Publicidad
Punto de vista
Cuando el poder perdió el juicio
El poder se reproduce y convive en un juego de espejos para únicamente verse a sí mismo. Sus decisiones se fundamentan en ignorar el carácter cíclico y dialéctico de la historia y del derecho; posiblemente los cristales del tiempo no permiten ver más allá del palacio. Entre palacios de tiempo y espejos se cree incontrolable.
Pensar el poder es también exponer cómo concebimos la justicia y su relación con él. Y un tema relevante es entender que detrás de las decisiones políticas están en juego los derechos de varias personas y que la ecuación entre libertad, autoridad y democracia es vital para construir sus fundamentos más legítimos.
¿Cuál es el uso que los servidores administrativos y judiciales le dan a la ley? ¿Para castigar a los más excluidos o para castigar al poder? Esa pregunta es indispensable para debatir si estamos construyendo una sociedad donde las instituciones públicas y la ley funcionan para proteger a los más débiles y si las sabemos usar o no hacia ese sentido.
En algún momento, la vida republicana da vuelta a sus páginas y la ciudadanía activa los mecanismos para juzgar todos los actos del poder que no fueron oportunamente observados y detenidos. Un ejemplo de esto lo encontramos en la obra ‘Cuando el poder perdió el juicio’, de Luis Moreno Ocampo. Esta obra relata las acciones impulsadas en Argentina para llevar adelante los procesos de juzgamiento por las miles de personas muertas, secuestradas, desaparecidas y perseguidas durante su pasado dictatorial. Ese proceso no era fácil cuando el poder es capaz de articular y tejer las más amplias redes de complicidad y encubrimiento institucional.
Una de las herramientas fue que las víctimas eran llamadas, y por intermedio del Conadep se les preguntó qué les había sucedido para obtener las versiones y los testigos. El Juicio a las Juntas, contra las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, logró demostrar que el modelo de represión ilegal y los planes criminales fueron concebidos por las cabezas de las Fuerzas Armadas y que también fueron controlados en sus ejecuciones por esos mismos protagonistas y sus vínculos con el poder político. También se logró identificar que cuando el poder logra romper los cimientos del orden constitucional, los Estados asumen un estatus de clandestinidad que conlleva a que hombres y mujeres vivan sometidos y pierdan sus nociones esenciales para pensar que son titulares de derechos, y que no sean reducidos a la condición de cosas.
También encontraron dificultades porque con respecto a los homicidios se probó los casos de cuyos cuerpos habían aparecido, porque en los casos donde no aparecieron eso era un riesgo muy peligroso. El juicio demostró también que los formatos de represión ilegal utilizados fueron enseñados por los coroneles franceses que trabajaron en Argelia, que tenían una cadena de mando muy corta de cuatro niveles, donde un general tenía un territorio controlado. La nación argentina cumple 31 años del Nunca Más y 30 del Juicio a las Juntas en 2015 y sigue discutiendo cómo mejorar y hacer que la gente reclame públicamente los derechos que le pertenecen.
Pero, hay otros temas que surgen de este estudio y uno es muy pertinente para nuestros países: cómo enseñamos a nuestros abogados (as), fiscales y jueces para que aprendan a usar la ley y se enfrenten al poder para señalar sus abusos, sin contemplaciones ni lealtades partidarias.
En una de las paredes de una universidad porteña rezaba hace varios años este mensaje: “Si vos no desapareciste por algo será”. Estas proclamas fueron utilizadas en distintos lugares para convocar y ampliar la mayor cantidad posible de testigos en las audiencias de juzgamiento. Las voces que se juntan amplifican la lucha por los derechos constitucionales.