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Ecuador, 17 de Mayo de 2025
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El Telégrafo

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Una mañana en el museo con el Dr. Antanas

Apenas uno dice: “voy a entrevistar a Antanas, luego de su conferencia”, un recuerdo puntual, una postal cliché, se escapa de la boca del interlocutor de turno, sobre todo si no es colombiano: “cuidado se baja los pantalones y muestra el trasero”. El antecedente es  conocido: 1993, Mockus era rector de la Universidad Nacional de Colombia y dictaba una conferencia frente a un grupo de alumnos que, según descripciones de varios “opinólogos” que defendieron su gesto, eran más bien “una horda informe de esa izquierda cobriza, chabacana y lela que puebla las aulas del subdesarrollo”, como sagaz y maliciosamente dijera Álvaro Mutis en relación con otra anécdota, en la que el expositor era Borges y quiteña la universidad. En fin, cada vez que Mockus intentaba hablar, los estudiantes lo interrumpían, hasta que, hastiado, se dio la vuelta, se desabotonó el pantalón y mostró el trasero. Es, como sabemos, apenas una de sus tantas “excentricidades”; pero sin duda se trata de aquella que la gente de fronteras para afuera recuerda con mayor claridad.

Habría que sumar a esa imagen muchas otras (también recordadas entre los colombianos): su matrimonio oficiado en un circo, entre una corte de tigres de Bengala y con un elefante remplazando la limosina; el disfraz de superhéroe para “hacer entender” algún punto de su agenda ciudadana; el reconocimiento, el año pasado, en un país “devoto” como Colombia y mientras era candidato presidencial, de que de vez en cuando irrespetaba el décimo mandamiento pues, según soltó, “a veces deseo a la mujer del prójimo”, a lo que agregó, con una sonrisa astuta: “esto es papaya para mis opositores, lo aprovecharán como arroz...”.

Tremenda imagen quizás confunda un poco a los desinformados, que pueden tomar a Mockus como un “relajoso” impredecible; un populista como tantos otros que han desfilado por las tarimas latinoamericanas, un tanto al margen del respeto a los consensos serios de sociabilidad. La verdad es más bien distinta: todo este carácter performativo que determina su forma de hacer política está al servicio de una postura “ilustrada” que pondera una sociedad respetuosa de la legalidad, del espacio público y la transparencia; una sociedad con una “cultura ciudadana” robusta. En su primera administración como alcalde de Bogotá (1995-1998), por ejemplo, se inventó una campaña llamada Bogotá Coqueta, en la que en vez de policías de tránsito, había mimos advirtiendo sobre las contravenciones; y, en vez de un “carajazo”, la gente utilizaba una tarjeta con un pulgar hacia arriba o hacia abajo para felicitar o desaprobar la acción de otro ciudadano.

Incluso, podría decirse que es precisamente esta condición “ilustrada” y “quisquillosa” con la legalidad la que han utilizado algunos detractores para tacharlo, entre otras cosas, de alguien que sufre un “fetichismo” por la norma (Antonio Caballero, imprescindible editorialista de la revista Semana, se refirió al suyo, en un artículo, como “un autoritarismo ilustrado”); o para señalarlo cuando, siendo un académico y pensador independiente, un político “atípico”, transigió ante los cabildeos entre actores tradicionales lanzándose, por citar un caso, como candidato a la vicepresidencia con Noemí Sanín, en 1998.

Los activistas de izquierda le han reprochado “coquetear” con el TLC y no tener una idea específica acerca del problema del resarcimiento de tierras a los desplazados... Los empresarios  se han quejado de que se pierde en abstracciones y letanías filosóficas... Todo esto, claro está, durante su última “incursión” política relevante: las elecciones presidenciales de 2010, que perdió en segunda vuelta con Juan Manuel Santos. En aquella ocasión, Mockus participó como candidato del Partido Verde, en el que lo acompañaban los ex alcaldes de Bogotá Luis Garzón y Enrique Peñalosa, y el ex alcalde de Medellín Sergio Fajardo... Sin embargo, hace no mucho, abandonó ese partido en demostración de rechazo al apoyo que  Álvaro Uribe brindó a Peñalosa, en su intento por regresar a la alcaldía bogotana...

