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El Telégrafo

Un papel o un cartón pequeño sellados son los únicos documentos que entregan los administradores a los usuarios. en caso de pérdida, el conductor pagará hasta $ 10 al encargado del lugar

Precios y seguridad, los males de los parqueos

En Cuenca, algunos estacionamientos cobran el mismo valor al usar el espacio por una hora o la fracción. Para ingresar a los patios hay que pasar por las veredas afectando el tránsito de los peatones. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo.
En Cuenca, algunos estacionamientos cobran el mismo valor al usar el espacio por una hora o la fracción. Para ingresar a los patios hay que pasar por las veredas afectando el tránsito de los peatones. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo.
24 de octubre de 2014 - 00:00 - Redacción El Telégrafo

Son las 09:30 y el ingeniero Fernando Hidalgo se desplaza a bordo de un viejo jeep Nissan Patrol, fabricado en 1992, rumbo al centro de Guayaquil. Esta rutina la cumple al menos dos veces a la semana, pues debe abastecerse de insumos para sus tierras en Daule o efectuar otros trámites legales y personales.

Al llegar a las inmediaciones de las calles Escobedo y Luque ya están llenos todos los puestos de la vía donde es permitido aparcarse.

No tiene otra opción que dejar su vetusto carro de color azul oscuro en un estacionamiento privado de los que están en el sector.

En el exterior de estos espacios siempre hay una persona que llama a los conductores como Hidalgo. Su objetivo es que deje el automotor a cambio del pago de $ 1,25 por la hora o fracción. Es decir, este agrónomo porteño cancelará ese valor si su trámite en el centro le toma los 60 minutos o 25. En cambio, si tarda más de la hora, por ejemplo dos o tres pagará $ 2,50 o $ 3,75, respectivamente. Como él decenas de ciudadanos en varias urbes del país están “en manos” de lo que dispongan los propietarios de estos terrenos. Eddy Vélez es otro conductor al que no le queda más que dejar su carro en uno de estos recintos cuando acude a la zona central de Guayaquil. Su principal observación es el descontrol en cuanto a los valores por pagar, por las fracciones de una hora que permanece su auto guardado hasta que concluya sus diligencias. En el puerto principal no existe una disposición legal que regule los valores que se cobran ni reglamente el pago por el tiempo exacto de utilización de un puesto.

A lo que se agrega que en los parqueaderos particulares del centro de la urbe, en la mayoría, no están visibles los extintores contra incendios, no cuentan con un sistema de cámaras en los patios o cercos eléctricos, carecen de salidas de emergencia (la puerta de ingreso es también la única para abandonar el sitio), no hay baños o están en malas condiciones y las personas encargadas poco o nada saben de cómo deben actuar en caso de que ocurra una emergencia. Del mismo modo, el usuario no recibe una factura, sino un papel o cartulina en la que se anota su hora de llegada. Este diario pidió información al  Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, el pasado miércoles, sobre las seguridades exigidas en los estacionamientos para emitir los permisos, pero hasta la tarde de ayer no obtuvo una respuesta.

Receptores de carros

Su labor como dijo Manuel H., responsable de un local en el centro, se limita a recibir el carro, estacionarlo para ganar el mayor espacio posible, controlar el tiempo que permaneció y luego devolverlo a su dueño. En estos lugares lo que es visible es el letrero en el que se indica que: no son responsables por las pérdidas o por los objetos dejados en el interior del auto. Igualmente, el que informa sobre el valor de la tarifa o de la fracción.  

José Abad, quien se encarga de cobrar y estacionar los autos en Boyacá y Olmedo, explicó que para evitar que los culpen de las pérdidas de objetos en los carros piden a los clientes que indiquen lo que dejan. “Siempre pregunto lo que hay”.

También, en Pedro Carbo y Aguirre hay un letrero con la leyenda: “No se responsabiliza por dinero u objetos de valor”. José Valencia, quien atiende en el sitio, aclaró que el rótulo se refiere a los elementos no reportados con anterioridad. “El letrero ya no vamos a sacar, un compañero lo dejó allí”, argumentó.

Del mismo modo, los parqueos se reservan el ‘derecho de admisión’ de los automotores y variación de valores. Por ejemplo, en la última dirección citada, no reciben camionetas ‘grandes’ porque ocupan doble espacio y son ‘difíciles de maniobrar’. Otros dan solución al último ‘dilema’ cobrando más por el alquiler. Es lo que ocurre a pocos metros del Cabildo. En dicho parqueadero los usuarios tienen un recargo de $ 0,25 adicional.

¿Quién controla la arbitrariedad de los precios y exigencias? En una consulta efectuada por este diario en la Dirección de Vía Pública del Municipio de Guayaquil, esta dependencia informó que no hay ordenanza que fije los valores.

Según la entidad, cada ciudadano es responsable de escoger el sitio más conveniente, es decir, depende de la oferta y demanda, y los dueños de los espacios pueden imponer cualquier cifra. Pero en el caso de los robos, la entidad señaló que aquello debe ser denunciado en la Fiscalía. En el puerto principal, la libertad para establecer costos es tan amplia, que en la calle El Oro, cerca al ingreso al paso peatonal Guayaquil-Santay, se cobra $ 2 por estacionarse en la vía pública. Jóvenes y adultos con franelas entregan boletos en los que consta el cobro. Incluso, por un minuto de permanencia. Carina Tumbaco, quien ha visitado la nueva zona turística, calificó como un abuso lo que sucede en Guayaquil. “Les pregunté qué pasa si no pago, y me respondieron que entonces ‘no se responsabilizan de lo que ocurra’”.

Atados al Pico y Placa

Francisco Segura, quien vive en la urbanización La Armenia en el Valle de los Chillos (Quito), comentó que desde el arranque del Pico y Placa ha utilizado en contadas ocasiones el estacionamiento de borde de Cuscungo, ubicado en la avenida General Rumiñahui, a la altura de la urbanización Monjas.

“En una oportunidad recuerdo que hubo un accidente de tránsito en la autopista (al valle) y la congestión era terrible; entonces, aunque salí de mi casa con tiempo suficiente para no tener problemas con el Pico y Placa, estaba al límite antes de llegar a El Trébol, por lo que opté por dejar el carro en Cuscungo y tomé un bus. La otra vez fue un día en que por los apuros olvidé que tenía ‘Pico’ y salí en el auto; por suerte me di cuenta a tiempo”.

En el caso de Segura, el resto de días alterna sus viajes al trabajo en su vehículo o en el de su esposa. “Por fortuna nuestras placas terminan en dígitos distintos, así que no hay problema”, señaló.

Otra parte del sistema de estacionamientos en la capital la forman los de propiedad municipal ubicados en el Centro Histórico y en otros puntos del llamado hipercentro urbano quiteño. Los primeros son 7 espacios de parqueo ubicados en el Museo del Agua (192 plazas), San Blas (364), La Ronda (260), El Tejar (303) y los del Cadisán (393) y los llamados Montúfar 1 (112) y Montúfar 2 (243). Y los segundos son 11 sitios establecidos alrededor de parques de la ciudad, los cuales totalizan 2.368 lugares de estacionamiento. Una opción más de los quiteños para aparcar son los lugares asignados en las calles del centro-norte para el sistema llamado Zona Azul. Estos equivalen a 8.572 lugares.

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