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Enfermero mató a 25 pacientes con fármacos

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En las páginas de la historia médica  del hospital el Buen Samaritano (Good Samaritan Hospital) de Long Island, en Nueva York, Estados Unidos,  quedarán registradas las trágicas muertes de 25 pacientes, cometidas por un enfermero que creyó tener en sus manos el poder de la vida y la muerte.

El estadounidense Richard Angelo, nacido el 29 de abril de 1962, siempre quiso ser héroe. Sus padres Alice y Joseph permitieron que se enliste como bombero voluntario y scout. En 1980 concluyó la secundaria y en 1985 se graduó en la Universidad Estatal de Nueva York como enfermero. Laboró en dos hospitales antes de ingresar en el Buen Samaritano, en abril de 1987.

A Richard le fue asignada la sala de pacientes cardiacos. Durante su turno noctuno se presentaron 37 casos de emergencia con ‘código azul’. Seis muertes sospechosas del 16 de septiembre y 11 de octubre dejaron desconcertados a los médicos, hasta que el asesino cometió un error crítico.

El 11 de octubre, tras la muerte de dos personas postoperatorias en un solo día, el paciente Girolamo Cucich fue abordado por Angelo, quien le informó: “Voy a hacer que se sienta mejor.” Le inyectó un fármaco en el tubo intravenoso de Cucich, que le produjo entumecimiento inmediato y dificultad para respirar. El paciente tuvo fuerza suficiente para apretar el botón y solicitar ayuda a una de las enfermeras. De inmediato se le practicó una prueba de orina, la muestra dio positivo a algunas drogas, así como fármacos que no se le habían prescrito.

Al día siguiente la policía allanó el apartamento del enfermero, donde halló en el armario frascos de estas drogas. Además, los cuerpos de varias de las víctimas fueron exhumados, al menos en 10 de los pacientes asesinados se comprobó que se les había administrado drogas que causaron sus muertes.

Desde que Angelo comenzó a trabajar en el turno de la noche en el Buen Samaritano hubo 37 casos de emergencia con ‘código azul’, de los cuales 25 pacientes murieron.

Angelo fue detenido el 15 de noviembre y rápidamente confesó una serie de asesinatos, para lo cual utilizaba Pavulon o Anectine, con los que envenenó a un promedio de dos pacientes por semana durante septiembre y principios de octubre de 1987.

Además reveló a las autoridades en una entrevista grabada: “Deseé crear la situación en la que el paciente pudiera tener cierta señal de socorro respiratorio o algún pequeño problema, y con mi intervención se solucionaría, no tenía confianza en mí mismo, me sentía incompetente e inseguro, así que lo tuve que hacer”.

Durante el juicio, dos psicólogos declararon que Angelo sufría de un trastorno de la personalidad llamado trastorno de identidad disociativo, anteriormente conocido como trastorno de personalidad múltiple. Sin embargo, los expertos en salud del estado argumentaron que el acusado sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Seis miembros del jurado, al referirse al caso de 3 de 4 víctimas, decidieron que el imputado actuó imprudentemente, apoyando así las condenas por homicidio y asesinato.

El jurado condenó a Angelo por 2 cargos de asesinato en segundo grado, un cargo de homicidio en segundo grado, un cargo de homicidio por negligencia, y 6 cargos de asalto. Fue condenado a 61 años de privación de la libertad. “Obviamente no es el veredicto que estaba buscando, pero es un compromiso”, dijo Eric Naiburg, defensor de Angelo. “Tampoco es el que el fiscal John Collins buscaba”, agregó. “Pero es lo que exigió la justicia”. (I)

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