Publicidad
Dave Grohl: la película hecha por amor a una consola de grabación
Esta es una historia de amor. Punto.
A sus 20 años, Dave Grohl ya había grabado algunos discos. De esos caseros, que se hacen en el sótano de la casa de algún amigo. Por eso cuando entró al estudio Sound City, en Van Nyus, California, en mayo de 1991, vio que esta vez iba en serio. No solo que era su primer disco con una empresa grande, David Geffen Records, sino que lo iba a grabar en un estudio donde antes habían trabajado Tom Petty and the Heartbreakers, Slayer, Fleetwood Mac y sus adorados Fear.
Era un lugar insalubre, que casi no se limpiaba porque creían que hacerlo iba a cambiar la calidad de lo grabado. Caminó entre trozos de alfombra rasgada, entró a esa sala inmensa y tocó la batería. Los golpes necesarios para convertirse en leyenda. El pa tu tu pa tu tu pa tu tu pa tu que le seguía al riff que Kurt Cobain le había prácticamente robado a More than a feeling de Boston, para hacer Smells like teen spirit. Se enamoró del sonido que el estudio podía conseguir para su instrumento. “¿Por qué suena tan bien?”, preguntó. Le explicaron que era por la consola que tenían, la Neve 8028.
Suficiente. Nació el amor y el amor nunca murió.
Pero murió Cobain, murió Nirvana, murió el siglo. Llegó su nueva banda, los Foo Fighters, y otra vez el éxito. En 2011, Grohl se enteró de que Sound City iba a cerrar y que estaban rematando todo. No perdió tiempo. Dijo que quería la consola Neve y dio un valor. Semanas después le respondieron: “Es tuya”.
El día en que fue al estudio a retirarla, decidió llevar un equipo de filmación. Para él eso era histórico, así que llamó a su amigo Jim Rota (parte de la producción de las películas de la saga de Narnia) para que armara un grupo que registrara todo. Un día después, Grohl lo supo: Quería hacer un documental sobre Sound City, el gran estudio de grabación.
Lo que se ve
Si bien muchos críticos y el público en general han tratado bien al documental Sound City, desde su estreno en la pasada edición del festival de Sundance, el documental no dista de ser un trabajo regular de Discovery Channel. La historia sigue un sentido lógico: ¿Por qué la pasión por el estudio? ¿Qué lo hizo importante? Su historia en los años setenta, ochenta, noventa, en los años 2000 y hasta su cierre… al ser el último dinosaurio que en plena época de lo digital (y de programas que arreglan todos los errores) prefería grabar en cinta, de manera analógica, según la vieja escuela. Y eso le pasó factura a sus dueños.
Grohl realiza un análisis del rock y de la música, de las vidas que se tocan en el camino y de lo que significa registrar la música en cinta. En un nivel mucho menos explícito, Sound City es un documental de cómo en los últimos años se ha perdido algo de magia y de dedicación en la música; quitándole, como define el director, ese “elemento humano” al sonido, “su alma”. Sound City intenta llegar al alma de la música , hablando de este sitio y de su consola, como si de la Capilla Sixtina se tratase.
Desde luego, uno a veces no sabe en qué sentido se moverá el documental y el tono que le quiere imprimir Grohl. El director primerizo tiene el mérito de que su sola presencia hizo posible que gente como Rick Springfield, Lee Ving, Stevie Nicks, Neil Young, Barry Manilow, Rick Rubin, Mick Fleetwood, entre otros, se unieran y hablaran del lugar. Y a veces nos quedamos con la diversión de ver a estas figuras musicales hablando de lo que saben, otras veces con el humor que Grohl lucha por incluir en el metraje (casi siempre sin necesidad, como sucede en su conversación con el creador de la consola, Rupert Neve) y otras con una historia que ya sabemos cómo va a terminar.
Entonces pasa.
Dave Grohl lleva a su nuevo/viejo amor, la consola Neve, a su estudio personal, Studio 606, y decide llamar a varios amigos a grabar y recuperar en algo ese sonido que tanto adora. La última media hora de Sound City es realmente el documental. Es el trabajo de grabación de Sound City: Real to reel. Músicos geniales en un estudio, armando canciones al andar, grabando. Y solo con ver a Paul McCartney tocando con lo que queda de Nirvana (Pat Smear, Krist Novoselic y el propio Grohl), la entrada está pagada.
Lo que se oye
El disco, que esta semana acaba de salir a la venta, es un conjunto de 11 canciones. Es un disco sobre la nostalgia, pero no desde la melancolía, sino desde el deseo de recapturar el pasado y reproducirlo, para darle otra oportunidad.
Aquí estamos ante la mezcla de edades y sensibilidades: Josh Homme, de Queens of the stone age, deja en claro por qué su nombre importa en el rock; Paul McCartney recupera la agresividad estilo Helter Skelter (nada mal para un tipo de 70 años); Corey Taylor se saca la máscara de Slipknot y canta una maravillosa From can to can’t; Rick Springfield muestra un lado más duro; Lee Ving es el viejo punker que sigue luchando por escupirte en la cara… Todos filtrados por la Neve 8028. Todos devolviéndole el lado humano a la música.
Dave Grohl no es un gran director. No es ni siquiera un director decente. Sound City es algo que no tendría importancia si su nombre no estuviera asociado con el proyecto. Pero importa porque es un paréntesis, un documento sobre algo que tuvo su momento y que ya no está. Es un discurso muy obvio y hasta adolescente que funciona: la música puede ser algo que funcione cuando hay algo “más”.
Claro, es mucho mejor si tienes una Neve 8028 para grabar ese sonido.