Ecuador, 19 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Entrevista

Juan Pablo Meneses: “Todo es parte de un mismo viaje”

Fotos: cortesía de Xavier Gómez
Fotos: cortesía de Xavier Gómez
26 de enero de 2015 - 00:00 - Xavier Gómez Muñoz, Periodista

A los 27 años, el chileno Juan Pablo Meneses mató al oficinista que llevaba dentro, dejó su trabajo y salió a recorrer el mundo para contarlo. Era el sueño que venía postergando desde niño, cuando se propuso “sobrevivir escribiendo historias de viajes”. A ese deseo infantil le debe el haber conocido a los cronistas del narco en México, disparar por primera vez un fusil AK-47 en Vietnam, subirse a un auto de Fórmula 1 en Interlagos, recorrer Argentina para comprarse una vaca y viajar por América Latina en busca de un niño futbolista.

Con más de 10 años de viajes, casi 30 países visitados, 8 libros publicados, varias crónicas en revistas internacionales y la creación de la Escuela de Periodismo Portátil, que imparte vía Internet su filosofía de sobrevivir escribiendo historias por el mundo, son interminables las experiencias que Meneses tiene para contar. Desde la sala de redacción del diario HoyxHoy, en Chile, esto es lo que tiene que decir.

¿Dónde se encuentra ahora?

Estoy en Santiago, en un puesto de director de periódico en el que trabajo de manera paralela a mi vida portátil.

¿Tiene un sitio de residencia fija?

Sí, mi lugar de residencia fija es Santiago. Lo que pasa es que durante mucho tiempo he estado viajando sin parar. Estuve prácticamente 10 años viajando. Pero eso es algo que siempre me va a acompañar. En los últimos meses he estado en la India, Nepal, Holanda, España, Argentina.

¿Cómo es la vida de alguien que vive entre un viaje y otro?

Movida, primero que nada. Pero lo interesante es cuando te permite contar historias diferentes. Entonces, ya no es tanto el viaje porque sí, sino la búsqueda de una historia. Es muy probable que mi próximo libro, que se llamará Una vuelta al Tercer Mundo, sea un viaje alrededor de la Tierra por lugares, países e historias tercermundistas.

¿Y cuál sería el objetivo de ese viaje?

Es un viaje convencional, desde el punto de vista de tomar un avión o un barco, pero lo importante son las historias que hay en esos lugares y con lo que uno se va encontrando. Siempre me han llamado la atención las similitudes que hay en lugares tan distintos. Por eso Una vuelta al Tercer Mundo es un recorrido al planeta por países pobres, para darse cuenta cómo en México, Etiopía, Vietnam, Paquistán, Argentina, Bolivia, en el propio Ecuador, tenemos cosas mucho más en común de lo que parece. Y no solo me refiero a los problemas de tránsito, a las desigualdades o a las camisetas del Che Guevara, sino a un sentido de pertenencia que quizá nunca se ha terminado de fraguar como un pensamiento global. En este libro, salgo a buscar un pensamiento tercermundista global, sabiendo que no existe.

Hay varias maneras de viajar: como un turista, como una forma de descubrimiento —a veces interior— o como alguien que se mimetiza para entender una realidad diferente. ¿Cuál es la suya?

Yo me saldría de esas definiciones. En realidad voy a buscar lugares y me dejo sorprender. Creo que siempre debemos tener esa actitud, aunque no nos movamos fuera de nuestras ciudades. Esa es una manera de ver el mundo. Es la maldición de los que miramos el mundo como extranjeros, aunque estemos en nuestra propia tierra: tratar de recorrer el planeta para ver si en algún momento llegamos a un punto al que sentimos pertenecer. Y en esa búsqueda está nuestra obra.

Esa mirada de extranjero en la cotidianidad es algo que se desarrolla, ¿no? ¿O es algo con lo que se nace?

Desde que tengo uso de razón, me he sentido extranjero. Quizá porque me crié en el Chile de Pinochet, en una dictadura feroz, de donde nunca me quise sentir parte, aunque era muy niño. Yo siempre tuve la sensación de estar en un lugar que no era el mío y por eso me dediqué a ser cronista. Creo que parte de la crisis actual de la crónica se debe a que se ha perdido el punto de vista desde donde nos instalamos como cronistas. Muchas veces, quienes hacen crónica se instalan porque quieren salir en el diario, porque quieren ser famosos o porque quieren conseguir chicas más rápido. Y ser cronista es darse cuenta de que donde estés eres un extranjero.

