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Lectura
Kubrick subliminal
“En seis días Dios creó los cielos y la tierra. En el séptimo día, Stanley Kubrick lo devolvió todo para hacer rectificaciones”, escribió un crítico para referirse al perfeccionismo extremo del director de The Shining. Pero esa es solo una de las razones por las cuales ciertas teorías de la conspiración señalan a Kubrick como el candidato predilecto a falsificador oficial de la filmación de la llegada del hombre (es decir, de la NASA) a la Luna.
Para quienes sospechan de cada episodio histórico –sobre todo si este tiene relación con Estados Unidos– como un paso más en una maquiavélica estrategia para la dominación mundial, bien pueden los estadounidenses haber pisado la Luna, pero el video que supuestamente lo registra no es sino un trucaje. La prueba concluyente sería la imposibilidad de filmar en el espacio con los equipos de finales de los sesenta y, de ahí, las fallas de iluminación, los reflejos imposibles y las incongruencias técnicas que presentan el video y las fotos del alunizaje. De otra parte, la urgencia por mostrar este registro fílmico se habría debido a la presión, en plena Guerra Fría, por exhibir la prevalencia científica y política de Estados Unidos sobre la Unión Soviética.
Para estos escépticos (a veces rayamos con la paranoia), jamás vimos a Neil Armstrong caminar sobre la superficie del satélite ni impregnar su pisada o clavar la bandera de las barras y las estrellas en las arenas lunares. Para ellos, todo fue hecho en un estudio de grabación capaz de ambientar el espacio exterior, como los que tiene Hollywood. Es más, para los convencidos de la conspiración, la Casa Blanca aprovechó que en los estudios MGM de Londres se estaban rodando, por los días en que se preparaban los detalles de la misión Apolo 11, las últimas tomas de una película sobre el espacio. La más realista e impresionante jamás hecha.
Desde que a George Méliès (cineasta-ilusionista), en su película de 1902 ILe Voyage dans la Lune, se le ocurrió ponerle rostro a la luna y clavarle un cohete cargado de humanos en el ojo, el cine despegó varias veces hacia nuestro satélite. La más visionaria y a la vez realista versión del viaje espacial, sin duda, la estrenó en 1968 –valga la paradoja– un desilusionista del cine. (Cabe recordar que el alunizaje de la NASA ocurrió un año más tarde, en julio de 1969). Kubrick, en su filme de 2001: Una odisea del espacio, contó con la estrecha colaboración de la NASA para lograr una epopeya visual que, con música clásica y filosofía nietzscheana, caracterizaba al humano como un ser intrínsecamente violento en su metafórica evolución hacia algo nuevo o, por lo menos, distinto.
Como la mayoría de películas del director nacido en Nueva York y afincado en Inglaterra, 2001... fue duramente criticada e incomprendida. Sin embargo, la fascinación ante su virtuosismo audiovisual es incuestionable, pues su influencia incluso logró estimular la carrera de Estados Unidos a la Luna (ya en 1962 los rusos habían logrado que Yuri Gagarin sea el primer hombre en el espacio) y aceleró los esfuerzos y la popularidad del multimillonario programa espacial. Luego de ver el primer montaje de la cinta de Kubrick, los técnicos de la NASA incluso modificaron los trajes de los astronautas y, como había hecho el cineasta, les añadieron color. La realidad imitaba a la (ciencia) ficción y la película,además de rigurosa obra de arte experimental, funcionó como una brillante operación de relaciones públicas para la agencia espacial estadounidense.
→ ¿Cómo se relaciona el nazismo, el cine de horror y los mensajes subliminales? ¿Quién llegó primero a la Luna, la NASA o Stanley Kubrick? El documental Room 237, narrado por un grupo de cineastas, académicos e historiadores, presenta por lo menos 4 teorías de la conspiración asociadas al director de The Shining.Resulta difícil pensar que el director de La Naranja Mecánica, Dr. Strangelove, Nacido para matar y demás clásicos antiautoritarios (por no decir decididamente escépticos respecto de la condición humana) hubiera querido ponerse al servicio del gobierno o de las organizaciones de inteligencia de EE.UU. Pero el trabajo es trabajo y, para los teóricos de la conspiración, quizá el desafío estético y técnico de montar una sofisticada farsa para que se la trague el mundo entero pudo haber sido un estímulo suficiente para poner al director de Lolita manos a la obra. Otros afirman que los delegados del presidente Richard Nixon solamente le pidieron al cineasta emplear los decorados de 2001... para trucar el video del alunizaje, pues no tenían tiempo para fabricar escenografías. Cuentan que Kubrick, al ver la desprolijidad fílmica del asunto, no pudo sino intervenir, así que terminó supervisándolo y dirigiéndolo todo.