"Hay cosas que no puedo digerir del periodo del presidente Uribe... obtuvo resultados claros  especialmente en seguridad, pero no todo fue la belleza que se pintó. Hubo falsas desmovilizaciones y, mucho más grave, falsos positivos”... Así justificó su salida, y es precisamente ese talante lo que más claramente reconocen sus defensores: una coherencia ética que, a pesar de las contradicciones inherentes al siempre brusco juego de la política, ha intentado mantener este hombre honesto y sencillo, un intelectual Licenciado en Matemáticas y Filosofía de la Universidad de Dijon y Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Colombia, de saludable sentido del humor, vasta cultura y sensibilidad suficiente como para sacar a la política -siempre en función de suscitar conciencia y participación ciudadana- del anquilosamiento consagrado por la clase dirigente más ortodoxa.

Fue la Secretaría Nacional de Transparencia la que lo trajo a Guayaquil, invitado a hablar sobre mecanismos anticorrupción. Mockus llegó un martes caliente y fue directo al Auditorio Simón Bolívar. Luego de su intervención, salió un rato a tomar aire. Vadeando entre funcionarios ministeriales que amagaban con llevárselo al “hotel para que descanse”, entre curiosos que lo asaltaban a  la voz de “una fotito con el doctor, por favor”, al fin logré dar con él:

- Cómo está... mire, le propongo que me acompañe al museo que queda acá, al lado, a ver la retrospectiva del Salón Mariano Aguilera, uno de los más importantes del país. Noventa años de pintura y escultura ecuatoriana... Mientras tanto le hago unas cinco preguntas, ¿está bien?

Siendo hijo de Nijole Šivickas, escultora lituana radicada en Colombia desde 1950, a lo mejor el asunto, pienso, puede interesarle, puede “persuadirlo”; lo cual se confirma con su expresión, con su mueca alegre. Sin hesitación deja atrás el avispero, cruza la puerta de vidrio y se planta frente al primer trabajo: Natem / 1995/ Antonio Romoleroux/ papel hecho a mano y cobre/ 150 x 196 cm. Sin esperar por la primera pregunta, arranca:

“Creo que en casos como el de los mimos o las tarjetas distribuidas entre los ciudadanos no pretendía estar haciendo arte, desde luego, pero sí tomaba del arte ciertas estrategias. Cierta capacidad de sorprender, de despojar a la realidad de una familiaridad excesiva. El arte coloca bajo una luz distinta el consenso. Si un policía me lleva hasta la esquina yo reacciono, quizás, desde mi interés de sujeto económico... por qué me hace caminar, por qué me hace perder tiempo; o, evidentemente, como sujeto social en el sentido más elemental (pensando: van a castigarme)... Si un artista me invita a ir hasta la esquina, tengo que evaluar la petición, en el mejor de los casos -si la cosa funciona- desde un ángulo estético. Me pregunto qué hace un mimo en la calle, evalúo si coopero o no con la `obra´ que lleva a cabo, pero en todo caso hay ya un cambio de la relación con la regla. Cuando para desarmar a Bogotá declaré que toda la ciudad era un espectáculo público, invité a que la miráramos así en muchos sentidos, y corrí el riesgo de que los generales me pusieran una denuncia por prevaricato, por usurpación de funciones... Finalmente la Fiscalía me dio la razón por mi defensa del derecho a la vida, aunque no aceptó mi potestad para hacer de la ciudad toda un espectáculo...”

… Tremendo tema: estética y ciudadanía...

… Lo que pasa es que la estética, bien entendida como posibilidad dialéctica, abre espacio a discusiones donde, al principio, siempre está presente o la ortodoxia extrema (bonito es lo que se ha definido por siglos como bonito), o al revés, “entre gustos no hay disgustos”, entonces para qué vamos a discutir. Si usted logra que dos seres humanos discutan sobre una obra de arte, sobre su validez o no, sobre su belleza o no, está dando un paso hacia el descentramiento... Se trata de una invitación desinteresada a ponderar otro punto de vista...

