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Darío, el mejor estudiante del Centro de Rehabilitación de Guayas
Darío T. está privado de la libertad hace 14 años y retomó sus estudios secundarios dentro del Centro de Rehabilitación Social (CRS) Regional Guayas. Esta semana se graduó como bachiller en Ciencias junto con otras 33 personas privadas de la libertad (ppl): 25 en el área de mínima seguridad, 7 de mediana seguridad y dos en régimen semiabierto.
El interno luce una medalla dorada con una cinta con los colores de la bandera de Ecuador, pues fue condecorado al obtener la calificación más alta del centro: 9,37.
Los estudiantes salieron del recinto penitenciario en un bus adecuado con rejas y cámaras de seguridad hasta el teatro del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), en el Malecón Simón Bolívar, en el centro de la ciudad. Cada uno iba acompañado de un agente de seguridad penitenciaria o de la Policía, quienes custodiaban las cuatro puertas del lugar y formaban hileras en los pasillos.
Todos los privados de la libertad vestían una camisa de tela color naranja, pantalón tipo jean y zapatos negros. Además estaban ataviados con una capa azul.
El interno tiene 36 años y aunque no detalló por qué delito está condenado aseguró que “no me avergüenzo, porque pese a mis errores del pasado he buscado superarme. Ahora quiero seguir estudiando, puede ser Jurisprudencia o Administración de Empresas. En la primera es por ayudar a tantos compañeros injustamente presos y en la otra me sentiría más cómodo porque los números son lo mío”.
Darío recibió la condecoración en la tarima y regresó a su lugar asignado en la primera fila del teatro. Antes de sentarse apareció uno de sus tres hijos, lo envolvió con sus brazos y lloró apoyado en su pecho. El padre no aguantó la emoción y lo abrazó fuertemente, cerró los ojos y disfrutó más de ese momento que del mismo reconocimiento público. Sus otros dos vástagos no pudieron sortear a los uniformados.
“Wilmer te amamos. Wilmer felicidades”, gritaba una mujer desde la parte posterior del teatro. “Párate para tomarte una foto. Enseña el diploma”, insistía con la cámara del celular lista para llevarse un recuerdo de la ceremonia.
Al final de otro bloque de sillas una madre lanzaba besos ‘volados’ a su hijo y luego ponía la mano cerca su corazón en señal del orgullo y amor que sentía en ese momento.
“Tómele la foto al ‘príncipe’ que se está graduando”, decía inflando el pecho, Tadeo, uno de los internos más inquietos durante la graduación. Una profesora lo instaba a mantenerse tranquilo, pero parecía una misión imposible. El chico molestaba a Darío y a otros compañeros que fueron los alumnos destacados. “Ustedes son unos ‘lambones’”, decía y se carcajeaba. Él también estuvo entre los diez mejores promedios. “Es que yo también soy pilas”, dijo antes de ser sorprendido por una elegante jovencita que lo silenció con un beso en el rostro y le pidió que se tomaran una ‘selfie’.
A tres sillas de distancia estaba Edwin, un privado de libertad de la tercera edad. “No importa el tiempo que ha pasado. Yo estoy feliz de poder prepararme aunque no tengo familia con quién celebrarlo, estoy solo”, dijo evidenciando en su rostro la emoción combinada con la nostalgia. Al término de la ceremonia, los presos se reunieron con sus parientes.
Ledy Zúñiga, ministra de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, destacó que en Ecuador hay aproximadamente 10.000 internos estudiando como parte de la rehabilitación. “Ellos perdieron su libertad, pero no su derecho de ser personas”. Además destacó que antes era imposible que maestros ingresaran a los centros penitenciarios, pues “ni siquiera había seguridad para los propios infractores”. (I)