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Los crímenes de jóvenes colombianos ocurrieron Entre 2009 y 2012
El 'Monstruo de Tenerife' se llevaba cédulas de víctimas
Un olor desagradable y penetrante, en medio de una escena caótica donde una bandada de gallinazos merodeaba un cadáver que colgaba de un árbol en la localidad de Barrancabermeja, era parte de un macabro cuadro. El trabajo forense se realizaba mientras unas chicharras indiferentes al tétrico momento rompían el silencio con sus sonidos como de alarma automática. El sitio, una desolada sabana colombiana y la víctima, John Jairo Amador, un conductor de mototaxi, quien solo había cumplido 19 años. Era el muerto número 16 de la serie de ejecutados por Luis Ramírez. El crimen había ocurrido el 20 de mayo de 2012.
Fueron 14 meses de terror y angustia los que se vivieron en la costa de Colombia. Un asesino que mezclaba astucia con frialdad estaba suelto y las pistas policiales no habían resultado efectivas para dar con su paradero. Lo único que era común cada vez que encontraban a un nuevo cadáver era el terrible hedor. Santa Marta, el destino turístico colombiano número uno, había alterado su buen vivir. La inseguridad causó temor en sus habitantes y disminuyó el número de visitantes.
Luis Gregorio Ramírez Maestre nació el 30 de septiembre de 1980, en Valledupar, Colombia. Sus primeros años pasó en una finca, donde aprendió a tejer mochilas y elaborar nudos. Cuando cumplió 18 años ingresó al servicio militar en Barrancabermeja, donde fue asignado a un batallón. Allí aprendió a manejar armas, además de adquirir ciertas destrezas que habrían de servirle para su posterior carrera criminal. Después de concluir el servicio militar, trabajó un tiempo amarrando cajas en una bodega, oficio en que pulió aún más la habilidad que sería su método de tortura.
Ya adulto se casó y en febrero de 2012 asentó su residencia en Medellín, junto a un cuñado, su esposa y sus 3 hijos. Pero, en junio del mismo año se fue con su familia a Santa Marta, allí nació su cuarto vástago. Posteriormente, se asentó en Santa Fe, donde no tuvo contacto con su parientes, por lo menos en los últimos seis años.
Su carrera criminal
Ramírez empezó a matar el 27 de octubre de 2009. Ese día asesinó a Danilo Pereira, en Río Seco, Valledupar. Tres crímenes más se registraron en 2010, y 16 se hallaron entre 2011 y 2012. En total 20 víctimas fueron identificadas, 3 de ellas están desaparecidas. Pero, se presume la muerte de 30 jóvenes.
El hombre operaba bajo el mismo patrón. Sus víctimas eran mototaxistas, casi siempre entre 18 y 22 años, con menos de 60 kilos, de quienes se ganaba su confianza a punta de labia y aparente seguridad en sí mismo. Les pedía a los conductores que lo llevaran a las afueras para luego atacarlos por la espalda y reducirlos sin dificultad.
Los ataba a 4 ramas de un árbol por las extremidades y luego les pasaba un nudo corredizo al cuello, de tal modo que solo evitaban el ahorcamiento si tiraban con fuerza de las sogas que sujetaban sus manos. Luego se limitaba a sentarse delante de sus víctimas para disfrutar de su llanto, lamentos y esfuerzos inútiles por revertir el trágico desenlace.
Según los análisis que hizo Medicina Legal a los cuerpos, las víctimas podían durar hasta un día luchando por no aflojar las manos, pero al final el peso del cuerpo las vencía y morían por asfixia.
En algunos casos Ramírez enterraba los cuerpos. En otros, los dejaba hasta que eran encontrados descompuestos, días después. Ramírez era conocido como el ‘Monstruo de Tenerife’ porque parte del escenario de sus crímenes y el preferido para abandonar los cadáveres era la localidad colombiana del mismo nombre. Un descuido del sicópata llevó al policía colombiano Juan Guillermo Tirado, a identificar al autor de los asesinatos.
En septiembre de 2012 asesinó al quinto mototaxista, de 19 años, John Jairo Amador, de quien tomó su teléfono celular y le puso el chip de su móvil. El agente del orden supo por los familiares de la víctima que este tenía un equipo móvil de alta gama. Siguió el rastro de la señal por 5 ciudades, donde se reportaron asesinatos con similares características.
Finalmente, lo condujo hasta un hotel de Santa Marta, donde se hospedaba el asesino. Ramírez era de la zona y tenía antecedentes por vender motos robadas, datos suficientes para incluirlo en una lista inicial de sospechosos.
Detención y proceso judicial
Tras 9 meses de investigaciones, el policía Tirado arrestó a Ramírez el 11 de diciembre de 2012, en una sucursal bancaria, en Santa Marta. La orden de detención fue emitida por la Fiscalía por ser presuntamente responsable de haber ejecutado a varios jóvenes que trabajaban como mototaxistas en Valledupar, Barrancabermeja, Santander; Aguachica, César; el Magdalena y en el sur de La Guajira.
Posteriormente las autoridades ordenaron un allanamiento a la vivienda del sospechoso, donde hallaron motos, cascos, chalecos y varios documentos de identidad pertenecientes a mototaxistas desaparecidos durante los últimos años. No había duda que el asesino serial era Luis Gregorio Ramírez Maestre. Su trofeo eran las cédulas de identidad de sus víctimas.
Permaneció más de 45 días recluido en una celda especial en la cárcel de Mediana Seguridad de Palogordo, ubicada en el Municipio de Girón, Santander, luego fue trasladado a Barrancabermeja.
En el proceso judicial, Luis Gregorio fue acusado por el delito de homicidio agravado en concurso heterogéneo y sucesivo con tortura y hurto. El número de sus víctimas se fijó en 30, 11 de las cuales fueron asesinadas y torturadas con el método de atadura a los árboles.
En el juicio, el procesado aceptó los cargos, por lo que el 10 de agosto de 2013, el Juzgado Primero Penal del Circuito Especializado sentenció a 34 años y 6 meses de prisión al ‘Monstruo de Tenerife’.
Perfil psicológico
Carlos Vidal Reyes, psicólogo forense, describió a Luis Ramírez como “un asesino con un matiz de sofisticación en sus métodos y motivaciones, con un nivel de inteligencia superior al promedio, sin remordimientos ni mecanismos de control de la conducta”. Concordantemente, un funcionario judicial dijo que el condenado evidenciaba “un desprecio por el ser humano, ya que la forma de matar cada vez era más tecnificada, cruel e inhumana”. (I)