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Se salvó de ir a la cárcel. sus últimos días los pasó en un siquiátrico
La 'cuidadora' estranguló a más de 10 niños en París
La mente humana es tan misteriosa y, a veces, aterradora cuando se pierde su control, que puede convertir a una persona en protagonista de una serie de tropelías. Quizás eso le pasó a Jeanne Weber, quien llegó a estrangular, hasta causarles la muerte, a 10 infantes que estuvieron a su cuidado.
Pero, ¿quién era la asesina de niños? Jeanne Weber nació en la localidad de Keritry, norte de Francia, en una familia humilde de pescadores. A sus 24 años se traslada a París en busca de fortuna y progreso social. En la ciudad luz conoce al que sería su marido Marcel Weber y de quien tomaría su nombre.
Mas sus sueños de grandeza no prosperaron, porque Jeanne tuvo que ganarse algunos francos como cuidadora de las niñas de la vecindad, dinero que era gastado por su marido en alcohol y juegos. El matrimonio no iba bien y aun así tuvieron tres hijos saludables.
En 1905, primeros años del inicio del siglo XX, una epidemia de bronquitis se expandió por Francia. Esa situación fue aprovechada por Jeanne para estrangular a dos de sus tres hijos para decir a la familia que habían fallecido por esa enfermedad. Unas pequeñas manchas rojas en sus frágiles cuellos señalaban una muerte trágica. La Policía no intuyó nada extraño en la muerte de los dos pequeños.
Inesperada muerte de menores
La serenidad que transmitía Jeanne, unida a la tristeza que se sembró en su vida, hizo que varias vecinas se apiadaran de ella y le ofrecieran cuidar de sus niños, mientras ellas acudían a la dura labor en las fábricas.
Inexplicablemente, dos de esos niños amanecieron muertos a causa de una extraña infección pulmonar que los médicos no eran capaces de determinar. En sus cuellos, nuevamente, aparecían unas débiles marcas rojas. Por el momento, el nombre de Jeanne estaba fuera de toda sospecha.
Ella llegó a cuidar a su sobrina de 18 meses, hija de su hermano, la pequeña “repentinamente se enfermó” y murió. La criaturita presentaba moretones en el cuello, que fueron ignorados en el examen médico, por lo que Weber salió ilesa. Increíblemente, siguió cuidando a su otra sobrina, apenas meses mayor, que también murió bajo su cuidado. El doctor dictaminó que su muerte fue provocada por convulsiones.
Por si esto fuera poco, continuó cuidando a los hijos de otro hermano. Una sobrina, de 7 años, llamada Germaine, sufrió un “ataque de estrangulamiento” que le dejó moretones en su garganta. La niña sobrevivió a la crisis, pero no a la ira silenciosa de su tía. Ella también fue eliminada. Sus cuñados, sin imaginar la suerte que correría su hija, le confiaron a Jeanne a su pequeña Georgette, de 18 meses de edad.
El 2 de marzo de 1905 se escribió otra tragedia alrededor de la figura de la niñera. La adorable Georgette apareció muerta. Las marcas rojas determinaban, a ojos de un experto, la similitud entre todas las muertes ocurridas.
Sin embargo, los llantos de la niñera acompañaban a los de los padres, y nadie sospechó que ella pudiera haber hecho algo para causar tales desgracias. Ella siguió trabajando como niñera y le correspondió cuidar a Suzzane, una niña de 3 años, que correría la misma suerte que los demás infantes a su cuidado.
La relacionan con muertes
Tras las muertes de los niños, las personas del poblado de Montmartre, lugar de residencia de la mujer, empezaron a relacionar los fallecimientos con la niñera. Pero las circunstancias de esa época en París taparon el tema. A las pocas semanas estaba cuidando a Germaine, quien sufrió espasmos y convulsiones en dos ocasiones. Superó ambas crisis, pero en la tercera falleció.
Cuando su nombre era ya considerado un síntoma de mal agüero y los rumores se disparaban, en el mismo día del sepelio de la niña surgió una noticia. El hijo de Jeanne que todavía vivía había muerto esa misma noche, en circunstancias tan extrañas como el resto. Esta situación evitó que la inculparan, pues la pena de la niñera era tremenda. La casualidad, y no otra, era la causante de todas las muertes.
Madre descubrió a asesina
Una madre impidió que la niñera volviera a matar. Llegó a casa en mitad de una crisis de asfixia de su hija, de 10 meses de edad. En el cuello de la criatura se evidenciaban las marcas rojas ya tan habituales. Solo la intervención de la Policía evitó que la mujer fuera linchada y fue trasladada a prisión, donde un inspector investigó su trayectoria.
El 29 de enero de 1906 comenzó el juicio, donde fue acusada de múltiples asesinatos, pero la pericia de un buen abogado y la renuencia del jurado a creer que una madre fuera capaz de tales asesinatos la dejaron libre.
Jeanne abandonó París y se trasladó a la campiña francesa, donde volvió a estrangular a un niño que estaba a su cuidado. En este sitio adoptó la identidad de Madame Moulinet, pero luego fue descubierta, aún así salió libre de la acusación, porque la necropsia reveló que la causa de muerte fue fiebre tifoidea.
Posteriormente de este episodio, el doctor Georges Bonjeau, presidente de la Sociedad Protectora de los Niños en Francia, decide darle un puesto como enfermera en el orfanato de Orgeville. A las pocas semanas fue sorprendida intentando estrangular a un niño, de 6 años, pero abandonó el trabajo, sin consecuencias.
Terminó su vida en un asilo
Jeanne se estableció como prostituta en una pensión parisiense, donde mató al hijo de la matrona, Marcel Poirot, de 12 años. En esa ocasión, hasta el doctor León Thoinot tuvo que rendirse a la evidencia, aunque mantenía la inocencia de Jeanne en los anteriores asesinatos.
La mujer fue acusada y declarada culpable, y luego la trasladaron a un asilo de enfermos mentales, ubicado en Mareville, Nueva Caledonia. Sobrevivió 10 años, hasta que en 1918 murió, al estrangularse a sí misma. Algunos expertos pensaban que Jeanne Weber padecía de brotes psicóticos, lo que la llevaba a cometer los crímenes contra los infantes, que tuvo como escenario el París del siglo XX. (I)