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De enero a abril de 2015 se recibieron 200 denuncias por violación en guayas

2 hombres, sentenciados por ultrajar a sus hijas

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El 12 de octubre de 2014 ‘Carmen’ obligó a su hija de 8 años a abrir la puerta del baño. Estaba cansada de que cada vez que llegaba de la calle la encontraba encerrada. ¿Qué haces en el baño?, era la pregunta frecuente y las justificaciones de la pequeña eran regularmente un dolor de estómago o que estaba haciendo sus necesidades biológicas.

Esa tarde un pálpito la movió a no creer en las respuestas de dolores. Así fue como le insistió, con voz enfática, que la dejara entrar. A la niña no le quedó otra opción que abrir y ante las interrogantes confesó que su padre la ultrajó. La señora aprovechó para interrogarla cuando la niña llegó desde la vivienda de su abuela, que está a pocas cuadras, a donde la había enviado a recoger un cargador de celular.

“La madre y la pequeña regresaron a la casa de la abuela paterna,  quien llamó a la Policía”, indicó Gina Jácome, fiscal de la Unidad de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar.

En las investigaciones se determinó que la niña era abusada desde los 5 años. El hombre “fue detenido y condenado a 22 años de privación de libertad, porque aceptó su participación y se lo convirtió en un atenuante. Debió aplicársele la máxima pena”, fustigó la funcionaria.

Otro caso ocurrió en junio de 2014, en el suburbio de Guayaquil. La víctima fue la hija de una pareja de migrantes, quien vivió desde pequeña con su abuela materna. Cuando cumplió 14 años sus padres, que aún estaban en España, se separaron. La madre se quedó en Europa, pero su padre regresó a Ecuador y decidió recuperar a su hija.

“Le pidió a la abuela que le permitiera vivir con la niña y ella pensando en que por fin sabría lo que era tener el cariño de un padre estuvo de acuerdo. Una madrugada el hombre llegó supuestamente del trabajo, al parecer borracho y drogado, y la forzó a tener relaciones sexuales”, contó Jácome.

Agregó que desde ahí el progenitor empezó a controlarla más. La cambió de colegio, la iba a ver y a dejar en una moto, no la dejaba asomarse a la ventana y peor tener amigos, la alejó de todo tipo de contacto. “Empezó a hacerse la idea de que la hija era su mujer”, relató.

Además, contó que el individuo llegó a decirle a la víctima que sus partes íntimas eran iguales a las de su madre. “La niña estaba hostigada y una noche, después de 6 meses, se escapó y llegó a la casa de su abuela materna a contarle lo ocurrido. Ella llamó a la Policía y lo capturaron”.

El individuo fue condenado a 25 años de privación de libertad. La niña está a cargo de una tía y permanece en el programa de Protección de Víctimas y Testigos, pues fue agredida por parientes de su padre.

“Hay niños de menos de 10 años que durante las entrevistas lo único que piden es que el agresor no les hable ni se les acerque nunca más. Los más grandes dicen que los encierren”, concluyó Jácome.

Zoraya Bohórquez, presidenta de la Asociación de Sicología Jurídica y Forense, manifestó que la conducta se conoce como incesto. “No necesariamente conlleva el uso de la fuerza o violencia física, la mayoría de las víctimas son totalmente dependientes de su agresor. Este tipo de abusos es progresivo y las víctimas son condicionadas a interpretar el acto sexual como una necesidad o demostración de afecto”. Agregó que los agresores suelen dar regalos o privilegios para hacerlas sentir más especiales.

Bohórquez destacó que un abusador sexual intrafamiliar no es necesariamente un psicópata o un enfermo mental, o alguien que tiene un trastorno de personalidad o emocional. Tampoco es necesariamente un pedófilo que se excita sexualmente de forma exclusiva con niños y niñas, aún cuando se conoce que algunos también pueden tener relaciones sexuales con adultos. “Es por esto que vemos muchos casos en los que mantienen una vida social y familiar aparentemente normal”, señaló.

Además, mencionó que  algunos autores dicen creer que las caricias sexuales no son realmente sexo y no lastiman a nadie, que el silencio de las víctimas es una forma de aprobar lo que hacen y de demostrar que les gusta el sexo y que a través de éste van a desarrollar una relación más íntima con su hijo/a.

Miriam Moncayo, fiscal de la Unidad de Delitos Sexuales, manifestó que cuando una persona que ha sufrido una violación acude por ayuda, lo primero que hace la Fiscalía es darle asistencia psicológica.

Víctor Tomalá, médico legista de la Unidad de Atención de Peritaje Integral (UAPI), sostuvo que todo tipo de violencia afecta, pero en este caso las violaciones en niñas y niños, si no son tratadas a tiempo –y de la forma adecuada– pueden dejar secuelas imborrables. El efecto se puede mantener a lo largo de sus vidas.

Johnny Mero, psicólogo de la UAPI, refirió que las manifestaciones de comportamiento pueden servirnos de guía para encontrar que un niño está siendo abusado. (I)

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