¿Cuál es, entonces, la forma de arte que más lo conmueve?

Pues yo participé en un coro, hice teatro, dirigí un grupo de baile, aunque era un baile bien “bambuqueado”...

… Bueno, como buen lituano, en algún momento de su vida tenía  que haber cantado en un coro...

Sí, sí, el coro era una forma de conservar mi cultura lituana... Y curiosamente mis primeras lecciones de patriotismo colombiano las recibí de empresarios lituanos. Uno de ellos me dijo: “¿A qué anda dedicado usted?”; y yo le respondí: “investigando”. “No, si va a investigar lárguese a Londres, París o Boston; pero si se queda en Colombia haga algo por Colombia”. Fue un domingo, día de la madre, después de asistir a una misa en lituano. El tipo, claro, tenía algunos tragos en la cabeza... Además me dijo: “cómprese un traje, porque aquí la manera de vestirse es bien importante”. Es decir, no solo me invita a asumir una tarea de responsabilidad con el país, ¡sino que me da una pista para que no me vaya tan mal!

…  La misa, el patriotismo... usted conoce aquella frase de que “ser colombiano es un acto de fe” ¿no?, atribuida -para variar- a Borges...

… Yo me casé con mi esposa por una apreciación particular: recién la conocí le hice, también, la pregunta: “¿qué hace usted?”. Me contestó: “enseño Constitución a partir de historias de vida”. Le pregunté entonces qué era lo que la había impresionado más, y me dijo: “que la gente después de caerse se levanta”. Así de sencillo lo dijo. El colombiano es, en efecto, fe en sí mismo, aunque suene a frase de postal...

Y entró a la política... aunque, se sabe, usted es una figura diferente, a medio camino entre la acción “concreta”, militante o de batalla electoral, y la filosofía, la academia. Recuerdo ahora, por ejemplo, en su línea, a Massimo Cacciari, pensador y dos veces alcalde de Venecia, o un ejemplo “de moda”: Slavoj Zizek, filósofo y ex candidato presidencial esloveno... La gente no está acostumbrada a que un político cite en su discurso a Hanna Arendt, se refiera al movimiento nadaísta o, menos aún, que invite a “poner por escrito los debates”. ¿Podría hacer una sucinta lista de los autores que han configurado ese pensamiento político?

Jon Elster es el más importante recientemente; Jurgen Habermas, Gadamer -aunque lo he estudiado mucho menos-; Wittgenstein influyó mucho... Los pragmáticos norteamericanos, sobre todo Pierce (y un poquito James). De allí, un sociólogo: Basil Bernstein, a quien conocí personalmente cuando tomé su seminario en la Universidad de Londres... Durante seis años estuve con Habermas y Berstein como perro y gato dentro de mis vísceras... Berstein me parecía un posible apuntalador de fundamentalismos, pero luego se me quitó ese fantasma de la cabeza. Simplificado al extremo, Habermas dice que cada vez que hablas tejes sociedad, el lenguaje teje vínculos y compromisos; Bernstein plantea que cuando usas el lenguaje el vínculo habla a través de ti... como en la frase de Milan Kundera que apunta que tal vez solo existimos para que usted haga eso (y señala la grabadora que registra sus palabras)... Lo que existiría, en Bernstein, es el lenguaje; al ponerle límites y darle usos armamos nuestras identidades... He trabajado también con Doris Sommers,  una experta en literatura latinoamericana... Ella viene, realmente, de los Estudios Culturales, pero se ha movido a lo que en Harvard se llama Agencia Cultural.

(De repente, Mockus corre -da trotecitos, mejor dicho- hacia una escultura que capta, como magnéticamente, su atención: Runa Toro/ 1981/ Carlos Rodríguez Zamora/ Madera/ 61 x 105 x 27 cm. Es momento de entrar más de lleno en el tema que se abre...)

