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Cela: Poliedro de sí mismo

1. Los proscritos

En la historia de la literatura siempre han existido escritores proscritos, como personas y como obras. En la Europa del siglo XX, por ejemplo, están los casos más conocidos: Knut Hamsun, gran escritor noruego, premio Nobel de Literatura en 1920, quien en un entusiasmo exacerbado en 1943, ofreció en acto público la medalla de su Nobel a Joseph Goebbels, amigo íntimo de Hitler y ministro de propaganda de la Alemania Nacionalsocialista, tenía 84 años y a esas alturas resultó ser un tonto útil para el régimen nazi, que había ocupado su país, dejándose obnubilar el escritor por la parafernalia del ejército imperial del Führer. Con semejante acto público, el antes admirado y galardonado autor, fue castigado con el olvido por mucho tiempo más allá de su muerte, a causa de su decisión política en el ocaso de su vida. Lo condenaron por traición a la patria. Fue ignorado por los que lo habían galardonado antes de su decisión política, y los jueces lo condenaron a pagar su traición, quitándole gran parte de sus bienes. Murió despreciado, anciano, ciego y casi sordo.

También está el caso de Louis-Ferdinand Céline, escritor francés conocido sin duda en todo el mundo de las letras por su novela Viaje al final de la noche, quien no negó nunca su opinión en varios panfletos antisemitas, siendo esta la causa de que su imagen y obra sea también mira de la prohibición por ciertos grupos que consideraban su obra una extensión del hombre, incluso en 2011, el gobierno francés quiso rendir un homenaje a su memoria pero la polémica y la presión de grupos sociales pudieron más, así, este autor también entra en la lista de los proscritos, al menos durante cierta parte del siglo XX.

También están el poeta mayor y piedra de fundamento estético para la generación Beatnik: Ezra Pound. Quien por su admiración a Mussolini y al fascismo, haciendo propaganda por el Eje en radio y prensa desde Italia durante la Segunda Guerra Mundial, es condenado también al grupo de los proscritos. Cuando fue tomado prisionero por los partisanos y llevado a prisión, decidió tomar un nuevo rumbo de pensamiento, al menos en esa época, y reflexionar sobre la ruina de la guerra en Europa, su vida se salvó gracias a la influencia de intelectuales amigos, quienes lograron, una vez que Pound, luego de la guerra, se entregó al ejército estadounidense, que lo declarasen loco, evitándole así una casi segura pena de muerte.

Giovanni Papini es otro caso para los proscritos en el siglo XX, con un acercamiento abierto y orgulloso hacia el fascismo, Papini obtuvo beneficios puntuales del régimen de Mussolini. En 1937, publica su primer y único ejemplar de la Historia de la literatura italiana, con esta dedicatoria: “A el Duce, amigo de la poesía y de los poetas”, fue vicepresidente de la Federación Europea de Escritores desde 1942, la fecha no es coincidencia, cuando cae el régimen fascista en el 43, él se interna en un convento franciscano en Viena donde permanece mientras afuera es duramente criticado.

Las vidas, circunstancias y destinos de estos personajes no son tan simples como para interpretarlos de una manera laxa, a blanco y negro, o bueno o malo, la complejidad de cada una de sus vidas hace que haya estudios específicos sobre sus vidas, y sus obras que, afortunadamente, han sido salvadas del castigo histórico a manera de olvido voluntario, por parte de sus detractores y enemigos. Todos han cometido el error de la pasión política de una u otra forma coyuntural en sus vidas, pero no estamos aquí para juzgar sus tendencias políticas más que a sus obras, que no siempre tienen que ver con sus errores históricos, de ahí que el personaje que nos incumbe en este artículo, sea también objeto de controversia y admiración literaria, al mismo tiempo.

“(...) el problema que puede tener la percepción de un autor para con su obra y su vida es el que se ha citado antes: no siempre el hombre es su obra y viceversa”.2. Rasgos

Polémico hasta el día de hoy, investigado y ampliamente criticado, Camilo José Cela es un autor que sigue siendo actual. Sin embargo, el problema que puede tener la percepción de un autor para con su obra y su vida es el que se ha citado antes: no siempre el hombre es su obra y viceversa. Camilo José María Manuel Juan Ramón Francisco Javier de Jerónimo Cela Trulock, es bautizado así, con ese grandilocuente y extenso nombre, en la Colegiata de Santa María la Mayor de Adina en 1916, en La Coruña, España.

