Samantha:

Cuando te conocí ibas a cumplir 3 años. Acompañé a tu mami a La Raspa a comprar unos globos, sorpresas y cotizamos unos payasitos que estaban en la acera de la calle Boyacá.

Mucho después sugerí dónde hacer tu fiesta de 15 primaveras, pero luego tu mami decidió un sitio diferente al que le había recomendado. Así era ella.

Hace poco te dirigí en un casting. Y bien sabes cómo me gustó hacerlo. Fuiste la mejor. De largo.  

Revisando ese material, muchos coincidimos en que eres una estrella en potencia, en bruto. Y ni tanto... te has pulido, has crecido.  

Valoro en ti esa perseverancia. Esa calidez. Yo creo que a todos nos gustaría que nuestros hijos sean también nuestros amigos.

Claro, la gran ventaja es que tenías una madre que se sentía también tu amiga. En los últimos meses tú fuiste el tema de conversación en las largas jornadas de ‘parces’ confidentes y aliados que la Diva del Ecuador y yo compartimos.   

Le brillaban esos ojos. Recientemente me conminó a que mensajee en mis cuentas con tu nombre, en broma le dije que no, que después. Me reprendió. “Amigo, acolite. La conoces desde chiquita”, me dijo. Como siempre, me ganó en la partida.

Te he admirado estos días. Más que antes... Esa fortaleza. Ese caparazón, coraza, como quieran llamarle. No es usual. Nadie dudará del dolor. Pero acrecienta tu imagen y la de tu madre. Imágenes de guerreras de mil batallas, perdidas unas, ganadas la mayoría. Juntas pasaron tantos momentos duros, alegres, de fama, de convivencia, de amor, de mutua confianza y apoyo. Que el mejor homenaje a su memoria sea el temple que has mostrado estos días. Fuerte siempre. Fuerte eternamente. Como el junco que se dobla, pero no se quiebra.

Hoy pasas a ser la cabeza de tu pequeña familia. Y la celadora justa de la herencia que no es otra que la leyenda del ícono popular más importante de los últimos 20 años, Sharon Edith Bermeo Cisneros, la Diva del pueblo ecuatoriano.

No sé si sea la noticia que esperas, pero en la jornada que se viene, no estás sola, millones de ecuatorianos se saben tu nombre y tu legado.

Seguro gritan: “Samantha, Samantha”, como aquel lunes en el sepelio de tu madre...

Y tú, lejana pero cálida, atinabas a levantar la mano.

Distante, nostálgica, fuerte, como la guerrera total.

Lo que se hereda no se hurta.

Murió la artista, nació la leyenda; nace a la par una nueva estrella, una sucesora...