Pasemos a su  participación concreta en política electoral... Su carrera es larga y conocida, pero hablemos de su militancia más reciente, la del Partido Verde. Es interesante revisar los vaivenes que ha sufrido ese partido... Cuando la señora Betancourt estuvo, por ejemplo, algunos expresaron que tenía nociones morales y sociales muy conservadoras, lejos del ideario de los partidos verdes europeos, los “originales”. Luego llegan “los ex alcaldes”, todos progresistas, pero usted se separa por acercamientos  de Los Verdes con Uribe...

Creo que hicimos un conjunto de acciones atractivas, interesantes, que generaron una adhesión fuerte a -pongámoslo crudamente- la marca Partido Verde. En una sociedad muy individualista, los cuatro, también muy individualistas, mostramos que podíamos hacer algo juntos.... y luego, bueno, el individualismo primó... Alguna vez le señalé a Lucho Garzón el asunto Let it be, aquel disco y documental de The Beatles, en el que se nota la tensión...

...Y usted era George Harrison, y Peñalosa McCartney...

Jajajajajaja.... La analogía no es completa; pero es como si cualquiera de ellos hubiera dicho: “tengo un mejor respaldo en uno de los Rolling Stones”. Y lo grave era que afectaba un eje central de nuestro pensamiento, que era: “no todo vale”... Porque el presidente Uribe, más allá de todo lo que revelen las investigaciones, simboliza en Colombia un equipo para el cual claramente en varios momentos todo valió. No digo qué o qué no hizo Uribe, posiblemente sea inocente de todo lo que se le acusa, pero por lo menos conformó un equipo que realizó tareas turbias,  tareas complicadas... Nunca sabremos si se hubieran obtenido los mismos resultados utilizando solo métodos legales, nunca sabremos si la solución lograda hubiera sido más lenta pero más estable... Lo que tuvimos fue ocho años de pragmatismo clásico colombiano, los “resultados” justificando las acciones.

¿Y, a estas alturas, cuál es su lectura crítica del Gobierno de Santos? (quien, en algunas cosas -como el nombramiento de ministros o el “tono” de la política exterior- le ha dado la espalda a Uribe)

El talante psicológico de los dos es muy distinto. Santos tiene una frialdad mayor, desde la cual puede actuar de manera más calculada; Uribe es mucho más impulsivo, aunque, por otro lado, es muy consciente de que parte de la lucha que se libra con las FARC, por decir algo, tiene que ver con el lenguaje. Ciertos exabruptos verbales suyos pueden haber sido ocurrencias propias, muy íntimas, pero decirle “marica” a alguien que lo llama por teléfono, o decir que a los corruptos hay que lincharlos -lo cual lo expresó dos veces en una misma intervención- son excesos que yo considero calculados. Fíjese que Santos hace más concesiones, a veces, en el terreno del lenguaje. Incluso, los antecedentes confirman que manifestaría verbalmente  por lo menos la posibilidad  de un proceso de conversaciones con la guerrilla, con sus condiciones, por supuesto... Mi impresión es, eso sí, que cada vez más hay equipos grandes trabajando los contenidos de comunicación de los gobiernos; en eso Santos me parece que sí continuó el ejemplo de Uribe.

Ahora, su separación responde a ironías de la vida... Yo había hecho declaraciones públicas diciendo que le herencia de Uribe era demasiado “importante” para dejársela a los uribistas. Un poco lo que pasó en Medellín. Allá hubo una negociación muy turbia con los paramilitares, pero un alcalde decente, un alcalde zanahoria, como le digo yo, Sergio Fajardo, pudo retomar ese proceso y tratar de manejarlo de manera adecuada... porque Luis Pérez, el antecesor, tenía un enfoque pragmático, casi cínico...

En esta última elección presidencial parecía que con usted ocurría otra cosa, que a lo mejor  daba una pelea más intensa, pero la respuesta electoral no llenó las expectativas... Luego participó en la elección para la alcaldía, de la cual se retiró, dejando el camino para que ganara un candidato progresista como Gustavo Petro, a quien muchos analistas ven puntos de contacto con usted... ¿Qué hará ahora, frente al actual panorama?

