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Alejandro Chanabá: “Se debe dragar (del río Guayas), con planificación. Hay que identificar las zonas críticas”.

La prefecta Marcela Aguiñaga finalizó de forma unilateral el contrato del dragado del río Guayas.
La prefecta Marcela Aguiñaga finalizó de forma unilateral el contrato del dragado del río Guayas.
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El contrato para el dragado del río Guayas fue terminado de forma unilateral. Así lo anunció el pasado 8 de mayo la prefecta de Guayas, Marcela Aguiñaga, quien atribuyó la decisión al incumplimiento de metas y a la acumulación de multas por parte del consorcio Dragando por Guayas.

Según Aguiñaga, las penalidades superaban los USD 2 millones, lo que representaba el 5,3% del valor total del contrato, que ascendía a USD 44 millones. El objetivo de la obra, adjudicada durante la administración de Susana González, era retirar cerca de 6,28 millones de metros cúbicos de sedimento del islote El Palmar, con el fin de reducir el riesgo de inundaciones en Guayaquil, Durán y Samborondón.

González, por su parte, publicó un video en redes sociales en el que defendió el proyecto. Aclaró que el dragado tenía dos metas principales: mitigar las inundaciones y recuperar la navegabilidad del río. “Jamás dije que no habría inundaciones”, expresó.

Pero Aguiñaga fue contundente: “Heredamos un contrato fallido por una draga mal planificada”. Aseguró que la nueva visión apunta a una recuperación integral del río Guayas, impulsada junto a la mancomunidad interprovincial que integran Guayas, Bolívar, Cañar, Chimborazo, Los Ríos, Manabí, Santo Domingo y próximamente Cotopaxi.

Además del dragado, se considera clave enfrentar las causas estructurales de la sedimentación: deforestación, expansión urbana desordenada y fuentes de contaminación.

¿Cómo debería realizarse un dragado efectivo en este escenario? Alejandro Chanabá, decano de la Facultad de Ingeniería Marítima y Ciencias del Mar de la Espol, ofrece respuestas técnicas que pueden marcar la diferencia.

¿Qué tipo de sedimentos se acumulan en el río Guayas y de dónde provienen?

En condiciones normales, un río tiene una sola dirección: baja desde la sierra hacia el mar. Pero nosotros no tenemos un río, tenemos una ría, porque tiene corrientes de entrada y salida. Específicamente, estamos hablando del estuario del Guayas, que funciona como una olla: todo lo que baja de la cordillera se queda atrapado aquí.

Incluso sin lluvias o deslaves, siempre hay sedimentos. Cuando sube la marea, entran sólidos en suspensión, y al bajar, salen. La diferencia entre lo que entra y lo que sale se llama tasa de depósito, que depende del tipo y tamaño de las partículas: arena, arcilla, tierra, basura, etc.

Con las últimas lluvias —que fueron fuertes aunque no hubo fenómeno de El Niño— todo eso bajó de la cordillera y se concentró aquí. Mucho de eso es consecuencia de la deforestación. Al talar árboles y remover la vegetación, dejamos las laderas expuestas y los deslaves son inevitables. Eso arrastra palizada: troncos, ramas, basura, incluso llantas. El agua arrastra todo eso hacia el estuario.

¿De dónde exactamente vienen esos sedimentos?

Vienen desde la cordillera, desde el Chimborazo, incluso. El agua busca siempre la salida más rápida, y cuando encuentra obstrucciones, eso genera inundaciones, tanto en la parte alta como en la baja.

¿Cuál es la importancia del dragado en este contexto?

Se draga por varias razones. Una es estética, para mantener la ría sin bajos —esas acumulaciones de sedimentos. Otra, que es la que más nos compete ahora, es mantener el canal de navegación abierto. Ese canal debe tener cierta profundidad, definida por estudios, para permitir el paso de embarcaciones.

Por ejemplo, se habló de dragar el islote El Palmar, pero eso es caro. Es un islote consolidado, ya prácticamente está unido a tierra firme. El agua lo rodea por la izquierda y va formando otro canal. ¿Qué tan profundo es ese canal? No lo sabemos porque no se ha hecho una batimetría, que es la medición de profundidades en distintos puntos del río.

¿Existe una profundidad recomendada para mantener el canal navegable?

No existe un número estándar. Eso depende de estudios previos, que deben determinar la tasa de depósito. Es como hacer un hueco en la arena en la playa: por más que uno saque, el hueco se vuelve a llenar. Hay que saber qué tan rápido se llena para calcular cuánto sacar y con qué frecuencia.

También es vital saber qué hay abajo: arena, arcilla, piedras, lodo. Según eso, se define qué tipo de draga se necesita. Por ejemplo, el dragado en el Golfo fue de piedra, y hubo que dinamitar y traer una draga especial. La draga actual, en mi opinión, es muy pequeña. Es como querer curar el dengue con un Finalín.

¿Qué pasó con esa draga que vino de China?

Fue una mala decisión. Aquí hay dragas, las tiene la Armada. Hace más de 50 años no se dragaba, y se podía haber construido una draga localmente con el dinero que ya se ha gastado. La plata pasó de la Autoridad Portuaria al Municipio, luego a la Prefectura, luego a la Armada, y de regreso… y así seguimos sin dragado.

El dragado no se hace por novelería ni por votos. Se debe dragar siempre, con planificación. Hay que identificar las zonas críticas. Todo eso debería haber estado en los estudios.

¿Y esos estudios existieron realmente? ¿Fueron adecuados?

Los términos de referencia, que son previos a la contratación, requieren un estudio serio. No un "estudio chimichurri". Hay que conocer la historia del río, hacer una batimetría completa, reunirse con navieros y definir qué tipo de río queremos y qué profundidad necesitamos.

Hoy, el río está prácticamente muerto. Solo lo usan lanchas pequeñas y gabarras que llevan arena. Ya no llegan barcos grandes de 100 metros como antes, porque la profundidad ha variado. Hace más de 50 años que no se hace un dragado serio.

¿Cuál debería ser el primer paso ahora?

Primero, reconocer que este no es solo un problema de los guayaquileños. Celebro que la Prefecta haya llamado a actores de la Cuenca Alta. Ella tiene dos años de mandato, así que este año debería dedicarse a desarrollar un plan conjunto. Pero hay que empezar de algún lado.

La draga actual estaba peleando contra la corriente. Lo que sacaba se volvía a llenar con las lluvias. Me gustaría ver también el informe de fiscalización, porque seguramente advertía que los sedimentos llegaban más rápido de lo que se podía sacar. Las multas y la terminación del contrato fueron el resultado lógico.

¿Y el costo? ¿Se puede estimar cuánto debería costar un dragado integral?

No se puede dar una cifra sin un estudio. Todo depende de qué se va a sacar: arena, piedra, arcilla, lodo... Y ¿a dónde se va a depositar? Hay que analizar el impacto ambiental también. 

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