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Atacaba a indigentes que deambulaban por el centro de Quito

William Cumbajín mutilaba a sus víctimas

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A los 32 años William Cumbajín inició su trajín como asesino, a pesar de que sufría una relativa parálisis que le impedía mover con facilidad la mitad de su cuerpo, ocasionado, supuestamente, por los múltiples maltratos físicos que recibió de niño por su madre, adicta al alcohol. Su estilo de matar lo convirtió en uno de los criminales seriales más sádicos que se haya conocido en Quito.

En 2002 asesinó a su primera víctima y no paró hasta mediados de 2003 que fue finalmente detenido por la Policía, después de 9 asesinatos que causaron el temor de los habitantes de la ciudad, especialmente entre las mujeres indigentes que acostumbraban a pedir limosna en el sector del Centro Histórico de la capital, las que se convirtieron en sus principales víctimas.

El 28 de febrero de 2002, estudiantes de la Facultad de Educación Física de la Universidad Central, en el noroccidente de la ciudad, reportaron a las autoridades que había un cuerpo tendido entre los matorrales aledaños, al llegar los gendarmes descubrieron que se trataba de una mujer, de más de 40 años, de 1,40 de estatura, quien jamás fue identificada, pero concluyeron que podría tratarse de una indigente.

Según el informe de autopsia, la víctima fue estrangulada y presentaba violación con desgarres en la zona anal y vaginal, múltiples heridas cortantes en el rostro, garganta, pecho y abdomen.

Las autoridades policiales iniciaron las investigaciones, al principio no había mayores pistas pero la preocupación de la aparición de un sádico asesino en la urbe aumentó cuando 2 semanas después hallaron el cuerpo de otra fémina.

Esta vez, la víctima fue identificada como Mélida Corella Tamayo, de aproximadamente 50 años, de 1,50 de estatura, quien según los vecinos del sector SanRoque, en el centro de Quito, era una indigente que solía caminar por el lugar.

El examen médico legal determinó que la muerte fue, posiblemente, por estrangulamiento con una cuerda, y presentaba signos de violación, cortes profundos en la zona vaginal, múltiples heridas cortantes en el rostro.

El hallazgo confirmó que se trataba del mismo asesino, lo cual se ratificó el 23 de abril del mismo año al encontrarse el tercer cadáver en el sector Collacoto, en el centro sur de Quito; la víctima fue identificada como Evelin Morales, de 22 años, y 1,50 de estatura.

La autopsia nuevamente confirmó que la causa de la muerte fue por estrangulamiento. También, presentaba huellas de violación y cortes profundos en la zona vaginal, además el asesino mostró su sadismo al extraer los genitales y vísceras abdominales.

Para cometer el crimen, Cumbajín ató a la mujer con las piernas abiertas a los matorrales de la quebrada hasta donde la había conducido.

Cuatro meses después la siguiente víctima fue identificada como BettyRea, una mujer de raza negra que sufría de epilepsia, quien fue interceptada por el criminal cuando caminaba por el centro junto a su sobrino Jeferson.

El hombre convenció a la mujer de que lo acompañara y la llevó hasta el mismo sector en el que asesinó a la anterior víctima.

Una vez en el lugar, la amarró a unos matorrales con las piernas abiertas y la violó, luego la estranguló al igual que al pequeño niño.

En septiembre y noviembre de 2002 nuevamente atacó a otras 2 indigentes, una de ellas fue identificada como Yadira Rosero, de 30 años, quien pedía caridad, su cuerpo fue encontrado cerca del río Machángara, en la zona céntrica de la capital, amarrada, ultrajada y estrangulada con una cuerda.

Cerca del lugar, la Policía descubrió el cadáver de otra indigente de aproximadamente 45 años, que no fue identificada, quien fue mutilada de la misma manera que las otras 8 mujeres.

El 26 de septiembre de 2002 Ana, de 12 años, fue la siguiente víctima, los investigadores señalaron que la menor tenía retraso mental y era sordomuda. La hallaron atada en posición de extrema abducción de sus piernas.

El criminal no volvió a actuar hasta después de varios meses, lo cual desconcertó a los detectives que le seguían la pista, hasta que el 6 de julio de 2003 descubrieron el cuerpo de María Ortega, de 53 años, de 1,45 de estatura, igualmente estrangulada en el sector Itchimbía, en el centro de la ciudad, estaba atada y no tenía los ovarios ni el útero.

Esto obligó a los miembros policiales a extremar la búsqueda y varios agentes se disfrazaron de indigentes para infiltrarse en el mundo de los mendigos, con el objetivo de acorralar al asesino.

En unas semanas, los detectives ubicaron a William Cumbajín, quien se reunía a diario con los alcohólicos y viciosos de la zona, y para ganarse la vida se dedicaba a vender caramelos y flores por el Centro Histórico.

Por versiones de algunas personas, los uniformados conocieron que el hombre era llamado con el alias de ‘Perro loco”, ya que se acercaba a las mujeres que pedían caridad y les ofrecía flores, caramelos y dinero a cambio de mantener relaciones sexuales.

Los agentes detuvieron a Cumbajín como sospechoso de los crímenes. Posteriormente, el individuo declaró con lujo de detalles cómo asesinó a las mujeres.

El detenido se encargó de conducir a los agentes policiales a todos los sitios donde mató a sus víctimas y describió la forma como las amarraba y violaba.

“Aquí traje a mi otra víctima, porque estaba bien bonita”, declaró el asesino durante una de las diligencia de reconocimiento del lugar. También, reveló que sintió placer cuando estrangulaba a las mujeres hasta su muerte.

Los agentes también determinaron que el hombre tenía un amplio prontuario delictivo, ya que había sido detenido en 4 ocasiones, acusado de robo a mano armada.

Lo que también llamó la atención de los investigadores es que en todos los casos el asesino confeso nunca trató de esconder sus crímenes, ya que abandonó los cuerpos mutilados sin ningún remordimiento.

Sicológicamente fue considerado inteligente aunque su capacidad de raciocinio era primitiva. En todos sus actos actuó con engaño.

En mayo de 2004, el Tribunal Tercero de lo Penal de Pichincha lo condenó a 25 años de reclusión.

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