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Ecuador, 12 de Junio de 2025
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En las inmediaciones habitan 35 familias en zonas seguras

Proyecto Baba, historia que construyen los reasentados

El proyecto multipropósito Baba controla las inundaciones de sus alrededores y a la vez dota de agua al agro. Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
El proyecto multipropósito Baba controla las inundaciones de sus alrededores y a la vez dota de agua al agro. Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
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Los 100 mil metros cúbicos de agua fluyen como un solo cuerpo inmenso que se agolpa contra el dique 4, el más próximo a la Costa y a las turbinas.

Los ríos Baba y Peripa corren atrapados por un tramo de 8 kilómetros y tres muros. Bosques de boya, abacá, plátano y palma tiemblan sobre el espejo de agua.

Cuando se angosta el surco la guadua y el palo de río guarecen las orillas. Hacia el este, el cielo encapotado no deja ver la cordillera.

Fausto Cornejo brinda seguridad sobre el dique 1. La conciencia de lugareño que adoptó, tiempo después de llegar desde Esmeraldas, no se rinde ante la imponente masa acuática, que hace seis años lo inundó todo. Esta es una zona donde por años arreó reses desde su montura, siendo uno más de la comunidad Peripa del Baba junto a otros peones de hacienda.

Historia anegada que también transformó a las gentes, convirtiéndolas en reasentadas.

Pasaron de campesinos sin tierra a propietarios de una hectárea en una zona pródiga del país para la agricultura. Son 35 familias reagrupadas en cuatro zonas seguras.

La retribución por la afectación incluyó la entrega por el Estado de una casa de construcción mixta de dos plantas. Es el nuevo todo que, hace más de 5 años, Manuel León mira ingresar a la madrugada por ventanas y recovecos, inundando la vida cotidiana de colores.

A diferencia del episodio del embalse que iba copando los terrenos de la hacienda bananera donde hacía de empalador de matas, en que fue sobre todo testigo, en este capítulo es protagonista junto a su mujer Alba Vera. Los dos, oriundos de Manabí, comenzaron las tareas de la finca “desde cero”, asumiendo el reto de domar el monte machete en mano, apropiándose de él y de sus frutos.

A esta altura, las hojas verdes y rojizas de cacao sobresalen en la finca y en la de los vecinos. Hace tres años que aprendieron junto a su hijo mayor las artes del cultivo y plantaron un millar de plantas en cada lote.

Ahora ya cuelgan las mazorcas que guardan capullos de pepas valiosas, alentando la sostenibilidad del reasentamiento. Esta se complementa con el trabajo que los miembros del hogar obtienen en las haciendas circundantes, algo que Manuel ya no puede hacer por un precoz párkinson que avanza sin remedio a sus 42 años.

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