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Vanguardia revela esa “tensión” entre empresarios y periodistas

La salida de José Hernández de la dirección de la revista Vanguardia (como “casi casi” lo explicó ayer Francisco Vivanco) ya fue un síntoma de lo que ocurría entre el empresariado de ese medio y los periodistas. La postura de Juan Carlos Calderón y su equipo de periodistas, ahora, prueba que tampoco en la “revista de investigación” había espacio para mostrar la realidad de esa tensión entre los intereses empresariales y los editoriales.

Que Vivanco ponga por delante la Ley Orgánica de Comunicación (LOC) como pretexto para cerrar la revista nadie se lo cree. Ni los periodistas que acaba de echar, ni sus colegas de la Aedep, ni mucho menos los anunciantes y financistas “ocultos”. Ayer decía que la LOC impide hablar, cuestionar, pensar, investigar y denunciar. Y en esa misma radio habló, por ejemplo, del pésimo criterio de democracia que tiene el actual Presidente, de las aberraciones de la ley y de un sinfín de cosas. ¿Lo hizo con miedo? ¿La LOC le abrió la boca? ¿Lo hizo en un medio donde la responsabilidad compartida le puede ocasionar problemas a su propietario por lo que él dijo?

Vivanco no da cifras ni prueba el estado financiero de la revista Vanguardia. Va a las entrevistas de sus medios allegados y, como Jean Cano, le reclamó a Diego Oquendo, no contrasta con la versión de los periodistas afectados por el cierre y la pérdida de empleo y los documentos de las investigaciones que estaban en marcha.

Como el propietario de la revista y del diario La Hora señala: hacer un periódico o un medio de comunicación en general es un negocio y requiere  una empresa para ello. Pero él también sabe que hacer ese negocio, en todo el mundo en estos tiempos, no es tan fácil ni constituye una fuente de enriquecimiento para nadie. Ese no es el propósito, de paso, con el que crean los empresarios ecuatorianos un medio de comunicación, como han dicho infinidad de veces.

Pero puestos sobre el caso concreto de Vanguardia: desde hace algún tiempo atrás ya había tensiones entre el empresario y sus periodistas. ¿Por qué salió de esa revista José Hernández? ¿Qué pesaba en esa decisión la línea editorial asumida por el actual director adjunto del diario Hoy? ¿O solo era un problema de acciones, cuentas y plata? ¿Hasta dónde el perfil que le daba Hernández iba a afectar a determinados negocios o líneas empresariales de los dueños mayoritarios de la revista?

Si algo caracteriza a la prensa de otros países es que los problemas de los medios también son asuntos de interés público. Y por ello la venta de acciones, la salida de un director o el cambio de línea editorial constituye motivo de análisis, noticias y comentarios. Aquí en  Ecuador han ocurrido muchas cosas en los medios privados, relacionados con negocios, cierres de empresas y posiciones políticas, que se ocultan porque ahí la transparencia no pesa tanto. Ahí sí rescatan el carácter privado del “negocio” y no el interés público de un medio que ofrece información a la ciudadanía.

¿Un periodista se inventa una entrevista y el medio se queda callado? ¿Los demás medios, por un raro espíritu de cuerpo, de eso no hacen noticia ni generan una discusión pública de un asunto que afecta a un número determinado de lectores? ¿El periodista en cuestión llega a la redacción y sigue dando clases de moral, como lo hacen otros desde sus “tribunas” editoriales, para que sean otros los que acaten y no sea una norma de conducta profesional? Esa es la realidad de algunos  de nuestros medios.

Los empresarios de la comunicación de Ecuador no están preocupados por la libertad de expresión. Eso lo dicen ellos también en privado. De hecho, la usan como un escudo para lo fundamental: el negocio de la comunicación ya no es el mismo desde que se estableció constitucionalmente la obligación de no tener vínculos con otros negocios que no sean los relacionados con la comunicación. Quizá sea fuerte la medida para quien pensaba hacer de eso el negocio de su vida, obviamente. Pero la ley está para cumplirla, no para simular ventas y menos para justificar cierres de revistas. Por eso el tema está por otra parte. Y Vivanco lo dijo ayer, entre líneas, porque se le iban las palabras y adjetivos  por delante de los pensamientos.

La lógica y la filosofía de los empresarios no son necesariamente  las de los periodistasEn definitiva: la comunicación, el periodismo, la prensa y todo lo que les rodea es, ahora más que nunca, un asunto delicado que no se puede mover ni actuar bajo las leyes del mercado ni del empresariado tradicional. En Inglaterra y Estados Unidos miran el tema y rediseñan sus estrategias para que el “negocio” sea rentable sin caer en la “promiscuidad” con otros asuntos. La lógica y la filosofía de los empresarios no son necesariamente (nunca lo han sido) las de los periodistas.

De hecho, lo pueden probar todos los directores, editores generales y hasta editores de todos los periódicos de Ecuador. Que levante la mano aquel editor, director o jefe de redacción que diga que comulga en un ciento por ciento con las lógicas empresariales de los dueños del medio para el que trabaja. Y si lo hacen -que dudo que ocurra- habrán ejercido su libertad de expresión a costa de que al otro día, con cualquier pretexto, salgan del medio.

Nosotros, los periodistas, no estamos para defender intereses empresariales en nuestro oficio. Eso le queda bien a Fundamedios y a la UNP de Vicente Ordóñez, por ahora. Ni al uno ni al otro les escucho defender los derechos laborales de los periodistas de la revista Vanguardia. No han puesto una denuncia en la CIDH.

Lo de fondo, otra vez, constituye el rol de los empresarios de la comunicación. Si de verdad están convencidos de que defienden las libertades, asuman sus negocios de comunicación como una verdadera entrega y ofrenda a la ciudadanía. Y, al mismo tiempo, defendiendo los derechos de sus empleados.

Por lo demás, los periodistas de Vanguardia, sin ayuda del Gobierno, ni de nadie afín, han ayudado a revelar cómo la tensión entre periodismo y empresa tiene  límites. Ahora tienen más clara la película de lo que parecía que era solo una consigna o bandera de Rafael Correa.

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