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La feria es para todos, incluso para quienes la critican
Lleva varias semanas envuelta en un ritmo de trabajo incesante y se nota. En la urgencia con la que arriba a la entrevista, en la respiración agitada que entrecorta por momentos sus palabras, en el agua que sorbe con ganas en los intervalos de la charla y en la velocidad con la que vuelve a partir, una vez que la curiosidad del cronista queda satisfecha. Aunque los múltiples compromisos y los tiempos ajustados hasta el límite no logran perturbar su simpatía y amabilidad en el trato.
Escritora, traductora y editora, Gabriela Adamo ocupa desde febrero de 2011 el cargo de Directora Ejecutiva de la Fundación El Libro. Eso la convierte en la mujer detrás —o delante, según se mire— de la organización de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En pleno predio de la Sociedad Rural Argentina, mientras alrededor bulle la edición 2013 del evento que ocupa todo su tiempo desde el 25 de abril pasado, Adamo dialoga con El Telégrafo. Hace balance de su gestión y detalla las novedades presentadas este año, la articulación con otras ferias similares en diferentes países y los proyectos que tiene para el futuro del encuentro porteño. “Creo que hay cosas que se han logrado, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer”, admite.
¿Qué visión general tiene de sus dos primeros años como directora de este evento?
Los veo como una experiencia muy intensa, muy enriquecedora desde lo personal, en la cual pudimos poner en marcha una serie de cambios. En una institución tan grande, de tantos años, tan exitosa como es la Feria del Libro, cuando uno quiere hacer cambios tiene que hacerlos con cuidado, calculando muy bien para no desarmar ni romper nada de lo que está funcionando. Entonces lo que nosotros nos ponemos como objetivo ahora, y en torno a lo que estuvimos trabajando estos dos años, es en recuperar el libro como eje de todas las actividades de la feria.
¿Eso se había perdido en las ediciones anteriores?
Un poco. La feria había crecido tanto, y había tomado mucha relevancia la cuestión de ser un gran evento masivo, para la familia, como una gran salida de fin de semana. Y está muy bien que así sea. Pero quizás, en el afán de construir eso, el libro había quedado un poquito en segundo lugar. Y para mí, personalmente, el eje es el libro, la lectura, eso es lo fundamental. Además, tengamos en cuenta que este evento lo organiza una fundación cuyo objetivo es promocionar el libro y la lectura todo el año, o sea que también tenemos ganas de hacer cosas más allá de la feria. Y queremos, sobre todo, que la feria genere algo que se mantenga todo el año. Yo no quiero que la gente piense que esto termina el lunes 13 de mayo. La feria sigue, con su efecto. La fiesta de la lectura va a seguir, gracias a todo lo que puso en marcha. Ese es nuestro gran y ambicioso objetivo.
¿Qué medidas tomaron para lograr esto?
Estamos trabajando mucho con los libreros. Ellos participan con nosotros en actividades antes y después de la feria, porque creemos que el lugar natural en el cual esto continúa luego y durante todo el resto del año, es en las librerías. Entonces hemos puesto en marcha una serie de concursos y de actividades que llevan a los libreros a ser más visibles, como en el Premio del Lector: son los libreros quienes eligen los libros que más les gustan, para que después el público los vote. O campañas más pequeñas, como “vota a tu librero preferido” son cosas que ponen al librero en un lugar de mayor visibilidad. Pero, sobre todo, creo que poner el eje en la lectura, en las actividades que van desde el Patio Infantil hasta las grandes charlas con escritores, es lo que va a alimentar la lectura todo el año.
Múltiples ferias, múltiples lectores
Como todo suceso que implique la participación de seres humanos en términos de multitud, una Feria del Libro es un ente con vida propia que muta y se agita en función de sus protagonistas. Por eso, lograr la satisfacción o el disfrute absolutos de todos los actores resulta por completo improbable. Gabriela Adamo lo sabe y lo reconoce. Pero no deja de buscar que cada pieza del rompecabezas encaje junto a las otras lo más delicadamente posible. Insuflarle armonía a la diversidad no es nada sencillo.
Poco después de asumir su cargo, en una entrevista, usted señaló que su gestión tendría tres ejes: internacionalización, profesionalización y visibilidad de la feria. ¿En qué estado de situación se encuentra cada uno de estos ejes en este momento?