Es tiempo de trabajar en política no electoral, en parte por razones pragmáticas, ya que faltan dos años para las próximas elecciones, pero sobre todo ocurre que el tipo de problema con el cual trabajo ahora, en relación con la ley moral y la cultura, demuestra que no es deseable que uno pretenda trabajar siempre desde el Estado. ¿Qué hacer para que la sociedad civil sea más gestadora de iniciativas, o “ejecutora aliada”, que ayude a sacar adelante las políticas públicas sin comprometerse con un apoyo típico de la sociedad vieja, en la que uno se afiliaba a un partido como a una religión?... Creo cada vez más que distintas causas suscitan distintas adhesiones; me he encontrado con gente que es pro-eutanasia y, al mismo tiempo, anti-aborto... Como hay tantas líneas de división no puede haber tantos partidos...

… Eso recuerda la idea lacaniana de que no hay todo sino conjuntos de acuerdo con el caso... ¿No le interesa a usted el psicoanálisis francés, habiendo estudiado allá? (la pregunta viene, además, luego de que Mockus masculla, para sí mismo, un comentario acerca de la injerencia del inconsciente en el arte, frente a otro cuadro: Homenaje a Anton Webern/ 1961/ Araceli Gilbert/ óleo sobre lienzo/ 129 x 87 cm).

Le confieso que Jon Elster es muy escéptico con la filosofía y la ciencia social francesa... Pues esto suena como a disculpa infantil: tengo amigos lacanianos...

Terminemos, de todas formas, con algunos apuntes de los cuestionarios de un par de franceses: Bernard Pivot y Marcel Proust... Usted no piense mucho, solo conteste...

Y hablando del inconsciente... Eso es peligroso...

... ¿Qué es lo primero que físicamente le ve a una mujer?
Depende... La cara... Cuando tenía doce años me acusaron de mirarle las piernas a una muchacha. Eso motivó la ida de mis padres al colegio, y yo acusé al prefecto de disciplina de haber tergiversado mi gesto... mi mirada iba de la cara al resto...

¿Cuál es el sonido o ruido que más le gusta?

El de los motores del taller de mi madre.

¿Cuál es el que menos le gusta?

Cuando la gente en medio de una conferencia conversa entre sí, o cuando le suena el celular...

¿Cuál es su mala palabra más usual, más frecuente?

Está entre “putas” (interjeción colombianísima) e “hijueputa”... aunque me irrito mucho cuando otra gente usa esas palabras...

¿Qué personaje le haría cambiar de acera?

Uribe.

¿Qué lo enciende emocional, intelectual y espiritualmente?

La capacidad de la gente de levantarse y seguir caminando.

¿Y qué lo desanima de la misma manera?

Que uno a veces, habiendo sido premiado de mil maneras por la vida, se deje ganar por el desgano.

¿Un poeta?

Me quedo ahora, más bien, con un libro: Las Rubáiyátas de Horacio Martín, de Félix Grande, donde consta ese verso que dice que si uno se abstiene de ir al cuarto de la muchacha con la que ha coqueteado un poco, cuando sea viejo / le saldrán culebras del espejo.

¿Una película?

Brasil, de Terry Gilliam; Tres mujeres, de Robert Altman; Lugar sin límites, de Arturo Ripstein... Esa es sobre un par de machos machotes que tienen mutuo amor sublimado; uno de ellos baila con un travesti y pone en cuestión la hombría, entonces no descansan hasta matar al travesti... Oh lucky man, de Lindsay Anderson... Y hay un documental -que no he podido encontrar- sobre el proceso de paz en Sudáfrica, en el que un par de torturadores leen el informe frente a dos mil mujeres negras. Todo es como un ritual vacío, hasta que uno de ellos llega a un tramo tan cruel que se le quiebra la voz. Entonces una mujer solloza, el resto de mujeres solloza, y uno, a miles de kilómetros, también solloza.

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