Veamos aquí algunos rasgos relevantes de su vida, su obrar, y su obra: recibe el título de Marqués en 1996 por el rey Juan Carlos, aunque este es uno más de la larga lista de reconocimientos a su quehacer cultural, político y específicamente literario con su aporte e inauguración del tremendismo en la novela española de los años cuarenta del siglo XX, con su primera obra en prosa La familia de Pascual Duarte. Cela tiene a su haber más de una decena de reconocimientos a nivel europeo y mundial como el Premio de la Crítica de Narrativa Castellana, el Premio Nacional de Narrativa, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, Premio Nobel de Literatura en 1989, Premio Planeta y el Premio Cervantes, entre los más destacables, este último, fue un premio que algunos textos desinformados se han encargado de afirmar erróneamente que Cela lo rechazó, cuando en realidad lo recibió en diciembre de 1995, no sin antes haber ya soltado la famosa y polémica frase de que el Cervantes era “un premio cubierto de mierda”. De ahí el malentendido de su supuesto rechazo a tal galardón.

3. Inicios

Hijo de un gallego y una anglo-italiana, el primogénito de 9 años se traslada con su familia a la ciudad de Madrid en 1925. No fue un niño enfermizo, sin embargo, en 1931 sería internado en el Sanatorio Antituberculoso de Guadarrama, se sabe que en su tiempo obligado de quietud a causa de la enfermedad, en esta institución, el joven Cela aprovechaba leyendo intensamente a autores como Ortega y Gasset y la colección de la BAE (Biblioteca de Autores Españoles) de Manuel Ribadeneyra —editor, viajero, amigo de Andrés Bello y empresario del siglo XIX obsesionado con publicar y rescatar del olvido las obras clásicas de la literatura española—. Así se sabe de ciertas lecturas que van formando la visión y el gusto estético del joven autor, la estancia en este “pabellón de reposo” le serviría más adelante como inspiración para una de sus novelas más conocidas.

Una vez afuera, y terminados sus estudios secundarios (1934) frecuenta de oyente la recién creada Facultad de Filosofía y Letras donde Pedro Salinas daba cátedra. En aquel tiempo también conoce a Miguel Hernández y Max Aub, entre otros intelectuales de la época. Sin embargo, antes de frecuentar la facultad de Filosofía, donde esboza sus primeros poemas confiando sus inéditos a Salinas, Cela se había decidido a estudiar Medicina, se inscribe en la Complutense, asiste, pero dura poco, los días en Madrid ya comenzaban a agitarse, eran los albores de la Guerra Civil, Cela no necesariamente abandona Medicina para dedicarse de lleno a la literatura, sino que aparte, está interesado en actuar para defender sus principios y creencias de joven novato en la política y en su visión del mundo, así, se enlista en las líneas franquistas, es decir en el llamado bando “sublevado”.

No se podría afirmar denodadamente que Cela tenía clara una panorámica visión del conflicto español para ese entonces, o al menos no todavía; incluso hoy, en nuestros días, la Guerra Civil Española es un conflicto difícil de entender para el común de los observadores, con muchas lecturas sobre las causas y las consecuencias de aquel proceso (aunque se tengan claras las identificaciones ideológicas por parte de los bandos) como señala el historiador e hispanista norteamericano Edward Malefakis: “en la España de 1936, aunque una parte de los militares iniciara la contienda, la guerra no puede definirse —como a veces sigue haciéndose— como la lucha de los militares —o del Ejército más un puñado de terratenientes ricos y jerarcas eclesiásticos— contra el resto de la sociedad. Sin el apoyo de muchos españoles —en especial de las clases medias y altas, pero también de las humildes: millones de pequeños propietarios y gente religiosa—, el alzamiento no se hubiera convertido en guerra civil, pese a la mayor eficacia militar con que los rebeldes contaban al principio”. Es decir hubo una gran confusión y agitación en sus inicios. Entiéndase “rebeldes” en el texto citado, a las tropas militares franquistas, quienes se sublevaron ante el gobierno democrático de ese entonces.

