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Brithany estudia enfermería con un grillete en su pierna

Britany, por orden del juez, debe ir una vez a la semana al recinto carcelario de Guayaquil a firmar un documento.
Britany, por orden del juez, debe ir una vez a la semana al recinto carcelario de Guayaquil a firmar un documento.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
06 de agosto de 2018 - 00:00 - Redacción Justicia

Britany lleva en su pierna un dispositivo de vigilancia electrónica oculto bajo la ajustada basta del pantalón de su uniforme. No le ha sido fácil soportar las miradas cuestionadoras y comentarios hirientes o invasivos, pero estar libre lo vale.

La joven salió en noviembre del año pasado de la cárcel de mujeres de Guayaquil, tras 7 años de prisión.

La sentenciaron a 8 años de privación de libertad por tráfico de drogas y los 12 meses que restaban por purgar los cumple en libertad controlada con el grillete.

Ella es madre soltera de 2 niños, ambos nacieron durante su condena y por ellos decidió cambiar su vida. “Cuando caí presa, me volví rebelde, no quería hacer nada, era grosera. Pero por mis hijos me di cuenta de que no debía seguir así”.

Britany vivió en España desde los 11 hasta los 19 años. En ese país estudiaba Administración de Empresas, carrera universitaria que no continuó porque viajó a pasear a Guayaquil y fue aprehendida.

Los agentes de Antinarcóticos la descubrieron en el Aeropuerto de la ciudad intentando sacar una maleta con droga. Aún recuerda cuando escuchó su nombre por el altoparlante de la terminal aérea, no le quedó más que entregarse.

Ella no fue seducida por alguna banda o desconocidos, sino que una amiga la convenció de ganar dinero extra de esa manera.

Ahora Britany estudia para auxiliar de enfermería en una Fundación situada en el sur de Guayaquil. El horario que tiene no le permite trabajar y su madre, que aún vive en España, le envía dinero para ayudarla.

Las 2 primeras semanas de clases fueron las más complicadas, no solo porque sentía su cerebro “oxidado” o “dormido” por los años de encierro, sino porque la veían como un bicho raro.

A las 6 semanas decidió pararse frente a sus compañeras y contar su historia. No quería que las personas con las que compartiría clases mañanas y tardes, durante 7 meses, elucubraran aspectos de su vida.

“Es verdad, cometí un error, pero quiero superarme por mí y por mis 2 hijos”, les dijo temblando de nervios.

“Ahora me llevo con todas y ya ‘no le paran bola’ al dispositivo”, cuenta entre risas la joven madre que dice ser la segunda mejor alumna de su clase y anhela trabajar en un hospital para salvar vidas. “Lo más difícil ha sido aprenderme todos los huesos”.

Considera que el dispositivo es una buena herramienta para quienes desean superarse, pero conseguir un empleo es complicado, casi una “misión imposible”.

Además por el grillete vivió una de las experiencias más vergonzosas, de las que provocan gritar ¡trágame tierra”. Exponía frente a su clase, cuando aún no la conocían, y el dispositivo empezó a emitir un fuerte pitido por la batería baja.

Como no podía interrumpir su intervención no contestó y el bullicio siguió. Las estudiantes dejaron de atenderla y ella se vio obligada a enseñar el dispositivo y a decirles que eso era lo que sonaba. Después salió llorando.

El dispositivo de vigilancia electrónica, según cuenta Britany, se descarga cada 8 horas y para recargarlo debe tener su pie cerca del punto de corriente. A veces duerme con el cargador conectado.

Hasta junio de este año, en Ecuador 2.442 personas eran monitoreadas con los grilletes. De estas 2.354 podían circular libremente, 70 tenían arrestos domiciliarios y 18 portaban los dispositivos especiales de protección en casos de violencia.

Liliana Guzmán, viceministra de Justicia, indicó que el uso del dispositivo ayuda a reducir el hacinamiento carcelario, que en Ecuador  estaba en un 38%, en junio.

El Código Orgánico Integral Penal establece el uso de este aparato como medida para el cambio de régimen de rehabilitación, sustitución a la prisión preventiva, o protección de víctimas.

Guzmán reconoció que algunos beneficiados desaprovechan la libertad controlada y vuelven a delinquir. “(La tobillera) no modifica ni controla la conducta”.

Precisó que 52 personas  han sido devueltas a la cárcel. De estos, 17 por tráfico de drogas y 14 por robo. “Esos son los más comunes”.

Tanya Varela, comandante de Policía de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), rechazó que el mes pasado a un grupo de delincuentes no se les dictara prisión, sino que llevaran el dispositivo, pues “algunos se los sacan, los guardan en casa y siguen delinquiendo”. (I) 

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