¿Tiene idea de cuántos países ha visitado?

No los he contado. Sé que son más de 30 y menos de 50. Lo sé porque tenía una novia que siempre me decía:‘He estado en más de 50 países y tú todavía no’. Así que cuando llegue al país número 50 la voy a llamar y le diré: ‘Llegué’. Y ella seguramente responderá: ‘Ya estoy en el número 75’, (ríe).

¿Cuál es el lugar más exótico o extraño en el que ha estado?

Podría decirte que el último en el que estuve, en Katmandú, Nepal, en una fiesta religiosa donde había una niña diosa. O podría decir que en el templo de Osho, en Pune, India, donde estuve 5 días vistiendo túnica. Pero en realidad todo es parte de un mismo viaje que inició cuando me dediqué a hacer periodismo portátil.

¿De dónde surge esa voluntad de dejarlo todo y decir me voy a dedicar a recorrer el mundo?

En mi caso, desde niño siempre había querido viajar y escribir historias. Cuando salí del colegio estudié Ingeniería. Luego me cambié a Economía. Y cuando ya llevaba varios años trabajando con corbata en una oficina me dije: ‘Esto no se parece a lo que quería’. Entonces quemé todas mis naves y me fui. Yo soy un convencido de que la literatura y la escritura te compensan en la medida en que les das algo importante. Yo les di mi vida.

¿Qué pasa con los amigos, con la familia?

Se pierde, todo se pierde. Uno tiene que elegir y termina viviendo en hoteles. Tengo un libro que se llama Hotel España, en el que cuento cómo es dejar todo por contar historias de viajes. Luego te das cuenta de que llevas 3 años viviendo en un hotel, donde no puedes poner cosas en las paredes: ni diplomas ni tus fotos familiares ni recuerdos ni un calendario, y donde todos los días son el mismo, porque por mucho que puedas desordenar todo, ves al otro día que está todo estirado, con un jabón nuevo y la toalla limpia.

Cuando escribió su primer libro, Equipaje de mano, se refería a los cibercafés del mundo como su oficina. Ahora que la mayoría tiene una laptop o una tablet y que esos lugares están desapareciendo, ¿cómo ha cambiado su forma de trabajo?

Cuando escribí Equipaje de mano lo hice completamente en cibercafés de distintas partes y en efecto esa era mi oficina. Iba todos los días con un pendrive y escribía. Era como estar en la redacción de un periódico, con la diferencia de que en un diario uno ve todos los días las mismas caras y en los cibercafés nunca se repiten. Pero lo interesante es que eso que hace 10 años era tan moderno que hasta me acusaban de vanguardista. Ahora está desapareciendo. Cada vez es más complicado encontrar un cibercafé.

Pero la esencia del trabajo es prácticamente la misma. Yo escribo en un laptop en la oficina donde estoy en este momento y ese mismo laptop me lo llevo mañana a un viaje, y luego con ese mismo aparato soy el cronista que está haciendo una búsqueda espiritual chamánica en la India. Lo que importa, en este caso, es el acceso a la red.

Alma Guillermoprieto dijo en una entrevista que con la llegada de Internet ella siente que el oficio de cronista se está acabando. ¿Qué opina al respecto?

Creo que el oficio se está acabando, pero fundamentalmente por culpa de los cronistas. Me parece que hubo una generación que se transformó en verdadera predicadora de la crónica y que estamos todos invocando una palabra santa. Me cuesta pensar cómo va a ser el futuro. Pero en general creo que va a ser un futuro donde el cronista no va a ser tan importante. Y eso es fundamental, entender que lo importante son los temas y que los cronistas deberíamos estar de paso. Cada vez que un cronista es figura en una historia, hay un tema que no se está abordando bien.

¿Cómo decide qué tema abordar?

A estas alturas hay muchas formas. Hay veces que me ofrecen hacer historias. O pasa que necesito hacer un tema, porque de lo contrario no voy a poder vivir tranquilo. Entonces, me pago yo mismo el pasaje. De esa manera he hecho viajes largos y caros. Hace mucho tiempo me gané un premio económico con la revista Gatopardo y me lo gasté en ir a contar una historia de un pueblo perdido en España, que después de muchos años recién pude publicar (‘La madrastra patria’, que forma parte del libro Equipaje de mano). Otra vez vendí un auto para financiar una historia. Querer que te financien todo o que te llamen de una revista no siempre se da. Uno también tiene que hacer su apuesta.