Ahora bien, más que ver un papel un tanto precipitado por parte del joven Cela en su actuación en la Guerra Civil (ínfima actuación si se la mira bien: recién recuperado de la tuberculosis y con 20 años, logra enlistarse en el bando franquista: lo hieren en el frente y luego lo internan en Logroño, al norte de España; no tuvo gran hazaña en definitiva, ni como héroe ni como criminal de guerra) Cela fue un entusiasta en ese entonces, desde luego, pero nunca estuvo lejos de esas causas, ya en su madurez intelectual, se sabe ahora, que sí pudo haber contribuido de manera más soterrada a la dictadura del franquismo. Sin embargo él mismo se encargó de ir tomando poco a poco con los años una actitud alejada de todo tipo de dogma, político sobre todo.

“(...) desde hace algunos años atrás, aparece una carta de supuesta autoría
de un joven Cela de 21 años quien ofrecía sus servicios al gobierno franquista como delator (...)”.
4. Anécdotas

Su figura pública fue de menor a mayor, haciéndose una leyenda viva con sus actos e ironía, no al igual que su calidad literaria que tomó el rumbo contrario, de mayor a menor. Pero sin duda era un personaje bastante carismático a la hora de expresarse, como reza el dicho: se hubiera podido meter en el bolsillo a muchos contertulios, ganando adeptos a su personalidad y entonces a su obra. De las anécdotas más sonadas están las siguientes: cuando se tiró un sonoro pedo en el Senado mientras hablaba mosén Lluís Maria Xirinacs, años más tarde, en una entrevista televisiva, cuando le preguntaron si esto había sido cierto, él manifestó: “esto es mentira —en tono irónico— para interrumpir un discurso en el Senado, a cualquiera, haría falta un elefante, no un gallego”, e inmediatamente continuó con esto en el programa en vivo: “por ejemplo, la habilidad que tengo que es la de absorción de un litro y medio de agua por vía anal (…) esto lo hace muy poca gente”. O en aquella otra ocasión en que el mismo senador le preguntó si estaba quedándose dormido y él le contestó: “Monseñor, no estoy dormido, estoy durmiendo”. A lo que el mosén le respondió: “¿Es lo mismo, ¿no?”. “No, monseñor, son cosas distintas, no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo“. O la ocasión en que arrojó a la piscina a una periodista novata y nerviosa que le preguntaba cosas como: “¿qué actitud tomaría Camilo José Cela si de repente una señora muy imponente le dijera, como a Sandokán, que quería un hijo suyo?, a lo que el escritor espetó una pequeña risa, y exclamó: “¡Jo! ¡Pero qué disparate!” E inmediatamente la arrojó con micrófono y todo al agua, para luego darle la mano llamándola y diciendo: “ven acá, no te ahogues, sube, sube, anda”, y una vez mojada y parada nuevamente en el filo de la piscina, lanzarla por segunda vez diciéndole “para que hagas preguntas a la gente, para ver si escarmientas”… Son muchas las anécdotas de este personaje, que sin duda es muy complejo, difícil de descifrar, un hombre de derechas en un principio y luego un hombre alejado de los centros de poder. Entre sus buenas amistades se encontraban gentes de variopintos registros políticos.

26-05-13-cp-Cela-35. La controversia

En las redes sociales, desde hace algunos años atrás, aparece una carta de supuesta autoría de un joven Cela de 21 años quien ofrecía sus servicios al gobierno franquista como delator; sin embargo, hasta la fecha no se ha podido comprobar si la carta, aunque con léxico muy adecuado para el personaje, sea o no, de puño y letra de él. En un artículo publicado por Javier Villán Zapatero, escritor y crítico español (Premio de la Crítica de Castilla y León) se lee lo siguiente:

En l974 fue nombrado presidente del Ateneo de Madrid, cargo que no llegó a ocupar; dimitió antes de tomar posesión, como protesta contra la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich en marzo del mismo año. Como respuesta a esta y otras actitudes de cauto liberalismo conservador, pero democrático, sus antiguos amigos franquistas publicaron en el periódico El Alcázar un viejo documento que comprometía a Camilo José Cela con el aparato de represión fascista. Se trataba de una solicitud dirigida en l938 al Comisario General de Investigación y Vigilancia en términos como los que siguen: “Que, habiendo vivido en Madrid los últimos 13 años, cree poder prestar datos sobre personas y conductas, que pudieran ser de utilidad”. No hay datos ni constancia de que la solicitud fuera aceptada y algunos sugieren que pudo ser una estratagema para eludir peligros. Pero el documento, recogido posteriormente en un libro de la editorial Aka, sirvió para que sea acusado de traición a sus convicciones. Esta fatalidad de la contradicción ha marcado cruelmente parte de la vida de Camilo José Cela”.