Habría que recordar que Stanley Kubrick fue quizás el más minucioso y calculador de los grandes cineastas. Su lógica implacable de ajedrecista (antes de lograr éxito en el cine se ganaba algún dinero dejando en jaque mate a sus adversarios); su avidez de autodidacta (lector voraz que empezó como reportero fotográfico luego de que su padre le regalara una cámara Graflex, antes añoraba ser baterista de jazz) y su convicción de mantenerse independiente de las presiones de los estudios de Hollywood (se mudó a Inglaterra para lograr autonomía artística y convertirse en el productor de sus propias películas); hizo que proliferaran innumerables mitos alrededor de su figura.
El cineasta era visto como un genio recluido y torturado, dedicado a maquinar producciones de técnica impoluta para condenar el vacío de la especie humana. La verdad era distinta. Ni Kubrick fue tan pesimista, ni su vida era la de un misántropo dedicado a hacer vandalismo existencialista con su cine. (Sí se trataba, sin embargo, de un perfeccionista consumado. Por ejemplo: para filmar The Shining no solamente utilizó por primera vez una steadicam sino que, además, para asegurar su buena operación, contrató al inventor de la cámara. Asimismo, para diseñar el baño rojo de la misma película, envió a un delegado a tomar fotografías de baños de hoteles por todo Estados Unidos).
No obstante, el propio director a veces alimentaba esa imagen ante el público y la crítica. Muchas de aquellas elucubraciones fueron reforzadas en otra de sus películas, incluso más incomprendida y criticada que 2001: Una odisea del espacio. Se trata de un filme violento que narra el aislamiento y la locura que se apodera de un escritor encerrado con su esposa y su hijo en un enorme hotel poblado de fantasmas (nunca llega a saberse si estos son, en efecto, entes sobrenaturales o figuraciones de una psique alterada). En efecto, es The Shining la cinta que supuestamente guarda las claves de la falsificación del viaje a la Luna. Según el documental Room 237, para rodar la película basada en la novela homónima de Stephen King, Kubrick investigó la utilización de mensajes subliminales en la publicidad y aplicó lo aprendido a su nuevo metraje. Su objetivo habría sido dejar rastros de su participación protagónica en el fiasco fílmico del Apolo 11. El director, tan orgulloso de su técnica magistral, tan volcado a la estética y a la narración, –de acuerdo al documental– no podía dejar de confesarse autor de uno de sus trabajos. Otra hipótesis es que Kubrick encriptó la confesión de su participación secreta en el trucaje de la misión de la NASA dentro del decorado y las escenas de The Shining para protegerse y proteger a su familia. Esto se habría debido a que todas las personas involucradas en el rodaje del alunizaje (a pesar de haber recibido una identidad distinta y una nueva vida lejos de EE.UU.) habrían sido asesinados por la inteligencia estadounidense.
Sin embargo, es posible hacer una teoría de cualquier cosa. Aun así, aun sabiendo que la crítica posmoderna considera a la intención del autor solamente una parte del significado de una obra de arte; las interpretaciones de ciertos detalles de The Shining y su cotejo con la película son, por lo menos, intrigantes. En el filme, Jack Torrance (interpretado por Jack Nicholson) representaría el lado práctico de Kubrick mientras que su hijo Danny sería la parte artística y visionaria del cineasta. Jack, el sentido práctico, firma un contrato con el Overlook Hotel (Estados Unidos) para encargarse del lugar durante el invierno (la Guerra Fría). El Hotel Overlook, además de enorme e imponente, fue construido sobre un cementerio de indígenas (detalle que no se encontraba en la novela de Stephen King), como la propia nación estadounidense.