¡Uno dice cada cosa en las entrevistas! (risas). Yo diría que hay cosas que uno ve cuando entra en una institución así —aunque yo conocía la feria muy bien, de muchos años, porque mi primer trabajo fue atendiendo un stand aquí, y después siempre trabajé relacionada con la feria desde distintos lados—, cosas que desde fuera no se ven. Y eso quizás le cambia un poco las prioridades. Esta cuestión de internacionalización, profesionalización y visibilidad era, quizás, lo que yo más veía como falencia desde el lado del trabajo editorial. Y eso se concentra en lo que son las jornadas profesionales. Antes de abrir al público, tenemos tres días donde solo se recibe a libreros, editores, bibliotecarios, distribuidores, traductores, ilustradores, o sea, todos los que hacen el libro. Ahí es donde se tenía que trabajar muy fuerte, en la capacitación del sector editorial. Para tener incidencia en cómo son los libros durante todo el año, porque mejores libros van a tener más lectores. Y también para traer a muchos de los grandes popes del mundo editorial internacional acá, para que se conozca la edición argentina y para alimentarse mutuamente. Pero lo que decía antes tiene más que ver con la otra feria, porque en realidad son tres ferias en una: están las jornadas profesionales, la gran librería y el festival literario, en el cual hay más de 500 actos y conferencias en las salas y en otros lugares.
¿Y de qué forma convergen internamente esas tres ferias, para atender tanto a un lector “masivo” como al lector “académico” o “refinado”, por llamarlos de alguna manera?
Es muy difícil. Y lo más difícil es la comunicación. Porque yo decía que la feria es “tres en una”, pero en realidad es “un millón en una”, si se quiere. Sobre todo en la programación cultural. Nosotros tenemos desde la presencia de Luis Pescetti, un gran autor de canciones para chicos que hace su megaespectáculo; hasta la del biógrafo francés de (Jacques) Derrida (NdeR: Se refiere al filósofo Benoît Peeters) dando su charla en la feria. Entonces, tenemos realmente para todos los gustos. El contexto, en general, parece más atractivo para el público masivo, que en su vida se acercó a un libro y viene a pasear. Creo que ahí es donde tenemos más trabajo para hacer, donde tenemos el gran desafío de que esa gente, esas familias, esas personas que vienen a pasear un rato, se vayan con el bichito de la lectura dentro.
Para los otros lectores, por supuesto, también somos un lugar importante. Sabemos que ellos pueden ir a las librerías y satisfacer sus necesidades ahí, pero yo creo que la feria tiene mucho para ofrecerles también. Empezando por la cantidad de libros: hoy en día sabemos que las librerías pueden mostrar una cantidad limitada de títulos; pero acá en la feria está todo, porque las editoriales vienen con sus fondos completos y además están los libros de las provincias, los stands y los libros de Chile, de Paraguay, de Uruguay o de Colombia, que de otra forma son muy difíciles de conseguir. Así que creo que hay oferta para todos. Aunque una cuestión básica tiene que ver con la organización de cada uno, porque cada año se marca con más fuerza esto de venir todos juntos el último fin de semana. Y ahí sí, la verdad que si uno es un lector empedernido le da un ataque, no quiere volver nunca más. Pero si hubiese venido la primera semana estaba en la gloria, porque habría podido pasear tranquilo por 45 mil metros cuadrados llenos de libros. Ese es otro de nuestros desafíos: comunicar las cosas con un poco más de eficacia para lograrlo.
Dentro de la feria también hay un espacio como Zona Futuro, donde algunos participantes suelen ser muy críticos del evento. ¿Cómo analizan y aprovechan desde la organización lo que sucede en ese ámbito?
Me encanta que la conversación vaya por este lado, porque una de las primeras cosas que propuse muy a conciencia es que la feria es de todos y para todos, incluso para los que la critican. Había mucha gente que se sentía fuera de la feria, y no cualquiera: escritores, periodistas, críticos que se sentían expulsados por la feria. Y eso para mí es algo que no puede suceder. Pienso que la feria tiene que estar abierta e incluir a todos. Zona Futuro en eso cumple un rol fundamental, porque se lo dimos con absoluta libertad a un grupo de chicos (NdeR: Se refiere a los responsables de la editorial autogestionada Clase turista) que se mueven muy bien por todo tipo de circuitos culturales de la ciudad, que no son los más establecidos. Los que están en el centro, en la feria están muy cómodos. Los márgenes son los más difíciles de atraer, pero queríamos que estuvieran también.
Entonces, con Zona Futuro creo que eso se logró porque hay de todo: desde los editores muy chiquitos que no tienen un stand por cuestiones económicas, hasta quienes no están por cuestiones ideológicas. Entonces me parece, primero, que lo genial y muy importante es eso, que pueden estar. Nadie les va a decir que tienen que irse, que es una barbaridad, pero antes sucedía. Y segundo, por supuesto que los escuchamos. Los escuchamos súper atentamente y bueno, hay cosas que se pueden ir cambiando más o menos rápido, otras que llevan mucho tiempo y cosas que no se logran. O sea, si uno quiere un lugar tranquilo y silencioso para sentarse a leer, yo dudo que alguna vez logremos armar eso dentro de la feria (risas). Pero tampoco es el cometido.
Puentes sobre las fronteras
El lema elegido este año para la Feria del Libro de Buenos Aires es “Libros como Puentes”. La literatura estimula la comunicación entre distintas culturas. Acerca e incluye a quienes se dejan transportar por ella. En esa convicción se apoya también la voluntad de internacionalización de la feria, que tiende puentes sobre las fronteras nacionales. Y la entrevistada fomenta ese intercambio con acciones concretas, más allá de la letra escrita o las meras expresiones de deseo.
