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Literatura
Jordi Gracia, autor de una biografía de Miguel de Cervantes: “El Quijote es una novela absoluta”
Ensayista prolífico de la historia intelectual de España en el siglo XX, Jordi Gracia (Barcelona, 1965) acaba de publicar una exhaustiva investigación sobre la vida de Miguel de Cervantes, de quien ahora se conmemora el cuarto centenario de su muerte. Escrita de manera autobiográfica, Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía se ha convertido en una obra imprescindible para comprender las contradicciones y las virtudes que acompañaron al, quizá, más grande novelista en lengua castellana de todos los tiempos. Gracia, catedrático de literatura española en la Universidad de Barcelona, recibe a EL TELÉGRAFO para disertar sin ataduras sobre el creador de Don Quijote.
¿Cómo surge la idea de escribir Cervantes. La conquista de la ironía?
No de mí, desde luego, porque nunca se me habría ocurrido, como no se me ocurrió a mí escribir la de Ortega y Gasset (2014); de hecho ni siquiera la de Ridruejo [La vida rescatada de Dionisio Ridruejo, 2008]. Fue una feliz sugerencia del escritor Javier Cercas, y a Cercas siempre o casi siempre le hago caso. Fue un encargo de la editorial y tuve la temeridad de decir que sí.
Debe resultar agotador sumergirse en la mente de una persona que vivió hace 400 años, con los valores, inquietudes y sueños de entonces, y con el carácter tan fuerte que forjó el autor de El Quijote. ¿Cómo lo logró?
Menos agotador que exaltante y adictivo. Fue entrar y ya no querer salir porque la relectura de su obra con la vista puesta en el autor y en la obra a la vez, dibuja un mapa moral y estético nuevo, que crece y se expande, que se matiza y organiza hasta imaginarlo con alguna coherencia y un inevitable atrevimiento.
Su pasión por el escritor español le ha llevado a leer toda su obra y anotar traducciones que ha dejado agrupadas en quince libretas. ¿Qué descubrió de Cervantes que no conociera?
Todo ha llegado nuevo y en todos los sentidos: no servía ninguna lectura mía anterior, que habían sido muchas (de hecho, un primer artículo académico sobre el Viaje del Parnaso se remonta a 1988), porque yo era otro y Cervantes, a la fuerza, iba a serlo también para comprender al sujeto que primero lucha con las armas y después lucha con la literatura y la ironía.
¿Tan necesario era traducir El Quijote? Por ejemplo, los refranes e incluso palabras que cada lector interpreta a su manera. Suena como una adaptación de una obra de aventuras a los tiempos modernos.
Esta pregunta es en realidad para Andrés Trapiello: yo no he adaptado nada pero sí he defendido el invento de Trapiello al adaptar al castellano actual el Quijote de entonces. Mis notas y notitas son los apuntes que sirven para tramar después la biografía y colocar en cada sitio, o intentarlo, el texto revelador o la cita clave.
¿Qué diferencia a Miguel de Cervantes de otros genios, como por ejemplo de Shakespeare o incluso el filósofo Ortega y Gasset, del que usted también fue un biógrafo metódico?
Lo trascedente es la invención de un género de literatura que no existe hasta que la libertad impulsa a Cervantes a meter todos los géneros de su tiempo en un solo libro de manera alegre y despreocupada. El Quijote es, además, un libro para todos, sin exclusión de nadie, excepto de los presuntuosos y sabiondos petimetres de su tiempo.
¿Por qué Don Quijote de la Mancha es una obra transgresora?
Porque desafía cualquier norma respetada de su tiempo sobre lo que debe ser la literatura y porque no cumple con ninguno de los requisitos que ha de tener la alta literatura. Es un experimento y es, además, un estallido de libertad bienhumorada, sin rencor y sin amargura, a pesar de los desengaños y de la sensación de fin de ciclo que vive la España de principios del siglo XVII.
¿Pero no ha eclipsado al resto de las obras escritas por Cervantes?
Por supuesto que ha eclipsado al resto, pero es como tiene que ser: El Quijote es una obra absoluta. Pero eso hace todavía más estimulante el intento de explicar la fragua incierta y sinuosa de esa novela en la larga peripecia de la vida de su autor que hasta sus cincuenta años no decide empujar un cuentecito o una novela breve sobre un loco que prefiere ser caballero a otra cosa. Es una obra radical e irreconocible.
En uno de sus artículos define a Cervantes como el Flaubert de los libros de caballerías.
Eso se me ocurrió hablando con Carles Geli, y lo puso en una entrevista. Venía a querer decir que del mismo modo que Gustav Flaubert dejó el juicio moral de su novela Madame Bovary en manos del lector, sin prejuzgarlo ni asomar la cabeza condenando o absolviendo, también Cervantes dejó en manos del lector el juicio que merecería un caso tan singular como el de Don Quijote y, desde luego, renunció a incordiar con didactismos impostados o falsas pretensiones instructivas.
No tiene dudas de que Cervantes y El Quijote introducen uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
No la introducen, sino que la convierten en el eje estructural de una ficción que nunca predefine lo real y el juicio de lo real desde un solo punto de vista, ya que nos ofrece el simulacro de la vida y el modo en el que nos comportamos ante la realidad.
Otra de sus conclusiones es Cervantes que fue un defensor de las mujeres. Sorprende un poco...
Lo fue como observador honrado y peleón de la realidad de un tiempo en el que la vejación era el trato natural del hombre a la mujer. Sus mujeres suelen ser despiertas y solventes, además de guapas, y desde luego sublevadas contra las condiciones opresivas de supervivencia de su tiempo, atadas por la fuerza a un amo, ya sea este el padre o el marido.
También se percibe un cierto fanatismo patriótico en el pensamiento cervantino. Algo así como que las armas y las letras son buenos compañeros de cama.
Son más que eso. Son los dos ingredientes indispensables del perfecto caballero, porque sin el buen sentido de las leyes y de las letras no hay armas justas ni modo de defender el justo orden. El joven Cervantes es, desde luego, un patriota de la fe y del Imperio, y precisamente de ahí nace el escarmiento de una inteligencia capaz de digerir de otro modo las convicciones y sin hacer de ellas leyes dogmáticas.
Otro investigador como Andrés Trapiello dijo una vez que Cervantes “escribe mal muy bien y muy bien mal”. ¿Cuál es su opinión sobre su estilo?
Que Cervantes tiene una tendencia a la dispersión libérrima de la oralidad, a la prisa expresiva, al chiste ocurrente y a la comparación divertida. En su plenitud pierde el miedo a cualquier norma de estilo porque la prosa se ha convertido en un acto de habla sin prejuicios, desdramatizada y casi siempre burlona.
Dice que todo fue muy extraño en la vida del novelista, un tipo que pasa de ser un líder subversivo a cumplir escrupulosamente con los dictados de la Corte. ¿Por qué es raro?
No es exactamente así. En la primera etapa de su vida, Cervantes intenta encajar en la vida de la corte como escritor de algún señor, pero le sale mal y abandona esa pretensión para buscarse la vida como comisario de abastos. Después ya, con la publicación del Quijote, me parece que la corte le importa bastante menos.
Al final de su vida, a Cervantes le atrapa la decepción, un cierto sentimiento de incredulidad sobre el sistema. Algo que hoy parece generalizado.
Es una incredulidad nacida de las convicciones, no de la pérdida de las convicciones. Las sigue teniendo pero ya de otro modo, más ironizadas, relativizadas y comprendidas, con sus ventajas y desventajas.