Y pues a la pregunta de que si trabajó de sensor en su juventud para el régimen franquista, él mismo lo ha afirmado, no necesariamente de delator, pero sí de censor: “Cela sí que fue bastante explícito al declarar que su actividad de censor se limitaba a algunas hojas volanderas, periodiquillos sin importancia que no necesitaban ni siquiera ser censurados”. Esto es lo que se sabe de su juventud franquista. Y con esto, continúa Villán Zapatero: “Con la llegada de la democracia, Camilo José Cela es designado Senador Real y aprovecha su puesto en el Senado para intervenir en la revisión lingüística del texto constitucional y en la defensa del español. Este mismo adaptó para el teatro Bellas Artes, de José Tamayo, La Celestina de Fernando de Rojas, según propia declaración, “puesta respetuosamente en castellano moderno por Camilo José Cela”. Lo que es irónico sin embargo, en su etapa franquista, es que dos de sus primeras novelas hayan sido censuradas por el régimen, como relataremos a continuación.

“(...) hasta la década
del ochenta, publicó
casi una decena
de libros de lírica. Pero sin duda su obra
más importante se encuentra en su novelística”.
6. Obras

Cela tiene casi un centenar de libros publicados, entre novelas, narraciones, fábulas, poesía, cuadernos de viajes, memorias, lexicografía, artículos y ensayos, etc. Su producción literaria, como se señaló anteriormente, no ha tenido el mismo derrotero que su creciente imagen como el personaje Cela. Mientras sus libros fueron de una gran calidad a una bastante cuestionable, su autor pasó de ser un sujeto conocido localmente, en el medio literario de Madrid, a un personaje mítico que generaba críticas en varias partes del mundo.  

Sus inicios se dan en la poesía. Pisando la dudosa luz del día es su primer poemario, que fue trabajado en 1936, en los primeros meses de la guerra civil, pero no es hasta 1945 que lo publica, el título proviene de un verso de La Fábula de Polifemo de Luis de Góngora, texto con obvia influencia del vate culterano, pero también de Quevedo, Fray Luis, Neruda y Alberti. El tono de algunos versos es de un registro pesimista, a causa de la guerra y de la muerte de su entonces novia Toisha Vargas. En una sección del libro que se titula Himno a la muerte se pueden encontrar los poemas más conmovedores: “Ahora que ya tus ojos son como sal, y fértil / Tu inmensa boca es un volcán difunto. / Ahora que ya los lobos y las piedras, / Tus vestidos pegados cual olvidadas vendas / Y este atroz mineral que extraje de tu pecho, / Son reliquias tan ciertas como antiguos abrazos. / Ahora que tus axilas pueblan de olor el mundo / Donde yo con mi piel de viudo te presiento”. Es su primer libro, también tuvo por la misma época un proyecto de varios libros de poesía en uno solo, que se titulaba El monasterio y las palabras proyecto que vio la luz también en 1945. Y por las mismas fechas, hasta la década del 80, publicó casi una decena de libros de lírica. Pero sin duda su obra más importante se encuentra en su novelística. Destacan los siguientes trabajos:

“Lo importante
es la suma de las
mismas, que conforma un conjunto de vidas cruzadas, como las celdas de una colmena”.
La familia de Pascual Duarte
(Madrid, 1942) Inscrita en el Tremendismo, es una novela que se basa en la transcripción de las supuestas memorias del campesino Pascual Duarte, quien desde la cárcel y esperando la muerte por garrote, decide contar su vida y las acciones atroces que ha cometido. En su tiempo, esta novela fue la segunda más traducida en España luego del Quijote. Es uno de los títulos más vendidos. Pascual Duarte “abre un tiempo narrativo de estupor social y político, una apuesta anticonvencional y de ruptura que tuvo gran acogida”, señala el crítico Villán. Calificada de “estética de la violencia”. La tercera edición de la novela, tras dificultades de censura en España, tuvo que salir en Buenos Aires.

Pabellón de reposo (Madrid 1943) Novela que relata la vida de un grupo de personajes que conviven en un sanatorio para tuberculosos, donde ponen a prueba su carácter en la lucha diaria contra la muerte, expresándose en cartas y otros escritos, dentro de esta atmósfera sombría, lúgubre. Se distribuye en una serie de relatos intercalados a lo largo de la novela, con alto nivel poético en su prosa. Este libro fue inspirado en su experiencia en el Sanatorio Antituberculoso de Guadarrama, como se ha indicado, cuando cayó enfermo en su juventud.

