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En 1933, Hitler dictó una ley con la que legalizó la esterilización de gente con discapacidad o defectos hereditarios

Bajo el código de la 'eutanasia', médicos y enfermeras exterminaron a 300 mil personas

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Pese a correr 77 años del genocidio cometido en el régimen nazi, aún las cicatrices de millones de ciudadanos no sanan y un luto permanente será la exterminación de más de 300.000 personas, entre ellas 5.000 niños, en los 33 consultorios de ‘eutanasia’, de la Alemania nazi, donde era legal el asesinato de judíos, pacientes con discapacidad, con enfermedades mentales o defectos hereditarios. Lo que se perseguía era tener una raza pura alemana.

Todo empezó cuando Adolfo Hitler, en su conflictiva mentalidad, dictó el 14 de julio de 1933 la ‘Ley para la Prevención de Progenie con Enfermedades Hereditarias’, con lo que legalizaba la esterilización forzosa de personas consideradas por los nazis como biológicamente inferiores. Bajo este decreto, se puso en práctica en 1939 la Aktion T4, que fue un programa llamado de ‘eutanasia’, creado y ejecutado bajo la responsabilidad principal de médicos y enfermeras durante el régimen nazi para eliminar a personas señaladas como enfermos incurables, niños con defectos hereditarios o adultos improductivos.

En los 30 centros de eutanasia, repartidos en Alemania, Austria y otras naciones con influencia alemana laboraron 111 personas, quienes tenían la obligación de aprender a exterminar a los pacientes, incluidos niños recién nacidos y a guardar en secreto esta práctica perversa y cruel. Solo entre enero de 1940 y agosto de 1941, en lo seis sanatorios siquiátricos alemanes 71.047 internos fueron sistemáticamente asesinados por gas, hambre deliberada o inyecciones de Luminal (fenobarbital) que suministradas provocaban una pulmonía grave a los niños que los arrastraba a la muerte.

Entre 1939 y 1945, aproximadamente 300.000 personas de Alemania, Austria, Francia, la Unión Soviética y Checoslovaquia fueron víctimas del programa de eutanasia.
La T4 Aktion fue una operación que tuvo un gran éxito. Médicos y enfermeras recibían pagas extras por su participación y hacían fiestas para celebrar el haber alcanzado el objetivo de asesinados que se les había marcado.

Confesión de enfermeras

Ellas recibían a los discapacitados, ayudaban a su identificación, los tranquilizaban y acompañaban a las falsas duchas donde los exterminaban por inhalación de monóxido de carbono.
Estas son algunas de las enfermeras que colaboraron en el asesinato de sordomudos, ciegos, discapacitados, etc... y justificaron su actuación en los centros de muerte.

Emma D., de la unidad pediátrica de Hadamar, reveló que fue llevada en cierta ocasión a una sala del sanatorio en donde se encontró a dos compañeras más jóvenes, Emma L. y María S.; las tres fueron obligadas a realizar un juramento tanto de lealtad al III Reich como de silencio sobre los asesinatos que allí se realizaban justificando que las muertes de los niños y discapacitados eran daños colaterales producidos por la guerra.

También la enfermera Ana G., acusada de participar en el asesinato de 150 pacientes, dijo: “Durante mi trabajo en la sala para discapacitados mentales he visto mucha miseria y toda clase de enfermedades hasta la fase terminal. Debido a estas experiencias lo he visto como acto de misericordia… declaro que nunca nadie me forzó a participar… La enfermera Erna Elfriede E., acusada de participar en el asesinato de 200 pacientes, dijo: “Me fue pedido simplemente y tuve que ejecutar las órdenes”.

Gertrudis F., acusada de participar en el asesinato de 5 pacientes, confesó que “la preparación de las medicinas para dárselas a los pacientes era realmente uno de mis deberes. No podía ver una conexión directa entre mi trabajo y las matanzas...”. Margarete T., acusada de participar en el asesinato de 150 pacientes, declaró que “cuando las matanzas comenzaron en la sala U1, me sentía profundamente culpable y todavía lo siento hoy. En caso de negarme a las órdenes me imaginaba siempre mi despido del trabajo como enfermera”.

Martha W., acusada de participar en el asesinato de 150 pacientes, testimonió: “Participé en las matanzas y reconozco que actuaba contra los mandamientos y mi convicción y he cargado mi conciencia seriamente. La única explicación que puedo dar es que no tenía bastante tiempo de pensar en ella en aquel momento porque pusieron a las enfermeras bajo mucha tensión”.
El 24 de agosto de 1941 se ordena el fin de la operación de asesinato por eutanasia, pero esta práctica continuó hasta 1945.

Delitos y sentencias

En los juicios que se instalaron para condenar esta práctica los imputados, médicos, militares, enfermeras y civiles fueron acusados de 4 delitos: Crímenes de guerra: la existencia de asesinatos, torturas y violaciones, hechos contrarios a las leyes de la guerra; crímenes contra la humanidad, cuando se enfrentaba el exterminio y la muerte en masa; genocidio, cuando se daba muerte a todo un grupo étnico determinado; y, guerra de agresión, sobre la base de una premeditación para alterar la paz y entendida como el proceso para atentar contra la seguridad interior de un Estado soberano.

En 1947 se celebró un juicio en Dresden para condenar a los implicados en los crímenes de Sonnenstein; el director Paul Hermann Nitsche (puesto ocupado desde finales de 1941) y dos empleados sanitarios fueron sentenciados a muerte. Así también, de los 22 acusados 7 fueron condenados a pena de muerte, 7 absueltos y 8 cumplieron condenas de 10, 15 y 20 años de prisión. Posteriormente, en 1989, se descubrieron en el cementerio de Dresden tres fosas comunes con restos de las víctimas de Sonnestein. En 1991 se inauguró una muestra sobre los crímenes nazis relacionados con la eutanasia. (I)

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