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El documental no es para informar

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Más o menos al mismo tiempo en que terminaba su documental Santiago (2007), el brasileño João Moreira Salles (1962) empezaba a dirigir el periódico público Piauí, cuya última portada muestra al presidente interino de Brasil, Michel Temer, totalmente desnudo con una corona de oro sobre su cabeza. Que un periodista sea al mismo tiempo director de documentales tiene sentido: la realidad es un aspecto que comparten el cine de no ficción y el periodismo. Pero Moreira entiende que hay una diferencia básica, algo que lo cambia todo: El documental no es para informar, sino para dar una experiencia.

João Moreira Salles ha transitado por todas las veredas pero se ha estacionado en pocas: es economista aunque no ejerce; ha hecho tantos y tan diversos documentales (sobre política, música, literatura, fútbol y asuntos personales, entre otros) que es considerado uno de los cineastas brasileños más importantes y completos de América Latina; fue amigo íntimo y colaborador del fallecido Eduardo Coutinho, de quien produjo y editó su película póstuma Últimas conversas; y es director de la revista mensual Piauí, cuya última portada muestra al actual presidente interino de Brasil, Michel Temer, sonriendo y desnudo con una corona sobre la cabeza. Moreira ha sido uno de los invitados especiales a la XV edición del festival Encuentros del Otro Cine (EDOC), en el que se ha exhibido su película Santiago y Últimas conversas.

En 1992, João Moreira Salles comenzó a filmar un documental sobre Santiago, quien por 30 años fuera el mayordomo de su familia. “Cuando intenté montar la película la primera vez, yo no era un personaje, y no funcionó porque lo más importante y verdadero es la relación entre Santiago y yo, que era de afecto, de amor, pero también de poder”, dice Moreira, que al inicio sentía que algo fracasaba, que era falso. La película fue terminada recién 15 años después. El documental reflexiona sobre los errores que cometió el director al encarar a Santiago, pues lo encasillaba en un rol fijo, sin dejar campo a su libre expresión. Solo con un montaje autocrítico y sincero del director, Santiago pudo ser redimido ahora que ya no está.

La travesía que significó la realización de Santiago pone de manifiesto un gran problema a la hora de contar una historia: ¿debe el autor incluirse? “La mirada persona es importante, pero cuando no es necesaria, es puro narcisismo”, dice Moreira, quien advierte que en el documental contemporáneo está de moda contarlo todo desde la mirada personal. “Algunas de estas películas son maravillosas, pero otras puramente vanidosas”, sentencia.

La mirada del autor también fue un problema a la hora de terminar Últimas conversas. Eduardo Coutinho era toda una celebridad del documental. En 1985, había ganado el premio de la crítica internacional del festival de cine de Berlín por su documental Cabra, marcado para morir, que registra los movimientos campesinos del norte de Brasil a través de la vida (y muerte) del dirigente João Pedro Teixeira. En 2012, el EDOC le dedicó una retrospectiva y distribuyó el libro El Otro Cine: Eduardo Coutinho, una colección de ensayos en español dedicados al cine del maestro brasileño.

Entonces, tras el fallecimiento de Coutinho, la pregunta era cómo editar: ¿como él quería hacerlo, o como una película de Moreira Salles y Berg? Hicieron las dos. La primera versión (que nadie ha visto), fue editada según lo que creían que Coutinho habría hecho. “Sabíamos cómo pensaba, cómo se relacionaba con los personajes y había incluso hecho notas en las entrevistas de papel: Sabíamos qué personajes le parecían interesantes”. Pero al final, les pareció falso. Entonces, crearon la segunda versión, que incluye el proceso de rodaje y muestra la forma en que Coutinho se relacionaba con esa película en particular. “No fue fácil para él, y se transformó en un personaje”. Basada en conversaciones entre jóvenes estudiantes brasileños y el director poco antes de su muerte, en febrero de 2014, Últimas conversas trata de entender cómo piensan, sueñan y viven los adolescentes de hoy. Coutinho tenía “una mirada muy nueva sobre lo que es el cine de no ficción”, dice Moreira Salles.

Últimas conversas aún será proyectada tres veces en el marco del festival EDOC, que concluye el martes 31 de mayo en Quito y el viernes 3 de junio en Guayaquil.

Moreira Salles Inició su carrera en 1985 como guionista de una serie documental para televisión, y es conocido por su documental Nelson Freire (2003), sobre la vida y obra de uno de los principales pianistas brasileños de la actualidad. Con una documentación minuciosa y delicada sobre la rutina de Nelson Freire, la película muestra en 31 bloques temáticos la vida y obra del célebre pianista brasileño con secuencias filmadas en Río, Sao Paulo, Francia, Bélgica y Rusia, y algunas escenas de sus presentaciones alrededor del mundo.

Otras de sus obras conocidas son Noticias de una guerra particular (1999), documental sobre el estado de violencia urbana en Río de Janeiro, codirigido con Kátia Lund, y Entreatos (2004), que muestra los bastidores de un momento histórico de la vida política de Brasil: la campaña de Lula da Silva a la presidencia de su país en 2002.

La frontera entre contar y contar

Soy un documentalista accidental”, dice Moreira. Sus influencias vienen más bien del periodismo que del cine (hasta que conoció a Coutinho). Seguidor del periodismo narrativo norteamericano, Moreira sostiene que “el periodismo es muy, muy bueno para dar información; el documental en cambio, es bueno para dar experiencia”.

En su documental Nelson Freire, no da información biográfica sobre el pianista. “Eso está en Wikipedia”, dice, y explica que es poco eficiente hacer un documental para decir dónde nació Freire, cuántos años tenía cuando empezó a tocar, o cuántos discos vendió. “¿Para qué hacer eso? Pero si consigo hacer un documental que mete al espectador en la cabeza de un gran músico clásico, que hace experimentar el ambiente sonoro de alguien que hace música para vivir, eso es interesante. Esa no es la función del periodismo”.

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