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El Telégrafo

Un “desplante” a los medios públicos que nos dignifica

Un “desplante” a los medios públicos que nos dignifica
14 de febrero de 2013 - 00:00

Los lectores sabrán juzgar: la cobertura electoral desarrollada por este diario se sustentó, como dijimos el 14 de enero, en el siguiente enunciado: “Este diario no hace política ni se debe a la política partidista. Pero sí tenemos una política muy clara y transparente: nos debemos a los lectores; millones de ellos apuestan por cambios de fondo, por transformaciones democráticas para reducir la pobreza y la inequidad. Y si eso ocurre en nuestro país lo vamos a registrar, no vamos a engañar a nadie con falsos escenarios ni con apocalípticos pronósticos que no caben. Diremos la verdad, ante todo. Lo haremos con los géneros puros del periodismo: entrevista, perfil, crónica y reportaje. Y una campaña electoral, además, pone en vitrina al periodismo: lo hace visible, resalta sus valores y virtudes más nobles, devela potencialidades y garantiza un aprendizaje para generar pedagogías colectivas. Somos, por tanto, cómplices y encubridores de las decisiones democráticas del pueblo, gusten o no a las corporaciones económicas, mediáticas y religiosas de cualquier índole”.

Y así ocurrió. Lastimosamente, con argumentos y pretextos bastante pobres y en otros casos incomprensibles, los candidatos Álvaro Noboa, Lucio Gutiérrez, Mauricio Rodas, Norman Wray y Alberto Acosta se negaron a sostener un diálogo con el equipo de periodistas de El Telégrafo. En la práctica los únicos que pierden, con el dolor del alma, son nuestros lectores: no tuvieron oportunidad de leer su pensamiento sin concesión alguna. Como lo prueban las entrevistas con Nelson Zavala, Guillermo Lasso y Rafael Correa, en ese orden de publicación, un ejercicio profesional y público de absoluto respeto.   

Entendemos que no hayan querido expresar sus opiniones a audiencias críticas y reflexivas como  las nuestras, a lectores que no van a regalar su voto por un comentario u oferta banal y mucho menos por leer propuestas insostenibles. También aceptamos, porque somos y no solo nos decimos democráticos, que los candidatos de la derecha y de la izquierda en la oposición prefieran dialogar sin mayor criticidad con los periodistas y medios de su “comodidad”, en los que no se hacen preguntas de fondo y solo se busca colocar hitos opositores.

Incluso, lo decimos sin recelo, si bien las reglas del Código de la Democracia nos “obligaban” a entrevistar a todos, no íbamos a ceder en ninguna mentira y menos a  aceptar falsedades o respuestas sin argumentos de cualquiera de los candidatos. De todos modos, dejamos sentado que la cobertura electoral de este diario fue de puertas abiertas, con espacios para la reflexión y el análisis; nada para la propaganda.

Y por eso nuestra lectoría creció. Agradecemos además a nuestros lectores por las sugerencias y comentarios, así como también hacemos un reconocimiento a nuestros colaboradores externos que con sus valiosos artículos y ensayos permitieron un mejor enfoque de este complejo, único y democrático proceso electoral. Insistimos en que los más beneficiados con este esfuerzo profesional periodístico fueron nuestros lectores.

Tuvimos un enorme sentido de responsabilidad a la hora de informar para que la decisión sea con base en datos, encuestas (que de paso la prensa privada y comercial no publicó en una aparente coincidencia con ciertos candidatos que nunca mencionaron las cifras de su votación), investigación y debate.

Al cierre de la campaña (no de nuestro compromiso de informar) hemos aprendido mucho más: posicionar temas por fuera de agendas inducidas, debatir abiertamente y sin prejuicios contenidos sumamente “espinosos”, y a generar pedagogías periodísticas para nosotros y los lectores.

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