrás. Es que la memoria solo se representa a sí misma cuando devela episodios dormidos en la luz del presente. Por tanto, la necesidad de reconstruirla, rescatarla y recuperarla, está más bien en el “milagro” de despertar un recuerdo que fortalece la solidez de la experiencia vivida. Justamente… para no olvidarla, puesto que solo a través de la memoria, recobra la vida su unidad.
Doña Carlota, La Maestra, de Alberto Ramírez (42 años, Manabí) solamente encontró la respuesta de su tristeza y su inconsolable soledad, cuando logró evitar “que la gente, que empezaba a olvidar, cometiera sus mismos errores.” Y El Inventor de Jorge Andrés Delgado (26 años, Pichincha) a sus 93 años sigue trabajando en los detalles de su “máquina del tiempo” para decirle a su padre que cambie todo el dinero a dólares o… evitar su suicidio”. Entender la metáfora de la vida a través del recuerdo, implica no solamente provocar una revisión del pasado y de sus alcances en el presente, sino también explorar, a lo largo del tiempo, los episodios de la vida en los que somos capaces de reconocernos y hasta constituirnos en narradores o personajes narrados de los eventos que nos rodean. Ese es el resultado de un trabajo que se ha resuelto desde las nimiedades invisibles de los sentimientos colectivos que, en el presente, se hacen visibles a través del cuento y la imagen gráfica.
No es fácil indagar en la crudeza de realidades particulares que se han detenido en el tiempo como ocultándose del recuerdo, pero, en tanto la experiencia nos haga partícipes del recorrido del otro, la responsabilidad del presente no termina siendo una acción desvalida de aprendizaje, pues en eso-más que nada- radica la potencia de la memoria.
La narración como herramienta del pensamiento íntimo, concibe a la memoria como “componente del alma”, así lo habría entendido Platón, posteriormente Santo Tomás, y así lo configura poéticamente Marcel Proust cuando se devela, se reconstruye y recrea en su magistral obra En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu). La capacidad de recuerdo y de lograr una analogía vigente en el aquí y el ahora se convierte en una guía para conectarnos a posibles experiencias futuras. Nada más cercano a la metáfora del alma.
“Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero”. Será que el recuerdo se resiste a hacerse presente y por eso Funes, el memorioso de J.L. Borges debía repasar sus jornadas íntegras, muchas dolorosas, otras fatigantes. Seguramente, la evocación de esa resistencia, al debilitarla, alcanza una intensidad maravillosa y triste, inmensa e insuficiente. El trabajo de la memoria no es cultivar la recordación, sino habitar en la responsabilidad presente y del presente. Por ello, la recreación del recuerdo en la ficción, en la alegoría y en la poética, se convierte en un arquetipo cultural distinto. Las sensaciones, las nostalgias y las ausencias se aferran esta vez en el papel para no morir, para no olvidar… para no volver a caer.
Del Feriado Bancario, han pasado 14 años… “de no entender. De no poder olvidar” el día en el que se consumó la mayor violación de los derechos humanos de la historia de nuestro país. Y todavía hay quien se siente Atrapado (José Antonio Sánchez, 23 años, Pichincha)en el silencio. “Una vez leí que uno es viejo cuando detrás de un recuerdo siempre encuentra un mal recuerdo, o algo así. Yo no puedo olvidarme de ese día, aunque me sienta viejo y usted insista. Y no podré olvidarme porque fue un 8 de marzo. 8 de marzo de 1999”.
Aquellos que construyeron sus testimonios hormigueando por los rincones familiares, de los amigos, colegas, de su gente; nos demuestran que es allí donde la memoria encuentra su espacio: en la palabra y su acción, en el mensaje y el color; allí, donde el olvido no es permitido porque rememorar es parte de la propia dignidad humana, de la esperanza de justicia -que a veces se desvanece en el seno de las instituciones-; de la impotencia ante los hechos sucedidos y de la exploración de los propios límites de la miseria humana. Entonces comprendemos el por qué de las más de 7.000 obras participantes, comprendemos que, por años, no habíamos querido escuchar ese pasado íntimo, pero tampoco lo habíamos olvidado. A los lectores y lectoras que paulatinamente van a reencontrarse con estos cuentos y estas caricaturas, dejo pendientes algunas inquietudes: ¿Cuántos fuimos?, ¿a quiénes perdimos?, ¿qué historias callamos?, ¿cuántas amnesias construimos? En esas interrogantes deambula la memoria, es emotiva, abierta a transformaciones, vulnerable a toda manipulación, latente y siempre presta a múltiples despertares.
Esta etapa de nuestra historiase se caracterizó por un escenario político en el que los intereses del capital predominaron frente a las demandas y derechos ciudadanos, y en el que el afianzamiento de un modelo económico basado en la codicia de unos pocos, dejó de lado al ser humano y sus necesidades, por la acumulación insaciable de capital. ¿Y nuestra historia qué? La disciplina histórica está en deuda. El silencio resuena en sus investigaciones. Posiblemente, la corta distancia temporal justifica la ausencia de análisis críticos, sesudos y reflexivos de este periodo. Sin embargo, aún falta mucho por recorrer para revelar estas historias mínimas desde una lectura profunda del pasado. Este proceso de traer al presente los recuerdos del Feriado Bancario, habla más desde la memoria y sus protagonistas, que desde la historia, que aún necesita ser construida.
No resulta complicado maravillarse con los resultados de este concurso, integrarse como protagonista de la imagen, de la alegoría y la metáfora. Asumir el rol del anciano, la niña, el migrante o el rebelde, y conmoverse con la posibilidad de haber estado allí, para capturar un recuerdo. Tampoco resulta complicado reflexionar sobre el enorme abanico de usos que estos cuentos y estas imágenes pueden proporcionarnos. Recuperar una historia, analizar un proceso, estudiar las prácticas colectivas de supervivencia frente a la derrota o simplemente… recordar a un amigo, un amor; el desarraigo o un lugar, la melancolía de un pasillo, la alegría de un albazo o el vaivén de un poema, que acompañado de una guitarra nos traslada a tiempos y espacios familiares, íntimos y reconocidos.