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Karaoke... en dos canciones
Luis Zúñiga es, ante todo, un intelectual comprometido. Este escritor quiteño es investigador y editor de publicaciones científicas, tiene estudios de antropología y su compromiso se ha hecho evidente en sus trabajos a favor de la educación popular y de la ecología. Aunque también ha incursionado en poesía, es más conocido como novelista. Sobre todo, de novela histórica, entre las que destacan Manuela, que retrata en forma extraordinaria a la ‘Libertadora del Libertador’, Manuela Sáenz, una obra que sigue brillando en Ecuador y en Hispanoamérica. Y cómo dejar de lado su fulgurante Rayo. Recién su último libro, Karaoke es la primera novela en la que Zúñiga se aparta del género histórico.
Es esencial el ambiente en el que desarrollamos la lectura. Leí Karaoke durante mi último viaje al exterior y, paradójicamente, lo sentí como un viaje al interior de mí mismo. Sí, porque el protagonista de Karaoke, Vicente, se identifica tanto con el lector, que uno empieza a repasar su propia vida.
Vicente Samaniego es un vendedor de fármacos.
En la primera parte de la novela, seguí a Vicente en su romance desesperado —porque no tenía esperanzas— y me sumergí en su vida íntima. La segunda parte es aún más subjetiva (en el sentido de concentrarse más en el sujeto): casi teatral. O teatral, mismo. El sentido de un triunfo a medias o del semifracaso de nuestra existencia se traduce en una confesión del alma, acomodada en el diván del psicoanalista; Vicente puede ser cualquiera de nosotros.
Claro que si dejamos de bucear en su vida interior, mientras de paso hurgamos en la nuestra, veremos que en la superficie de ese mar hay islotes que recuerdan la cotidianidad colectiva. Uno de ellos es la industria farmacéutica multinacional. Vicente es un visitador a médicos ascendido a gerente de ventas y eso nos permite ver la realidad detrás de ese mundo: competencia a muerte entre farmacéuticas, fastuosidad faraónica para los mandos altos y el patrocinio directo e interesado a los médicos, a través de congresos con gastos pagados.
Durante mi viaje, acababa de leer esta descripción novelesca de las farmacéuticas cuando, casualmente, leí un artículo periodístico. Este anunciaba la fusión entre dos grandes casas farmacéuticas de Estados Unidos: la que produce Viagra y la que produce Botox. Una ironía, pues la inversión en estos productos contrasta con el poco apoyo que reciben las investigaciones sobre Alzheimer, con lo cual se puede visualizar un futuro con ancianos superdotados sexualmente y ancianas despampanantes, aunque ninguno recuerde para qué sirve eso.
Si la industria farmacéutica es criticada, tampoco sale bien parada la tecnocracia en esta novela. Se critica la autosuficiencia que asumen ciertos profesionales jóvenes sin experiencia y el excesivo lenguaje técnico que, a veces, puede ocultar desconocimiento o ser deliberadamente ambiguo. El culto del power point. Karaoke llega incluso a mostrar la locura colectiva de estar todos con las miradas clavadas en los teléfonos celulares inteligentes.
Finalmente, está la imagen que es el motivo recurrente y que da título a esta novela: el karaoke, una actividad que el protagonista realiza habitualmente. “El karaoke es sobre todo el espacio donde la gente solitaria se junta en la noche a cantar y sentirse por un momento un artista, una persona interesante cuando tiene un micrófono para que las personas que lo rodean lo admiren y lo vean”, como dijo Zúñiga en una entrevista.
En mi viaje real —mientras leía el libro—, en Centroamérica, me topé con un cantante de ópera y se me ocurrió preguntarle su opinión sobre el karaoke, a propósito de este libro. Su opinión, que no fue despectiva como alguien podría suponer, fue un interesante análisis de esta diversión que algunos dicen que causa adicción. Sin embargo, la palabra que más me sacudió en el criterio de este cantante profesional fue ‘suplantación’. Y luego entendí la idea. Así como el teatro de aficionados nos permite ser otra persona y desligarnos un momento de un presente feliz o doloroso, en el karaoke suplantamos a un cantante famoso y, según nuestro desempeño, recibimos un puntaje y hasta… el aplauso del público. Por unas pocas horas nos alejamos de la realidad que nos espera el lunes por la mañana.
Karaoke es una novela interesante. Como no pertenece al género histórico, dejo a los expertos la tarea de clasificarla como novela psicológica o existencial, o lo que fuere.
Lo que no se discutirá es el talento de Luis Zúñiga.