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Primer niño psicópata surgió en los Estados Unidos del siglo XIX

Primer niño psicópata surgió en los Estados Unidos del siglo XIX
08 de noviembre de 2013 - 00:00

Jesse Harding Pomeroy, con 14 años de edad, consta en la historia oscura de los Estados Unidos como  la persona más joven en ser condenada por la muerte de dos infantes y la tortura de otros cinco -todos menores que él-, durante los años 1871 y 1874.

De acuerdo a los relatos de la época, la apariencia de Pomeroy, nacido el 29 de noviembre de 1859 en el pueblo de Charleston, Massachusetts, inspiraba miedo. Él mismo estaba consciente de que era un sujeto diferente. Su cuerpo era muy grande para su edad, así como su cabeza, orejas y rasgos faciales poco favorecedores. Su ojo derecho carecía de iris y pupila, confiriéndole un aspecto aterrador.

Su padre era un sujeto alcohólico, que por cualquier motivo que lo enfureciera llevaba a sus hijos a una cabaña donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Pomeroy no asimiló la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversión.

ASESINOS, CUANDO MATAR
SE CONVIRTIÓ EN PLACER

Un asesino en serie es alguien que quita la vida a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido.
Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder
y compulsión sexual.
Pomeroy era un sujeto retraído y solitario. Durante su niñez fue blanco de niños abusadores de su barrio. Torturó y mató a varias mascotas. Esta conducta violenta, observada en la mayoría de los asesinos seriales del mundo, se da porque los animales proporcionan la experimentación para el sadismo y la violencia que en un futuro el psicópata ha de aplicar a sus semejantes.

Eligió su primera víctima humana: William Paine, de 4 años, quien fue hallado colgado con las manos atadas al techo, con moretones y laceraciones. Afortunadamente estaba vivo. Las lágrimas bañaban su rostro, por lo que no pudo denunciar a su atacante.

El siguiente fue Tracy Hayden, de 7 años, quien en febrero de 1872 fue engañado por Pomeroy y llevado a un lugar apartado para ver a los soldados. Una vez apartados de cualquier distracción, procedió a amarrarlo y torturarlo con la misma furia que había aplicado al pequeño Paine. Del ataque, Hayden resultó con los ojos morados, los dientes frontales partidos, la nariz rota y el torso cubierto de heridas. Tras ese episodio la Policía solo pudo establecer que el atacante era un muchachito de cabello castaño.

A mediados de abril de 1872 Pomeroy prometió a un niño de 8 años, Robert Maier, llevarlo al circo. Después de caminar hasta sus apartados dominios, lo sometió como acostumbraba con sus víctimas. Lo desnudó casi por completo y mientras lo golpeaba con una vara lo obligaba a maldecir. Maier reportó que mientras Pomeroy lo vapuleaba, se masturbaba disfrutando el dolor que le provocaba. Al terminar, lo soltó y le juró que lo mataría si lo delataba. La Policía comenzó a actuar interrogando a numerosos adolescentes de cabello castaño.

El Gobernador de Massachusetts  optó por la cadena perpetua, pero en total aislamiento.Los medios comenzaron a mostrarse nerviosos y los padres advertían fervientemente a sus hijos no hablar con extraños en la calle. Por alguna razón desconocida, la descripción del “sádico bribón”, como fue llamado, derivó en la de un adolescente de barba y pelirrojo. Mientras tanto, el lampiño y castaño Jesse Pomeroy escapaba con comodidad de la búsqueda policial.

El siguiente golpe, a mediados de julio, fue contra un niño desconocido de 7 años de edad, a quien le fue propinado el mismo tratamiento que a los demás: una feroz paliza hasta que Pomeroy alcanzó el orgasmo.

La Policía ofreció una recompensa de 500 dólares a quien ayudara en su captura. En ese momento, Ruth Pomeroy, madre, decidió que su familia se mudara al sur de Boston.

Los ataques a chicos continuaron. George Pratt fue atado y desnudado por Pomeroy, quien lo aporreó sin misericordia con un cinturón. Esta vez elevó el nivel de sus atrocidades, mordiéndole la mejilla y arañándolo profundamente en la piel. Varias veces le enterró una larga aguja en diversas partes del cuerpo. Intentó inclusive clavársela en un ojo, pero Pratt logró evitarlo. Frustrado, le dio un gran mordisco en una nalga y  huyó.

Pocos días después atacó al niño Joseph Kennedy, a quien a la vez que aporreaba lo obligaba a proferir oraciones religiosas plagadas de obscenidades. A Kennedy le provocó un corte en la cara y lo llevó a la orilla del mar para mojarle las heridas.

A finales de 1872 la Policía efectuaba visitas a las escuelas de Boston con la esperanza de capturarlo. Un día de septiembre visitaron la escuela de Pomeroy, pero el joven Kennedy no pudo identificarlo entre los alumnos. El mismo día en que la Policía había visitado su salón, Pomeroy, al regresar a su casa, decidió darse una vuelta por la estación policial y al pasar tan cerca fue súbitamente identificado por Kennedy, quien continuaba con sus declaraciones. Inmediatamente fue puesto bajo arresto.

Jesse Pomeroy murió sin sentirse culpable. Jamás mostró remordimiento alguno por sus víctimas.A pesar del intenso y severo interrogatorio, Pomeroy se mantuvo tranquilo clamando su inocencia en todo momento. Pero cuando lo despertaron a la medianoche en la celda donde había sido confinado, con la amenaza de ser encarcelado por cien años, Pomeroy se dio por vencido.

Al día siguiente fue llevado para que todas sus víctimas lo identificaran. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, solo dijo: “No pude evitarlo”. La sentencia fue el ingreso a un reformatorio juvenil hasta que cumpliera 18 años. El reformatorio Westborough se convirtió en el siguiente hogar de Pomeroy. Vivió la mayor parte del tiempo en soledad. La dura rutina consistía en trabajos forzados y clases obligatorias diarias.

Tras 15 meses de encierro, el comité de libertad condicional aprobó su salida. Los Pomeroy prometieron esmerarse en la vigilancia de su hijo, pero no pasaron ni dos meses cuando el adolescente atacó, tan pronto se le presentó la oportunidad en la puerta de la tienda de su madre, el 18 de marzo de 1874.

La niña Katie Curran fue degollada brutalmente. Después de asesinarla, Pomeroy se lavó la sangre y regresó al puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadáver permaneció en el sótano sin que nadie notara nada extraño. Cuando el cuerpo fue descubierto, su avanzado estado de descomposición hizo muy difícil conocer el grado de daños que había recibido.

La pena impuesta a los asesinos en Massachusetts era la horca. La defensa de Pomeroy se concentró en el crucial debate acerca de su locura, pero quedó definitivamente establecido que Pomeroy conocía y admitía que sus actos estaban mal, por lo que la batalla legal fue perdida. Jesse Pomeroy fue sentenciado a la horca; sin embargo, ningún gobernador se atrevió a firmar la sentencia. Era muy difícil para las autoridades ejecutar a un chico de 14 años. No había precedentes en la historia penal de la nación.

Finalmente, el gobernador  tomó una decisión, tras escuchar a un panel de asesores, quienes recomendaban la ejecución como solución. Aceptó que el castigo debía ser ejemplar, pero no la pena capital, e impuso la cadena perpetua.

En prisión, la única persona en visitarlo fue su madre. Lo hizo mes tras mes, hasta que ella murió y nadie más lo visitó en 40 años.

En 1929 fue trasladado a un hospicio de la Policía, donde pasó los dos últimos años de su vida, plagado de enfermedades y en agonía.

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