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La derecha encanta a los que decían combatirla

Ningún candidato se declara de derecha. ¿La consideran una mala palabra? ¿Definitivamente no hay? ¿Está en algún lugar gestando su recambio o su afirmación? ¿No será que está fraguada en los discursos y mensajes de ciertos medios y analistas y no donde debe expresarse socialmente (en los partidos políticos)?

Guillermo Lasso y Mauricio Rodas son los más visibles de ese lado de la política, pero jamás aceptan esa condición. Basta leer sus postulados y defensas ideológicas, sus afectos y desafectos, pero sobre todo sus programas políticos para saber que estando a la derecha nadie entiende por qué tienen vergüenza de aceptarlo y asumirlo. Tan de derecha son que la mayor expresión de esa tendencia en Ecuador (el PSC y Madera de Guerrero) les han confiado ganar la presidencia para que cumplan su programa (el del PSC). Tan de derecha son que CREO no presenta candidatos a asambleístas por Guayas porque confía en que los designados por Jaime Nebot le hagan mayoría en la futura Asamblea Nacional.

Y tan de derecha es Lucio Gutiérrez que ni él mismo se da cuenta. O por lo menos no entiende cómo su pensamiento lo traiciona y sus más profundas convicciones (construidas en varios cuarteles) afloran en sus discursos sobre la economía, la política y la sociedad (de cultura nunca se le oye nada). Álvaro Noboa es difícil de ubicar en un lugar fuera de la derecha, por lo que no hay mayor discusión, aunque a su electorado le diga lo que quiera, cobijado de un moralismo y un fundamentalismo sostenido por una fortuna cada vez más escuálida y con graves deudas con el Estado.

De ahí que resulte difícil para la derecha posicionar sus figuras políticas. Que Lasso proponga primero a Auki Tituaña arropado en un discurso social y hasta indigenista solo tuvo un utilitarismo electoralista y poco ideológico. Que ahora su binomio sea Juan Carlos Solines es mucho más coherente, aunque no le aporte una suma significativa de votos, mucho más si sobre él pesará la “traición” al grupo que decía liderar (Concertación).

Y por esa misma vía, Mauricio Rodas no tiene con quien afrontar la campaña si sus figuras de derecha (incluida la indígena de Marco Morillo, quien iba a aliarse con Ruptura de los 25) no le dan votos ni tampoco sostienen ni se identifican con lo que él, muy personalmente, desea, añora o idealiza. ¿Qué quiere Rodas? ¿Desde dónde nacen sus “ideales”? ¿Cuánto aporta al debate ideológico del Ecuador? ¿Sus fórmulas extraídas de manuales de autovaloración, superación personal y todo un marketing empresarial le dan un rostro ideológico a la derecha mercantil que está detrás de su candidatura?

Por ahora la derecha, además, revela y decanta a quienes se declaraban socialdemócratas o de centro izquierda. Con un añadido lamentable: esos ex socialdemócratas rezan, hacen cola y hasta ruegan que la derecha de Lasso y Rodas los coloque en algún lugar de las listas de asambleístas.

Si tanto fervor le ponemos al modelo democrático liberal (donde se considera que debe existir una armónica convivencia, a pesar de los problemas de injustica e inequidad creados por la derecha) la presencia de la izquierda, con fuerza y con nuevas propuestas después de la caída del Muro de Berlín, ha revelado a una derecha ecuatoriana carente de iniciativas políticas, agobiada y hasta desesperada por dejar de ganar más de lo que imaginan, sometida al poder financiero y sin ningún rostro social por más bancos del barrio que quieran erigir como modelos de desarrollo.

La derecha ecuatoriana no sale de su crisis crónica y sus ideólogos y piezas de recambio no saben cómo despojarse del pasado oprobioso que los generó y tampoco encuentran un postulado del cual colgarse para justificar su existencia política.

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