Publicidad
Peleas de gallos, en la mirada crítica de Policía de Los Ángeles
La Policía de Los Ángeles ha redoblado sus esfuerzos para poner fin a las peleas de gallos, un fenómeno ilegal en EE.UU. relacionado (según las autoridades) con violencia, abusos y narcotráfico, cuya presencia se ha multiplicado durante los últimos años en California.
Desde abril, tan solo en la zona de Antelope Valley, en el condado de Los Ángeles, en cuatro operaciones policiales se han requisado centenares de aves destinadas a riñas en palenques. En la última, el pasado 22 de agosto se encontraron 279 gallos, medicamentos para tratar sus heridas, navajas adaptadas para insertar en sus patas y hacer sus estocadas más dañinas, así como 20 escopetas y municiones.
La investigación sigue su curso, según confirmó el ayudante del sheriff (alguacil) del condado de Los Ángeles en Antelope Valley, Robert Ferrell, quien adelantó que algunos de los lugares intervenidos “están relacionados” entre sí.
“Hay varias órdenes de arresto pendientes”, afirmó Ferrell, quien trabaja sobre el terreno para desarticular esta red clandestina, de la cual no se descarta que pudiera tener vínculos con organizaciones criminales más allá del Estado.
Estos combates de animales son eventos de apuestas usados en ocasiones por las mafias para tratar sus negocios sucios, indicó Eric Sakach, agente de la entidad protectora de animales The Humane Society, quien en sus 36 años de experiencia se ha infiltrado y conocido desde dentro cómo funcionan las riñas de gallos en Estados Unidos.
A principios de 2013 la prensa mexicana informaba que las autoridades del país estudiaban las actividades de grupos como Los Zetas y el cártel de Tijuana para tratar de establecer si se financiaban en parte gracias a las peleas de gallos, de los que presuntamente tenían sus propios criaderos.
Sakach, no obstante, se apresuró a derribar el mito de que las riñas de aves fueran necesariamente un asunto orquestado por latinos.
“Ninguna cultura o raza tiene la exclusividad en esto”, manifestó este experto, que recordó que los orígenes de estos combates se remontan a la Grecia antigua, hicieron furor en Roma, llegaron a China e India y “durante siglos fueron muy populares en las islas británicas”.
Algunos países de América Latina, así como algunos lugares de España, tienen regulada la pelea de gallos, como lo está la tauromaquia, y existen federaciones y hasta torneos internacionales.
En EE.UU. el perfil de los asistentes a estas peleas depende, según apuntó Sakach, de la demografía de la zona e incluye desde profesionales de carrera hasta personas de bajos recursos atraídas por la posibilidad de ganar dinero rápido, el morbo de participar en algo ilegal y la afición por la violencia.
Frecuentemente, como en cualquier otro negocio de apuestas, los jugadores pierden o pueden ganarse una fortuna. En ocasiones, en un ambiente como ese, al margen de la ley, se dan casos de tiroteos.
“Son eventos que atraen a criminales a los vecindarios”, declaró Sakach, que cree que California se ha convertido en un foco de riñas de gallos en los últimos años gracias a que los Estados vecinos son menos permisivos con esta actividad.
En Arizona, Colorado, Óregon y Washington la organización de estos combates es un delito grave penado con prisión, algo que también ocurre en Nevada desde junio, mientras que en California se trata de una falta menor, salvo que se reincida.
Sakach señaló que los legisladores reconocen la necesidad de un mayor castigo en California, pero la situación de sobrepoblación carcelaria los frena a la hora de endurecer las penas con el fin de evitar poner a más personas entre rejas.
En la calle, sin embargo, las fuerzas del orden público tienen entre ceja y ceja a los gallos de pelea.
Desde el Departamento de Control y Cuidado Animal de la Oficina del Fiscal del condado de Los Ángeles, su encargada Deborah Knaan, indicó que los agentes han sido sometidos a un entrenamiento específico para dar con estas actividades, que como mínimo suponen un maltrato animal a los ojos de la ley estadounidense.
La Policía es “más consciente” del problema y “la gente sabe que se toman en serio sus denuncias”.