En efecto, con cada variación que Kubrick hace de la versión del argumento original escrito por King, parecería estar señalando un nuevo mensaje cifrado. El cineasta escribió el guión junto a la académica y experta en novela gótica Diane Johnson y, al lanzar el filme, aseguró que los cambios que sufrió la historia eran una crítica implícita a la escritura de King, una forma de mejorar la buena intuición del novelista que, sin embargo, no había podido desarrollar en su propia escritura.
Esto no es excepcional, la propia filmografía de Kubrick puede ser leída como la continua necesidad de hacer películas que sirvan como crítica de su trabajo anterior. De ahí la variedad de géneros y de temas que configuran sus filmes. Una diversidad que en realidad es aparente ya que, en el fondo, siempre hizo una misma gran película, todas desarrollan una serie de variaciones sobre los mismos temas centrales (a Kubrick le gustaba usar analogías musicales para hablar de sus filmes): la posible falla fatal de un sistema perfecto (ya sea este la inteligencia artificial, como en 2001..., o el sistema político, como en Dr. Strangelove o La Naranja Mecánica), la naturaleza violenta del ser humano (Nacido para matar, The Shining), la inestabilidad emocional producida por el deseo, así como la insatisfacción del mismo (Lolita, Barry Lyndon, The Shining, Ojos bien cerrados), la comprensión de que tanto el orden y el desorden condenan al ser humano (La Naranja Mecánica, Nacido para matar, Ojos bien cerrados, The Shining), entre los principales.
Room 237, narrada por un grupo de cineastas, académicos e historiadores, presenta por lo menos 4 teorías de la conspiración asociadas a The Shining. No solamente se trataría de una cinta épica (en el sentido que le dan ciertos teóricos anglosajones a la epicidad: el desarrollo de todos los motivos de un género, en este caso del terror) sino que, además de plantar claves sobre la falsedad del video del Apolo 11, desarrollaría una suerte de juicio, o al menos una reflexión cruda, sobre la violencia asesina de la humanidad. Para vehicular tantas ideas superpuestas, el director habría empleado, entre otros recursos, una serie de técnicas y detalles caracterizados por la minuciosidad en la colocación y relacionamiento de objetos dentro del cuadro así como por el empleo de largas disolvencias entre escena y escena. Además, el rechazo enfático a filmar una película de terror de una forma convencional (escenas llenas de luz o filmadas de día, estética alejada de lo gótico, fantasmas de apariencia realista y no evanescentes o típicamente monstruosos, intencionales “fallas” de continuidad...) se debería a la necesidad de Kubrick de parodiar el cine de horror para ir más allá y así, al llamar la atención sobre su artificialidad, poder articular otras ideas.
Efectivamente, 2 genocidios serían elementos cruciales del desenvolvimiento simbólico de la película como representación de la agresividad congénita del ser humano: la matanza de los aborígenes norteamericanos y el holocausto judío. Entre otras referencias, como latas de polvo de hornear que hacen mención a la pipa de la paz, se pueden apreciar varios cuadros con imágenes de indígenas que se reparten por el hotel. Además, una disolvencia superpone al barrendero de uno de los salones con los árboles del bosque que rodea al hotel, una metáfora de la devastación de las culturas originarias.
Asimismo, el genocidio perpetrado por los nazis se encontraría cifrado, en primer lugar, por la aparición constante del número 42 (pues 1942 fue el año en el que se decidió ejecutar la “solución final” respecto a los judíos y deportarlos hacia los campos de exterminio). La cifra aparece, por ejemplo, en uno de los sacos que lleva el pequeño Danny. También se pueden ver muchas águilas (símbolo tanto de la Alemania de Hitler como de Estados Unidos) en el hotel o, por ejemplo, en una de las camisetas que lleva Jack. El objeto que con más crudeza se referiría al genocidio sería la máquina de escribir del protagonista. El exterminio de los judíos, efectivamente, se llevó a cabo de una manera burocrática y sistemática caracterizada por el manejo de listas y documentos de eficiencia. La máquina, además, es de marca Adler que en alemán quiere decir águila. Una disolvencia al final del metraje une las imágenes de un primerísimo primer plano de la cabeza de Jack Nicholson con su rostro en primer plano formando un bigote a lo Hitler.
