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'Kay' olfateó un contenedor repleto de droga
‘Kay’ rasga la maleta desesperado. Cree que su juguete -una ligera pelota lila del tamaño de una de tenis- está dentro de la vetusta valija acostada junto con otras similares en el caliente cemento. Su balón no está ahí, sino dos pedazos de madera y mármol contaminados con droga. Él está entrenado para asociar el olor de su pelota con el de los estupefacientes y detectar las estratagemas de los narcotraficantes.
Así, como si estuviera jugando, ‘Kay’ frustró el envío de 7,2 toneladas de cocaína a Honduras. La mercadería ilegal estaba oculta en sacos repletos de harina de camarón, acomodados en un contenedor que iba a ser exportado a Holanda desde el puerto marítimo de Guayaquil. Este fue el segundo decomiso más abundante de 2016, en Ecuador. El primero fue de 11,85 toneladas de cocaína camufladas en sacos de sal, incautadas el fin de semana. El can ‘Stano’, de 2 años de edad, detectó el alcaloide, que tenía como destino Bélgica.
El pastor holandés es uno de los 190 perros policías de Antinarcóticos del Centro Regional de Adiestramiento Canino (CRAC) y está asignado a realizar controles dentro de la terminal marítima, ubicada en el extremo sur de la urbe. También ha participado en operativos en aeropuertos y correos.
‘Kay’ tiene un brilloso pelaje negro con mechas cafés, puntudas orejas negras y saltones ojos amarillos, pero no es el único protagonista de esta incautación. No va a ningún lado sin su guía, un policía que pidió la reserva de su identidad. Cuando ‘Kay’ se para en dos patas parece alcanzar la estatura del gendarme ‘Roberto’ (nombre ficticio), quien hace 7 años labora en la Unidad Canina, antes lo hacía en servicio urbano.
“Desde muy niño me gustan los perros. Por eso quise entrar a este grupo especial, para mí es trabajo, pero para ‘Kay’ esto es un juego”, expresó el hombre, de 32 años, mientras su compañero, moviendo velozmente su larga cola, le da vueltas alrededor de las piernas. Luego se acuesta junto con él, pero sin sacar de su hocico la pelota lila.
La rutina de ambos inicia a las 06:00. Cada día el agente lo cepilla, le revisa las orejas, los ojos, dientes, las patas y lo asea. Luego lo pasea y juegan juntos hasta que les designen el sitio en el que operarán. El perro se desenvuelve mejor tras la actividad, pues se desestresa. “Sí, los perros también sienten estrés. A veces los llevamos a la playa y eso es lo que más les gusta, pues juegan en el agua”, expresó el entrenador.
Para ‘Roberto’ no hay dificultades en el trabajo con los canes. Lo complicado es cuando llega el momento de separarse, de dejar de ser un equipo y empezar de nuevo con otro animal.
El policía trabajó sus primeros años con un pastor alemán y cuando fue dado de baja lloró. “Es inevitable encariñarse. Uno los siente como hijos. Mi antiguo perro era más cariñoso, pero ‘Kay’ tiene un ánimo increíble y es ciento por ciento colaborador. Quisiera quedarme con él cuando ya no pueda trabajar”.
Iván Ayala Muñoz, jefe nacional del CRAC, ratificó que el 80% de los guías adopta a los perros cuando ya no pueden trabajar, más por enfermedad o por edad avanzada. “Entran a un proceso de adopción. También hay demanda de la ciudadanía”.
Cinco escuadras caninas
En Ecuador hay cinco divisiones en las que se desenvuelven aproximadamente 290 canes: antinarcóticos (la más numerosa), detección de personas desaparecidas (vivas o muertas), agilidad canina, orden público y canoterapia.
Los que detectan la droga están distribuidos en 18 puntos, cinco de estos en Guayaquil: cuatro en puertos marítimos y un aeropuerto. También están en Quito, Galápagos, Esmeraldas, Manta, Machala, Loja, Latacunga, Ibarra, Tulcán, Lago Agrio y Baeza.
“Cada especialidad tiene una forma de entrenamiento distinta. A cada uno se les analiza un perfil y parámetros que deben cumplir, sea de raza pura o mestizo”.
En el caso de los que buscan narcóticos sostuvo que la característica principal es que sea juguetón. Luego ven que cumplan con cuatro instintos: presa, caza, recompensa y cobro. Los canes antidrogas no solo están en las terminales, sino también en operativos contra el microtráfico y en centros penitenciarios.
“En cambio, los de la escuadra de personas desaparecidas deben tener un físico más fortalecido, pues van a estar en distintas áreas de trabajo, con obstáculos, ruinas y en distintos tipos de terreno, como montañas, agua, monte, en fin”.
Respecto a los perros empleados para el orden público, Ayala señaló que principalmente se requiere que tengan el impulso de presa. “No pueden morder a las personas, ni ser para nada agresivos. Son disuasivos. Les enseñamos a ladrar y hasta ahí llega su labor”.
Los de agilidad canina participan en espectáculos. “Deben ser muy sociables, con niños, jóvenes y adultos. Los llevamos a presentaciones en barrios, colegios, desfiles, fundaciones”. Finalmente los de canoterapia actúan con los niños que tienen capacidades especiales.
Estigma negativo
Ayala agrega que la sociedad creó un estigma negativo de que a los perros se los droga para que encuentren las sustancias. “Eso es falso. Se hace sobre la base de juegos y nada más. Él busca un juguete, sea un palito, una pelota, o lo que sea. No hacemos que consuma ni que pruebe, sino que asocie el olor. Usamos sustancias que huelen a droga, pero no lo son”.
Además, conocen sus tiempos y sus límites. Regularmente no pueden trabajar más de 20 minutos seguidos, aunque algunos pueden durar un poco más. “Por cada vez que sale a trabajar hay una recompensa: más juego. Al terminar se lo vuelve a revisar”. La alimentación está regulada por un veterinario.
Selección y evaluación
Los policías se postulan y pasan un proceso que incluyen pruebas psicológicas, de aptitudes y el polígrafo. Esto se repite cada año. Los canes son evaluados anualmente. Ayala dijo que hay pruebas difíciles para los perros, pues se ubican maletas con comida, olores de perras en celo y droga, y no deben caer en las distracciones ni trampas. (I)