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De las palabras a los hechos

El lexicógrafo y el respeto a las palabras

El lexicógrafo y el respeto a las palabras
14 de diciembre de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Quizá pocos hayan escuchado acerca de la lexicografía. Esta materia con nombre tan extraño se refiere a la técnica de elaborar diccionarios o léxicos, y es una parte de la lingüística que estudia lo relacionado con estas obras. Los lexicógrafos son aquellas personas especializadas en investigar acerca de las características de las palabras y todos los giros que estas puedan tener. Un lexicógrafo no se contenta con la primera definición que ha escuchado acerca de un término, sino que va más allá, y busca nuevas acepciones, nuevos usos, pues entiende que el idioma es cambiante y se modifica. Si los lexicógrafos se quedaran con la primera acepción histórica de una palabra estarían negando esa dimensión social de los diccionarios de la que hablé en mi columna anterior.

Para ser un buen lexicógrafo hay que amar mucho el lenguaje, y, dentro de este amor, respetarlo. Con esto me refiero a que, al elaborar un diccionario (y al pensarlo y proyectarlo, obviamente), el lexicógrafo debe ponerse al servicio de las palabras y no poner las palabras a su servicio. Al acercarse a las palabras debe pensar en ellas dejando de lado sus propias opiniones y experiencias. Un lexicógrafo que quiera plasmar sus subjetividades en las definiciones de un diccionario general no demuestra respeto por las palabras ni los lectores, y mucho menos por su quehacer de lexicógrafo, por el método y la ética. Seguramente pensarán que no es posible que una persona, con sus subjetividades y bagajes, pueda ser totalmente objetiva al definir un término; es complicado, pero creo que por lo menos se debe hacer el intento. Alguien que ame las palabras y las respete no puede dejar de ‘exprimirlas’, de sacar de ellas todo el potencial significativo que tienen, un buen lexicógrafo debe dejar hablar a las palabras, que son el reflejo de quienes las usan.

El lexicógrafo tampoco puede dejar de lado al usuario. No estaría completa una investigación lexicográfica si no se tomara en cuenta que las palabras caminan por la calle y es este trajinar el que las va dotando de significados. Un diccionario escrito basándose solo en definiciones ya escritas sería solo un refrito, no una obra nueva que aporte a la sociedad. Obviamente hay diccionarios y diccionarios, y seguramente el ‘gran diccionario’ nunca terminará de escribirse. Por eso es importante que quienes escriben diccionarios sean muy constantes, muy sutiles, muy perspicaces, porque en el momento en que una definición se escribe ya existe otra que se está fraguando en el uso. Como vemos, ser lexicógrafo no es fácil, pues esas obras portentosas que son los diccionarios están en constante construcción. Además, no se puede ser un lexicógrafo de oficina, de burocracia. Para serlo hay que salir a la calle y estar atento a las palabras, tratarlas con cuidado y ser su voz.

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