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Asesino fue condenado a morir en la cámara de gas
‘Fotógrafo’ detenido antes de matar a su cuarta víctima
Harvey Glatman desde niño se vio afectado por su no agraciado aspecto, pues siempre fue rechazado por las mujeres, así se convirtió en un resentido social que fantaseaba con las fotos que les hacía a sus víctimas, a las que violaba y estrangulaba.
Glatman nació el 10 de octubre de 1927 de una familia judía del Bronx, Nueva York, Estados Unidos. Era un niño consentido que no congeniaba con sus compañeros de la escuela; sin embargo, sobresalía como estudiante.
A los 12 años sus padres notaron que tenía unas extrañas marcas rojas alrededor del cuello; tras interrogarlo descubrieron que se había atado una toalla alrededor del cuello, como una manera de estrangulamiento, lo que para él representó una agradable sensación sexual.
Los progenitores consultaron a un especialista sobre qué podían hacer y éste les dijo que no se preocuparan, que “cuando el chiquillo superara la pubertad, aquello quedaría atrás”; solo les recomendó que lo pongan a hacer deporte.
Debido a que tenía unas orejas descomunales y muy separadas del cuerpo, las facciones caídas y ojos ligeramente saltones, una boca muy inflada, las chicas de la escuela no le prestaban atención, pero él intentaba atraerlas arranchándoles alguna pertenencia para después salir corriendo y cuando estaba a una distancia prudente se las tiraba por los pies.
Su madre solía decir que esa era su forma de hacer amigas; pero en realidad se trataba de un complejo de inferioridad que incapacitaba a Glatman a comportarse con normalidad.
A los 17 años estaba harto de sus frustraciones. Entonces una noche amenazó a una adolescente con una pistola de juguete y le ordenó desvestirse; cuando la muchacha empezó a gritar él perdió la calma y huyó, pero la Policía lo capturó.
Cuando lo dejaron en libertad bajo fianza se fue a Albania, Nueva York, donde dio rienda suelta a su deseo de fotografiar mujeres para luego fantasear. También, se metía a casas para robar, como consecuencia de ello, la Policía lo capturó y tras ser enjuiciado pasó 5 años en la cárcel de Sing Sing.
En prisión fue sometido a un tratamiento siquiátrico con el que se controló por un tiempo, por ello en 1951 obtuvo de nuevo su libertad.
Volvió a Colorado, donde vivía su familia, y para ganarse la vida empezó a componer televisores, hasta 1957 cuando se radicó en Los Ángeles gracias a que su madre reunió suficiente dinero para ponerle una tienda de reparación de televisores. Ahí estaba solo y como pasaba desapercibido entre miles de habitantes, podía complacer sus pequeños antojos.
En búsqueda de modelos
El 29 de julio de 1957 Glatman llamó a la puerta de uno de los departamentos situados en la esquina noreste de Sweetzer Avenue, donde vivían Judy Dull y Lynn Lykles. Ninguna estaba en ese momento, pero lo atendió Betty, quien tenía pocos días de llegada. Glatman se hizo pasar por Johnny Glynn, fotógrafo profesional, y le explicó que había conseguido los nombres y la dirección de las chicas en una agencia, y dijo que estaba interesado en revisar su álbum profesional.
Al terminar de ver las fotos le pidió a Betty el número de teléfono de Judy, y ella deseosa de hacerle un favor, se lo dio. Después de 2 días, mientras las modelos desayunaban, ‘Johnny Glynn’ llamó a Judy, porque tenía encargo urgente y quería que posara para él. La modelo no estaba muy entusiasmada porque tenía varios compromisos pendientes, sin embargo la convenció.
Glatman llegó al departamento sin el equipo fotográfico y alegó que un amigo había accedido a prestarle su estudio. Judy le dio su tarifa y él aceptó sin vacilaciones. Una vez en el estudio le pidió que se cambiara de ropa y se vistiera con una blusa y una falda. Luego sacó una cuerda y le explicó que se trataba de unas fotos para la portada de una revista de detectives, por lo que tenía que posar atada; ella accedió.
Después de tomar un par de fotografías no pudo contenerse más, la tumbó al suelo y le quitó parte de la ropa, seguidamente la apuntó con una pistola automática y le dijo que si se resistía, la mataría.
La sentó en el sofá y siguió sacándole fotos hasta que la violó. Posteriormente, le dijo que la llevaría a algún lugar alejado para dejarla en libertad. Pero, la llevó por un desierto, la ató nuevamente y la estranguló. Estaba muerta y él se sentía apenado, no obstante le hizo más fotografías.
Abandonó el cuerpo en aquel desierto y regresó a la ciudad convencido de que sería detenido, pues pensaba que la Policía iba a encontrar el cadáver.
Arrepentimiento y nuevo golpe
Pasó varios meses arrepentido, pero cuando reveló el rollo vio las fotos de la chica, las amplió y las colgó por todo su apartamento, ya que empezó a enamorarse de la imagen.
Entonces empezó a preparar un nuevo asesinato, este lo cometió en 1958, cuando se inscribió en un club de solteros, dio un nombre falso y se contactó con una joven de 24 años llamada Shirley Ann Bridgeford.
El 8 de marzo de ese año, cuando vio a Shirley en persona, ella quedó asombrada por su aspecto y entonces él sintió odio, por ello la encañonó con su pistola y la condujo al desierto, donde le hizo lo mismo que a su primera víctima.
Esa vez ya no hubo arrepentimiento, por el contrario, quería una nueva presa. Buscó en los contactos del periódico y así conoció a Ruth Mercado, una chica con la que soñó en cambiar su vida, pero como ella también lo rechazó, tuvo el mismo fin que las primeras.
Con un anuncio en el periódico, en el que se promocionaba como fotógrafo que buscaba nuevas modelos, conoció a Lorraine Vigil, una joven que estaba muy necesitada y vio en el posado un modo de ganar algo extra.
Ella iba a correr la misma suerte que las anteriores, pero Lorraine se reveló y empezó un forcejeo durante el cual resultó herida, lo que llamó la atención de una patrulla de carretera y Glatman fue detenido.
Se sintió acorralado, le mostró las fotos a la Policía y confesó los asesinatos, incluso dijo que abusó de otras mujeres, por lo que fue sentenciado a muerte en un juicio que duró 3 días. El 8 de agosto de 1959 fue ejecutado en la cámara de gas y sus últimas palabras fueron: “Es mejor así, tarde o temprano esto tenía que terminar así”. (I)