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‘La bestia’ quería que lo ejecuten en público
En apenas 6 meses (entre octubre de 1995 y marzo de 1996) Anatoli Onoprienko, alias “La bestia”, cometió 43 de sus 52 asesinatos, los 9 restantes ocurrieron progresivamente desde 1989. Por ello, fue considerado el peor criminal en serie de la historia de Ucrania.
Onoprienko nació el 25 de julio de 1959 en Laski Narodichskogo, distrito de la región de Zhitomyr. Quedó huérfano de madre a los 4 años; desde entonces su padre lo dejó encargado con los abuelos maternos y nunca regresó por él.
Los ancianos lo criaron hasta los 7 años, pero al no tener recursos para mantenerlo lo mandaron a un orfanato, debido a ello tuvo una infancia triste en medio de un ambiente hostil. Eso jamás se lo perdonó a su padre ni a su hermano mayor, porque estaba seguro de que ellos pudieron asistirlo.
A los 17 años debió abandonar el orfanato porque era el límite de edad para la permanencia, entonces optó por ingresar como voluntario en la Marina Soviética para tener un sitio donde comer y dormir. De esa manera pudo conocer muchos países, uno de ellos Brasil, cuyos paisajes jamás olvidó, al punto de que cuando se convirtió en asesino dejaba en sus víctimas la marca de una cruz, pues recordaba al afamado Cristo Corcovado.
Cuando salió de la Marina se enroló como bombero, aunque no por mucho tiempo, porque después trabajó como obrero. Los bajos ingresos que recibía fueron su excusa para empezar a robar, pero hasta ese entonces sin quitarle la vida a nadie.
Primeros asesinatos
En 1989 formó pareja con otro delincuente, Serhiy Rogozin, un veterano de Afganistán con quien robó autos no sin antes asesinar a sus ocupantes, no importaba si eran niños o adultos. Ese año mató a un menor de 11 años y sus padres.
Cuando Onoprienko descubrió que la Policía lo investigaba, abandonó el país y recorrió como indocumentado Austria, Francia, Grecia y Alemania, en esta última nación fue detenido por robo y pasó 6 meses en prisión, hasta que fue expulsado del país.
Tras 6 años de sobrevivir cometiendo robos menores regresó a Ucrania, donde comenzó su intensa actividad delictiva que duró 6 meses, pero dejó 43 víctimas en la región de Zhitomir.
Para cometer sus crímenes Onoprienko estudiaba el terreno y buscaba la forma más fácil para atacar, como localizar casas apartadas del casco urbano para entrar poco antes del amanecer y sorprender a sus dueños mientras dormían.
Con total tranquilidad mataba primero a los hombres con un arma de fuego y luego acuchillaba a las mujeres y niños, además, si alguien se cruzaba en su camino durante la huida también lo liquidaba.
Uno de los casos ocurrió en la Nochebuena de 1995, cuando atacó la aislada vivienda de la familia Zaichenko, compuesta por el padre, la madre y 2 pequeños. Después de robar y aniquilar a los 4 incendió la casa para no dejar huellas.
De la misma forma atacó a varias familias en las regiones de Odessa, Lvov y Dniepropetrovsk. Ante tales demostraciones de violencia la sociedad ucraniana entró en pánico y el gobierno movilizó aproximadamente a 2.000 uniformados entre policías e investigadores para dar con el autor de los crímenes.
Los agentes empezaron a buscar y se fijaron en un hombre que viajaba frecuentemente por el sudoeste de Ucrania. El perfil del asesino coincidía con el personaje del que tenían pistas: un hombre de estatura media, con aspecto de deportista y sorprendentemente bien educado.
Pero los detectives se equivocaron, pues en marzo de 1996 el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) detuvo al joven, de 26 años, Yury Mozola. Después de 6 días de torturar con fuego y descargas eléctricas el sospechoso murió y 7 policías fueron encarcelados por ello.
Cuando las autoridades comprobaron que habían cometido un error, intensificaron las investigaciones en los alrededores de las villas alejadas, en la zona de la frontera con Polonia.
Onoprienko al verse perseguido se comportó de manera más violenta y en 3 meses mató a decenas de personas en las regiones de Bratkovivhi y Busk. Su último crimen lo cometió el 22 de marzo de 1996.
Localizado y detenido
El 16 de abril de 1996 Onoprienko fue detenido en la casa de su novia, donde los agentes hallaron el rifle que utilizó en 40 de los asesinatos, una pistola robada y 122 artículos de joyería y de video que pertenecían a las víctimas.
En esa fecha ya tenía 37 años. La policía además descubrió que el criminal fue estudiante de guardabosques, marinero y paciente de un hospital psiquiátrico.
Luego de su captura confesó solo 8 de los asesinatos y negó los otros cargos; sin embargo, después reconoció que segó la vida de 52 personas y enfatizó que de ninguno de los crímenes se arrepentía.
Algo que llamó más la atención durante su confesión fue que dijo que unos “dioses extraterrestres” lo habían escogido por considerarlo “de nivel superior” y le habían ordenado llevar a cabo los crímenes.
También aseguró que poseía poderes hipnóticos y que era capaz de comunicarse con los animales a través de la telepatía, además de “detener el corazón con la mente a través de unos ejercicios de yoga”.
No obstante, un peritaje médico lo calificó como una persona cuerda que podía y debía asumir las consecuencias de sus actos, y fue definido como un ladrón que mataba para no dejar testigos.
No fue condenado a muerte
El juicio inició a finales de 1998 con la intervención de más de 400 testigos y centenares de especialistas. Durante el mismo repitió: “soy el diablo”, “estaba contratado por los servicios secretos”, y otros inútiles argumentos para hacerle creer al estrado que estaba loco.
Onoprienko nunca mostró arrepentimiento y fue condenado a la pena de muerte, pero luego le fue conmutada por la cadena perpetua, lo que frustró el último deseo: “Que me ejecuten en la plaza pública, será mi obra final”, dijo en el juicio. Las familias de las víctimas mostraron su descontento porque querían lincharlo.
Finalmente “La bestia” falleció en la cárcel de Zhytomyr, el 27 de agosto de 2013, a los 54 años, debido a un ataque al corazón.