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Internos de los centros de rehabilitación social de guayas desfilaron en la pasarela del MAAC
Los preliberados venderán la ropa confeccionada en las cárceles
Las 14 mujeres privadas de la libertad se alistan para su gran noche. Una a otra se dan la mano para arreglarse el cabello y maquillarse, las ansias no les permite esperar su turno con las profesionales, además de que han estudiado belleza en los talleres dentro del centro de rehabilitación social femenino de Guayaquil. Hasta una de las agentes que las resguarda toma las brochas de los kits de cosméticos y colorea con tonos brillantes el rostro de una chica.
El área donde se preparan está detrás del escenario donde los técnicos prueban las luces, el sonido, la pantalla gigante y otros detalles. Seis internos del Centro de Rehabilitación Regional Guayas N° 8 aprovechan la musicalización para ensayar cómo caminarán por la pasarela y bromean un poco de que se sentirán como personas famosas. Todos visten el uniforme que lucen dentro del recinto penitenciario: una camiseta naranja, jean con pretina elástica y zapatos negros.
“Suéltate un poco más... pero tampoco muevas tanto los hombros”, le aconseja un reo de 1,70 metros de estatura, piel tostada, cabello corto oscuro y con lentes grandes, a otro preso 10 centímetros más alto que él, quien bambolea su larga melena dorada. Faltaban dos horas para el desfile ‘Diseño y libertad’, en el que los internos exhibirían la ropa bosquejada y manufacturada dentro de los recintos penitenciarios.
La marca de la vestimenta es Once Once, la cual fue mostrada por primera vez en Cotopaxi. La denominación nació en las celdas del penal de esa provincia. Un grupo de internas eligió ese nombre que en los pasillos de la cárcel se pronuncia como expresión de alerta.
Por el gran ventanal del salón adecuado como camerino en el Museo Antropológico y Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil se observa cómo la tarde cae sobre el río Guayas, bordeado por el Malecón Simón Bolívar. Del otro lado del afluente se observa la extensa vegetación de la isla Santay. La potencia del sol disminuía y las ansias, las emociones, las risas nerviosas, los movimientos torpes aumentaban. La hora se acercaba. A las 19:00 debían empezar.
Teresa tiene 25 años y lleva 7 años tras las rejas. Esta fue la primera vez que salió a la calle y le asombraba que mucho de lo que veía ya no recordaba, todo le parecía nuevo. La joven se siente atraída por conocer acerca del diseño y la belleza y se siente triunfadora al tener la oportunidad de crear y modelar. “Este es un negocio en el que uno puede trabajar sin depender de algún empleador. Yo quiero salir y ponerme mi propia empresa, porque sé que nadie me daría trabajo por mi récord policial. Ya tengo pensado cómo se llamaría mi negocio: Ter’s fashion. No dude que mis ideas darán de qué hablar”.
Teresa está sentenciada a 16 años de reclusión y aunque ruega que el tiempo pase rápido para recuperar su libertad, asegura que está aprovechando cada momento para capacitarse y aprender. “Dios sabe por qué permite que nos pasen las cosas; nosotros solemos ser necios y nos vamos por la ruta equivocada, elegimos mal. Sin embargo, pienso que si estuviera libre tal vez me hubiera quedado estancada y no conocería mi potencial”.
La joven tiene un hijo de 7 años que tiene autismo y por él quiere superarse. “Es un niño bueno y también tengo un buen esposo”, afirma orgullosa. “No puedo negar que esto ha sido doloroso”.
Teresa revela que es nerviosa, pero que le gusta enfrentar sus miedos. “Nunca he estado en una pasarela, pero quiero lucirme. Aquí todas somos amigas, nadie va a poner el pie para que otra se caiga; incluso nos prestamos los zapatos”, expresa sonriendo y corre a sentarse, pues es su turno de maquillarse.
Las directoras de ambos centros llegaron con la ropa, aproximadamente a las 17:30. Algunas chicas, ya listas, no aguantaban las ganas de enfundarse en las prendas casuales y en los vestidos de gala. Tanto hombres como mujeres fueron vigilados durante la tarde por agentes de tratamiento penitenciario (ATP) y de la Policía Nacional.
Confección de las prendas
‘Romina’ -nombre protegido-, de 27 años, está presa por el delito de peculado hace dos años y seis meses. Cuenta que para este desfile trabajaron en un tiempo récord de menos de dos semanas. “Casi no dormíamos. Realmente fueron cinco compañeras las que trabajaron más; nosotros nos fijamos en los detalles.
Confeccionamos y rediseñamos las prendas. Un día antes definimos lo que usaríamos cada una y solo tuvimos dos ensayos. Veíamos videos y nos daban consejos para saber cómo modelar”.
La privada de la libertad es ingeniera en Negocios Internacionales y estaba estudiando como segunda carrera Diseño Gráfico. “Ambas me han servido en este proceso de cambio”.
Ella participa dentro del Centro de Rehabilitación Social (CRS) en talleres de costura, decoración en el hogar, arte, teatro. “Es un elogio para nosotras que, pese a estar privadas de la libertad, nos tomen en cuenta para este tipo de actividades”.
Ledy Zúñiga, ministra de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, informó que las personas que están dentro de los centros se encargan de la producción y las que están preliberadas se dedicarán a la venta. “Es una forma de ayuda mutua”. (I)