Los mensajes más singulares, sin embargo, tendrían que ver con la supuesta confesión de Kubrick. Así, la misteriosa y terrorífica habitación 237 –que no aparece en el libro con ese número– se refiere a la cantidad de millas que, en ese entonces, se calculaba entre nuestro planeta y la luna: 237 mil millas. Si se multiplican los números que componen la cifra (2 x 3 x 7) el resultado es, de nuevo, 42. Por otra parte, Danny lleva una imagen del cohete Apolo 11 en su suéter cuando se dirige a aquel cuarto; el llavero de la habitación jugaría con las palabras en inglés para habitación y luna (room y moon) para formar moon room, el cuarto que guarda el secreto del cual nadie puede enterarse. La relación entre Jack y su esposa también arrojaría luz sobre la situación, pues él defiende su comportamiento errático ante su mujer refiriéndose a sus obligaciones, al contrato firmado para cuidar del hotel, a su necesidad de dedicarse a su obra como escritor y trascender... En definitiva, el drama doméstico que supone ser el protagonista de un fraude perpetrado por la mayor potencia mundial.
Una de las interpretaciones aparentemente más disparatadas mostradas en el documental surge de la proyección de todo el filme superponiéndolo a sí mismo mientras corre en sentidos opuestos (una función así fue hecha hace algunos años en una sala de cine experimental). De este modo, las imágenes finales aparecen junto a las imágenes del inicio del filme y avanzan-retroceden las unas sobre las otras... El resultado son escenas dobles que revelarían una serie adicional de mensajes ocultos: Jack como una especie de payaso ensangrentado, Danny viendo a su padre discutir con los fantasmas y, entre muchas otras imágenes inquietantes, una conclusión general: el filme es un relato sobre el Pasado (con mayúscula), una visión pesimista de cómo los crímenes de la humanidad se siguen perpetrando a pesar de la memoria social que tenemos de ellos. En este sentido, el final del filme, con Danny recogiendo sus pasos sobre la nieve del laberinto en el cual muere Jack, implicaría la necesidad de entender la historia de la humanidad (encarnada por los espíritus y las escenas fantasmáticas del hotel, como la aparición de unas gemelas y la olas de sangre que salen del ascensor) como “imágenes en un libro” que, revisadas y comprendidas, no tendrían que necesariamente repetirse como lo han venido haciendo por varios siglos.
Para los estudiosos de Kubrick ese sería un final demasiado optimista, pues lo que ocurre al final de la película es el cumplimiento de una fatalidad edípica: el hijo logra matar al padre (la violencia asesina del genocidio indígena y del nazismo estarían contenidos en la locura y el deseo de la autoridad paterna por matar a sus familiares). En relación al alunizaje, ese cierre implicaría el triunfo del Kubrick artista sobre las obligaciones pragmáticas de su época, la gloria del visionario que, 5 años antes de la filmación de The Shining, en 1975, tuvo que acercarse nuevamente a la NASA. La razón fue que el cineasta quería filmar varias escenas de su filme de época, Barry Lyndon, empleando solamente luz de velas. Su ambición era lograr una coloración como la de las pinturas del siglo XVIII (un siglo que, según Kubrick, definió el curso de la humanidad occidental; la misteriosa habitación al final de 2001..., por ejemplo, corresponde al estilo del siglo XVIII). El director leyó en una revista de ciencia sobre la existencia de un muy avanzado lente Zeiss, el más rápido del mundo, curiosamente la NASA aceptó prestárselo.
¿Se debió ese préstamo improbable a la deuda de la agencia espacial con Stanley Kubrick? ¿Es verdad, como suponen muchos, que luego de ese acercamiento los temores a la confesión del cineasta sobre su participación en el trucaje del viaje a la Luna supusieron su completa vigilancia y, por lo tanto, la reclusión de Kubrick en su mansión por más que sus siguientes películas tomaran lugar en Vietnam (Nacido para matar) o Nueva York (Ojos bien cerrados)?
Quizá las respuestas para esas inquietudes se encuentren en alguna otra de sus películas. O, tal vez, simplemente, la verdadera conspiración sea la necesidad de crear libros y documentales que inventan teorías de la conspiración en los que quizá no las haya. Sobreinterpretar y vender.