La colmena (Buenos Aires, 1945) Fue publicada en Argentina a causa de la censura, en España lo hizo en 1951, la estructura de esta novela está compuesta de seis capítulos. “Cada capítulo consta de un número variable de secuencias de corta extensión, que desarrollan episodios que están mezclados con otros que ocurren simultáneamente. De esta manera el argumento se rompe en multitud de pequeñas anécdotas. Lo importante es la suma de las mismas, que conforma un conjunto de vidas cruzadas, como las celdas de una colmena”. Se han contabilizado los personajes y llegan a más de 300.

Mrs Caldwell habla con su hijo (Barcelona, 1953) Aquí Cela utiliza como soporte para un interesante experimento literario el recurso del manuscrito hallado. Según nos advierte al iniciarse la novela, Mrs. Caldwell murió en el Real Hospital de Lunáticos de Londres. Dejó dispuesto que sus escritos fueran entregados a Camilo José Cela, a quien conociera como joven vagabundo en Pastrana, en su viaje a la Alcarria. El escritor, a la vista del manuscrito y recordando el afecto que sintió por la vieja y extravagante dama inglesa, decidió publicarlos. El libro contiene las cartas que Mrs. Caldwell escribió a su hijo Eliacim, muerto en plena juventud en las aguas del mar Egeo. A través de las páginas se nos va desvelando la psicología compleja y atormentada de la mujer, que ha convertido a su hijo difunto en mudo interlocutor de su seductora y alucinante melodía narrativa.

Oficio de Tinieblas 5 (Barcelona, 1973) Catarsis anímica para teorizar mediante ejemplos prácticos, sobre el oficio de escritor: una tarea llena de tinieblas. Aquí la verdad y la ficción entreveran sus influencias mientras Cela escribe sobre el hecho de escribir escribiendo textos —valga la redundancia— en los que expone todo lo que generalmente se guarda en el fuero interno respecto al tema. Cito: “El oficio de tinieblas que no es el infierno y sus demonios aunque sí pueda parecer su pasión y su máscara su antifaz de color cuaresma amarillo morado con ribetes de verde lechuga en el que se guarecen los hombres para llorar a solas la pálida lágrima de la vergüenza”. Nótese el ritmo, ese juego con la ausencia de puntuación. A su haber también existe Mazurca para dos muertos y la novela corta Café de artistas, dos novelas que aún mantienen la calidad inicial con la que trabajaba el autor, así como las adaptaciones y traducciones de obras de teatro como La resistible ascensión de Arturo Ui de Bertolt Bercht, La Celestina y El Quijote, entre otros. Luego se tienen trabajos como La Catira novela ambientada en Venezuela y que según estudios realizados, la escribió por encargo, siendo de una calidad dudosa por la impostura de un lenguaje que no era exactamente fiel al lenguaje coloquial utilizado por la gente de Venezuela, recibió duras críticas por esa obra. Y así una infinidad de obras menores sobre viajes y otras pequeñas historias que no tuvieron la relevancia que alcanzó su primera etapa narrativa.

En una entrevista con Joaquín Soler Serrano, en el ya famoso programa de Tv A fondo Cela se confiesa y dice: “El ser humano no es plano, es más bien un poliedro, tenemos muchas caras y muchas vidas (…) es posible que uno sea todo esto al mismo tiempo. (…) Yo creo que la técnica va confundida con el propio libro. (…) A mí escribir un libro me cuesta muchísimo trabajo, hay quien me ha dicho: ‘yo una novela la hago en dos meses’, y yo le dije ‘ya, ¡se nota!’ Y le pareció mal. (…) Trabajo ocho a 10 horas diarias todos los días, y por burro que sea uno, al final algo te saldrá”.

Cela, ante todo, como el poliedro confeso que ha sido, es un autor sincero y comprometido con su obra, con su literatura, se nota una gran honestidad en todos sus libros, se ha planteado las dificultades, no las cosas fáciles, como él mismo lo ha dicho, ahora resta, pues, que no caiga en la muerte del olvido por una afinidad política de juventud que no llegó a trascender. Su narrativa es un viaje necesario para cualquier lector, sería necesario, y justo, adentrarse en el universo narrativo de este gallego Premio Nobel.

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