Dada la “lejanía” geográfica de Sudamérica, respecto de los circuitos literarios y artísticos del hemisferio norte, ¿cómo resolvieron el desafío de internacionalizar la feria?
Y
o creo mucho en las acciones quizás no muy espectaculares pero que se sostienen en el tiempo. Me parece que son las más ricas, las que mejor funcionan. No digo que sea fácil traer grandes autores internacionales a la Argentina; este año estamos felices, tenemos una cantidad de autores realmente importantísimos, que el público festeja por su gran calidad. Pero no dejan de ser cuestiones coyunturales: cualquier otro año, por problemas de agenda, quizás no pueden venir y entonces nos quedamos sin ellos. Me parece que, para internacionalizar realmente la feria, lo que está funcionando es lo de la ciudad invitada, que este año fue Ámsterdam. O sea, empezar a trabajar seriamente, todos los años, con un programa de las mismas características, en el que vayamos invitando culturas que poco tienen que ver entre sí, como la de Ámsterdam con la de Buenos Aires. Eso sí funciona. Porque eso obliga a las industrias de ambos países —a las editoriales, a las librerías, a la prensa, a los autores— a enterarse de qué es lo que está haciendo el otro, y a ver cómo podemos trabajar juntos. El programa de Ámsterdam acá fue exitosísimo. Aunque vinieron autores que nadie conocía. Si uno preguntaba, un mes antes de la feria, por Cees Nooteboom, todo el mundo lo miraba como diciendo: “¿De qué comida me estás hablando?” (risas). Aunque, obviamente, siempre hay excepciones, teníamos un poco de miedo por cómo iba a funcionar el tema en la feria. Pero bueno, con un buen programa, bien llevado, con un buen lugar, cálido y a la vez con la puesta en contacto con los escritores argentinos todo el tiempo, se generó un interés enorme, funcionó muy bien y esto no termina acá, que es lo más lindo del caso. Los holandeses descubrieron que acá hay una industria editorial muy rica, que traduce mucho, y dijeron: “Vamos a seguir viniendo porque así nos traducen”. Y a la vez, ellos vieron un mundo que no conocían, entonces también supongo que esto logrará que algunos autores sudamericanos sean traducidos en Holanda.
Pasa lo mismo con el diálogo de escritores latinoamericanos, que es algo que uno sabe que va a pasar y permite estar todo el año pensando en eso. Por supuesto en la feria siempre hay “tiros al aire” en el mejor sentido, cosas que salieron bien o coyunturas que se dan. Pero uno puede trabajar mejor sobre esta franja de coherencia y sostenibilidad.
¿Cuál será la ciudad invitada en 2014?
San Pablo. La intención es ir y venir entre un país de Latinoamérica y otro del resto del mundo. Y en San Pablo quizás el desafío va a ser distinto. Somos ciudades mucho más parecidas; con industrias, problemáticas y públicos más similares; con la gran divisoria del idioma que hace que, en América Latina, Brasil sea como otro mundo. Por eso creo que ahí habrá otros desafíos, otros problemas, otras soluciones y un montón de puntos a favor que marcarán una presencia muy fuerte.
En este mismo aspecto, ¿qué tipo de articulación o de acciones conjuntas desarrollan con otras ferias de la región?
En general, diría que en las ferias pasa lo mismo que en casi cualquier tema que se analice de cerca: se mira a Europa, se mira a Estados Unidos y se trata de aprender de ahí en lugar de mirarnos entre nosotros. En ese sentido, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), que depende de la Unesco, hace dos años puso en marcha una iniciativa que es una reunión anual de ferias de América Latina. Y la verdad es que resultó interesantísimo, porque tenemos problemáticas parecidas, más allá de que haya ferias de 40 años como la nuestra y otras incipientes; o unas 100% subvencionadas por el Estado y otras totalmente privadas como en nuestro caso… Es decir, hay situaciones distintas, pero las coyunturas de los países son muy parecidas. Y esa fue una gran experiencia. Nos reunimos de nuevo el año pasado, en Brasil, en la Feria de San Pablo, justamente. Este año la reunión será en Santiago de Chile. Creo que hay muchísimo para aprender y para enriquecer. De hecho, en el primero de esos encuentros se gestó el Diálogo Latinoamericano de Directores de Ferias del Libro, porque surgió como un problema esta cuestión de que los libros circulan con mucha dificultad, y nos preguntábamos qué papel puede jugar una feria para promover esta circulación. Entonces empezamos con Chile y Argentina. Por ahora, todavía, no se sumaron más ferias. Ojalá lo hagan.
Gabriela Adamo se despide con una sonrisa. La misma que mantuvo a lo largo de toda la entrevista. Y también con el deseo de seguir tendiendo puentes de libros, palabras y experiencias. Para que la feria continúe encendida, aun cuando la última luz del último stand se haya apagado.