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Los privados de libertad cumplen plan ‘cero ocio’

Cada pabellón cuenta con infraestructura para recibir clases de alfabetización, educación básica, secundaria y de tercer nivel. En ocasiones los internos también ayudan a sus compañeros.
Cada pabellón cuenta con infraestructura para recibir clases de alfabetización, educación básica, secundaria y de tercer nivel. En ocasiones los internos también ayudan a sus compañeros.
Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
24 de febrero de 2018 - 00:00 - Redacción Justicia

Esteban se quita los zapatos, la chompa, el cinturón y todo lo que contenga metal para atravesar el primer escáner e ingresar al Centro de Rehabilitación Social (CRS) Regional de Guayas, donde hay 3.967 privados de la libertad (ppl).

La capacidad de la edificación, ubicada en la periferia de Guayaquil e inaugurada en 2014, es de 4.500 personas.

El celular, el reloj y el dinero los dejó en casa, pues conoce que hay objetos que no puede llevar y que si los ingresara involuntariamente podría convertirse en un preso más.

El joven coloca sus objetos en una bandeja plástica azul y la ubica sobre una banda negra de otro detector que de tanto uso ya no funciona automáticamente, sino de forma manual.

Esteban camina hasta una especie de silla que es otro escáner. Primero pone la barbilla en la parte superior, abre la boca y mueve su rostro de derecha a izquierda.

Debe hacer esto, recuerda un agente, porque hay personas que han intentado ingresar drogas hasta en las muelas. Posteriormente se sienta en la máquina, levanta los brazos y piernas y las mueve hacia adelante y hacia los lados.

El control no termina ahí. Otros policías  ‘tantean’ su ropa y finalmente pasa por una especie de cápsula que le hace otra ‘radiografía’.

El Centro de Rehabilitación Regional está dividido en cuatro áreas, según la peligrosidad y el estado del detenido: mínima, mediana, máxima seguridad y pabellón de atención prioritaria.

En este último están personas con enfermedades catastróficas, de la tercera edad y del grupo GLBTI (gays, lesbianas, bisexuales, transgénero, transexuales, travestis e intersex). “Ellos podrían sufrir abusos o maltratos en los otros pabellones, además nos ayudan como asistentes de quienes requieren ayuda”, precisó Gina Godoy, coordinadora de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón) del Ministerio de Justicia.

Cada pabellón tiene espacios exclusivos para estudiar y realizar actividades artísticas, deportivas y culturales. “Tenemos un modelo de gestión de ‘Cero Ocio’ donde las personas en conflicto con la ley aprenden actividades que les servirán para reinsertarse en la sociedad”, agregó Godoy.

En máxima seguridad permanecen 457 privados de la libertad, los que tienen sentencias más elevadas.

Uno de ellos es Ronald M. V., de 37 años, quien cumple una pena de 25 años con su hermano. Ambos están condenados por asesinato y desde hace seis años conocieron los muros del centro.

Él prefiere no hablar de su sentencia, pues tiene un aspecto más importante que destacar: se graduó en la carrera de Psicología y con el mejor promedio. Ahora ayuda a sus compañeros.

“Decidí estudiar esa carrera porque tengo interés en ayudar a las personas de aquí, quienes tienen trastornos de conducta”, expresó.

En máxima seguridad hay diez aulas iluminadas iguales a las de cualquier salón de clases con pupitres, pizarra líquida, carteleras y un escritorio para el maestro.  

La diferencia es que por las enormes ventanas se ven otras áreas del centro, cercadas con rejas y espirales de púas. También áreas verdes cuidadas por internos. En el penal se estudia desde alfabetización, pues algunos no conocen ni las vocales ni los números, hasta carreras universitarias.

En todo el recinto penitenciario, 188 internos cursan la sección básica, 200 la secundaria y más de 60 la educación de tercer nivel (a distancia o semipresencial).

Mientras Ronald M. y sus 14 compañeros hablan de psicología, en la planta baja unos 20 más aprenden a hacer yoga.

La mayoría estira su cuerpo sobre lonas de colores y dos que no alcanzaron su pedazo de tela lo hacen sobre retazos de cartones.

El área de máxima seguridad tiene su propio espacio con filtro de seguridad; en cambio las áreas de mínima y mediana comparten una sola estación. Ahí una vez más todos caminan descalzos de un control a otro. Apenas se cruza esa área se escucha una salsa.

Son los 18 muchachos de la orquesta ‘La Clave’.

La agrupación regularmente tiene rostros nuevos, pues está conformada por hombres con sentencias cortas. Ayer vestían camisetas y pantalones negros, combinados con gorra, cinturón y zapatos rojos.

Daniel Tubay, promotor cultural, cuenta que la banda ensaya durante dos horas en la mañana y dos en la tarde. “Nosotros los preparamos y les enseñamos. Hay muchos que vienen sin conocimiento previo, pero esta es una actividad que les ayuda mucho en la rehabilitación”.

En los predios que comparten los internos de mediana y mínima seguridad hay taller de carpintería, metalmecánica, zapatería, panadería, entre otros.

Álex M., de 25 años, trabaja haciendo panes para la compañía proveedora de alimentos Chef Express. De la panadería salen 8.000 panes diarios, los cuales se reparten en el desayuno. Hacen enrollados, de dulce, rositas, cachos, empanadas y más.

“Diez privados de la libertad laboran aquí ganando el sueldo básico y con los beneficios de ley. Aprenden todo el proceso: la fórmula, a darle forma, el tiempo de leudo (reposo) y a hornearlos”, explicó César Bolaños, gerente técnico de calidad de Chef Express.

La remuneración es depositada en cuentas y administrada según consta en el Código Orgánico Integral Penal (COIP): 10% para indemnizar los daños y perjuicios causados conforme disponga la sentencia; 35% para 1a prestación de alimentos y atender las necesidades de sus familiares; 25% para adquirir objetos de consumo y uso personal; y 35% para un fondo propio que se entregará a su salida.

En metalmecánica, los privados de la libertad elaboran las señaléticas de tránsito que están en los pasillos de las cárceles y en las vías del país.

En carpintería hacen juegos de muebles. La idea es que ningún privado de la libertad pase ocioso, martillándose la mente con ideas negativas.

Alimentación
En otra edificación, fuera de los pabellones, los trabajadores de Chef Express preparan los alimentos para las 14.400 personas que están en los centros de privación de libertad, detención provisional, de menores infractores y de aseguramiento transitorio de la Zona 8.

Hay áreas de frío, de almacenamiento de no perecibles, para cortar vegetales y manipular las carnes, y para hacer el jugo. En otro espacio la preparación del arroz y en otro de  la sopa. Todos los trabajadores llevan gorros y mascarillas. La comida se planifica semanalmente.

Una nutricionista revisa que el menú sea variado y saludable. También hay alimentos especiales para quienes requieren dietas. (I)

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