“La maleta del gato Félix” o libreto de Álvaro Uribe
Alrededor de la computadora y los supuestos correos electrónicos de Raúl Reyes se construyó una de las más perversas acciones políticas en contra de los gobiernos de Ecuador y Venezuela: menoscabar su legitimidad tejiendo nexos y complicidad con las FARC.
Para eso, como lo prueba la sentencia de la Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia, los WikiLeaks y las declaraciones de altos funcionarios y políticos colombianos, el entonces presidente Álvaro Uribe no escatimó nada: filtró parte de la información sobre los supuestos lazos de los gobiernos vecinos con el grupo guerrillero, planificó su entrega selectiva en varios países y consiguió fondos privados para que un organismo extranjero elaborara unos análisis y una las conclusiones, para darles credibilidad y con eso justificar el bombardeo en Angostura.
Y lo más lamentable (¿por qué no perverso y criminal?) fue que de eso se hicieron libros, análisis, programas, ediciones especiales y hasta juicios en Ecuador, con la colaboración de periodistas “reconocidos”, juristas “doctos”, analistas “imparciales” y políticos “patriotas”. Cada uno, a su modo, levantó una teoría y una doctrina en función del libreto escrito por Uribe y también por la embajada de EE.UU. en Bogotá, tal como lo prueban los últimos WikiLeaks revelados en Colombia.
Bastaría leer el punto 40 de la sentencia de la Sala de Casación para sacar conclusiones propias: “los que se han llamado ‘correos electrónicos’ de ‘RAÚL REYES’ en realidad se desconoce si lo fueron, pues no se hallaron en un navegador o red de transmisión de datos, sino en formato de Word, en archivos estáticos que no ligan un origen con un destino, remotos. Quienes recogieron esos documentos, los copiaron y clasificaron, no informan haber ingresado al correo electrónico presuntamente utilizado por ‘RAÚL REYES’, ni a ningún otro, por lo mismo tampoco visualizaron carpetas de entrada y salida con mensajes recibidos y remitidos. Lo que dijeron es haber hallado documentos de Word, que técnicamente no son correos electrónicos. Se desconoce si esos documentos viajaron en la red. Eso es todo lo que hay”.
Todo eso sin descontar que los magistrados señalan que esos supuestos correos fueron hallados en Ecuador, país “con el que tiene dos acuerdos vigentes que establecen las reglas -que no se cumplieron- para el intercambio de pruebas judiciales”. El uno es el firmado en 1999 y otro la Convención Interamericana sobre Asistencia Mutua en Materia Penal, aprobada en 2001. En los dos están claros los mecanismos obligatorios de trabajo conjunto entre las autoridades judiciales de Ecuador y Colombia.
A la larga todo se aclara con el trabajo de jueces y no de acólitos: según un intercambio entre la embajada de EE.UU. y el gobierno de Uribe, en mayo de 2008, el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, como el viceministro Sergio Jaramillo habían confirmado que se planeaba “utilizar el material incautado para probar conexiones de los presidentes de Venezuela y Ecuador con las FARC”.
Y además con esos elementos, selectivamente, entregarían información a periódicos y canales de televisión de Estados Unidos, España, Colombia y otros países de América Latina, incluido Ecuador. El tema a posicionar era: las FARC y su nexos con los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa.
¿De qué modo recibieron algunos medios ecuatorianos esa información? ¿Fue con base en esos “aportes” que se escribieron unos libros que merecieron el aplauso de comentaristas y analistas locales? ¿Ahora nos podrán transparentar de dónde salió toda esa información que sirvió para armar teorías y suspicaces verdades mediáticas?
Incluso, según los WikiLeaks, el plan incluía que la Interpol verificara la integridad de las computadoras, entregar el material a una organización independiente sin visos de cercanía con los gobiernos de Colombia ni de EE.UU. Jaramillo viajaba a diario a mostrar la información a México, Brasil, Chile, Inglaterra, Francia, entre otros países.
Como irónicamente lo ha dicho el canciller venezolano, Nicolás Maduro, la computadora de Raúl Reyes resultó ser la maleta del gato Félix: cualquier cosa podía aparecer. Por lo mismo nacen otras dudas: ¿Cuál fue el verdadero propósito de EE.UU. y de Uribe para vincular perversamente a los gobiernos de Correa y Chávez con las FARC? ¿Con ello quería distraer la atención sobre las denuncias que en Bogotá se hacía de la ‘parapolítica’ y el asedio a los potenciales rivales de Uribe en unas elecciones donde él sería candidato, como la legisladora Piedad Córdova? ¿Pudo más su obediente militancia con los intereses de Washington que la realidad y demandas de su propio país, bajo el manto de la lucha contra el terrorismo?
La garantía de una democrática convivencia entre naciones y ciudadanos es la verdad, no nacida de ninguna subjetividad, sino de los hechos, acciones, políticas y argumentos para el bienestar común. Pero, desde cierta mente gris, se configuró una obra dramática con un solo propósito: acabar con la corriente progresista y revolucionaria del continente utilizando un recurso viejo y manido: el cuco del comunismo y el terrorismo.
El tema no está cerrado y ahora, con responsabilidad, sería bueno que quienes “acolitaron” en esa obra dramática pongan sus mejores neuronas al servicio del esclarecimiento total de lo que de verdad ocultó la acción militar de Angostura y sus objetivos políticos.