En dos de sus libros, La vida de una vaca y Niños futbolistas, hay un elemento común: en el primero compró una vaca y en el segundo busca a un niño talentoso para ‘venderlo’ en las ligas europeas. ¿Por qué contar una historia de esa manera?

Esos libros forman parte de una trilogía de ‘periodismo cash’. En ese proyecto trato de entender la compra como una herramienta narrativa. Lo que me interesa es hablar de consumismo. Primero, en La vida de una vaca, me interesa mostrar cómo depredamos animales para comer. Y en el segundo, cómo depredamos menores de edad y niños para entretenernos con el fútbol. Luego vendrá una tercera parte.

¿Por qué le interesa el consumo?

Andy Warhol decía que ‘comprar es más americano que pensar’. Creo que ahora eso pasa con todo el mundo y me gusta la idea de convertir el ejercicio de comprar en una herramienta narrativa.

Ese ejercicio, supongo, le habrá valido la crítica de varios sectores.

Sí, muchas. En el tema de la carne mucha gente me decía: ‘Cómo se te ocurre matar una vaca y a veces me lo decían mientras comíamos carne’. O en algunos medios me entrevistaban criticándome por haber llevado una vaca al matadero y en la página de al lado aparecía el dueño de una estancia entrevistado como un gran señor, siendo que él mandaba a matar miles de vacas.

Con Niños futbolistas pasó algo parecido. Me decían que cómo podía yo comprar un niño futbolista en Latinoamérica y por otro lado entrevistaban al director del Barcelona (de España), que es la gran maquinaria trituradora de piernas de niños. Esa es una de las particularidades del ‘periodismo cash’, que se mete en lugares que no estamos acostumbramos a ver y cuestiona las contradicciones que vivimos ahora: ‘Es malo matar animales, pero comerlos es riquísimo’ o ‘es malo explotar menores, pero si se trata de fútbol, no pasa nada’.

Hay un dilema moral en el abordaje de ambos temas.

Ese precisamente es el modelo del ‘periodismo cash’: entrar en el mercado para mostrar cómo funciona. No es que yo llego como que voy a comprar un niño futbolista para en el último momento decir: ¡Señores, yo soy un cronista héroe y no lo voy a hacer! Porque al final no tendría el efecto que tiene. Por ejemplo: me ha llamado gente para hacer ONG en defensa de los niños, pero también me han llamado empresarios para decirme que se están comprando en este momento niños futbolistas gracias a lo que sale en el libro.

O sea, algunos lo ven como una gran denuncia y otros como un gran manual. Y eso es lo que buscaba: abrir un tema, no cerrarlo. Esa es mi visión de la crónica.

¿Su opinión acerca de lo ocurrido con Charlie Hebdo?

Me parece brutal que se maten dibujantes, artistas, caricaturistas, polemistas. Y en este caso no tengo dobles lecturas. Ni por un segundo voy a pensar ‘algo habrán hecho’. Lo rechazo completamente. Y estoy en desacuerdo.

¿Ha recibido amenazas o ha visto en peligro su integridad física por su trabajo?

Sí, claro. Por La vida de una vaca, por Niños futbolistas y por una crónica que se llama ‘Una granada para River Plate’, en la que me infiltré en una barra brava chilena para ir a una semifinal de la Copa Libertadores en Buenos Aires. Nos tocó vivir una jornada muy violenta y después de contar esa historia no pude ir al estadio por más de 5 años, por las distintas amenazas que recibía.

¿Hasta dónde vale la pena arriesgarse por una historia?

No hay ninguna historia que valga la pena una vida. Pero claro, por otro lado, uno no puede controlar lo que opina el resto.

Juan Pablo Meneses

Nació en Santiago en 1969. Ha colaborado en varios medios de su país e internacionales como SoHo, El Mercurio, Etiqueta Negra, y Glamour, Clarín y El Boomeran(g).

Sus obras publicadas son:

- Equipaje de mano, Planeta, 2003.
-Sexo & Poder, el extraño destape chileno, Planeta, 2004.
- La vida de una vaca, Planeta/ Seix Barral, 2008.
- Crónicas argentinas, Norma, 2009
- Hotel España, Norma, 2010
- Generación ¡Bang!, los nuevos cronistas del narco mexicano (Antologador). Planeta, Temas de hoy, 2012.
- Un día con Juan Pablo Meneses, resumen del taller de escritura dictado el 1° de marzo de 2006, en Huesca; editado por Asociación de Prensa de Aragón, España3
- Niños futbolistas, Blackie Books, Barcelona, 2013.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media