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El Telégrafo

Hubo hip hop en la Plaza Colón pero no en el discurso de Lasso

Hubo hip hop en la Plaza Colón pero no en el discurso de Lasso
07 de enero de 2013 - 00:00

Las nubes que se posan sobre Guayaquil llevan ese rubor sombrío de las mejillas de una muñeca, como si fuera un homenaje, un augurio, del inicio de la campaña electoral. Son las 17:10 del viernes 4 de enero y frente a las 250 personas que están en las gradas de la Plaza Colón hay una tarima sobre la que se posa un lienzo de unos 10 x 5 metros, donde está pintada una versión en grafiti del logotipo de CREO.

Normal: la invitación al lugar decía que habría una exposición de arte urbano: grafiti y break dance, manifestaciones de la no siempre visible cultura del hip hop. Alguien del equipo de CREO que estaba a la entrada, explicaba que la Federación Ecuatoriana de Hip Hop había invitado a “Don Guillermo”.

Debajo de la tarima, dos jóvenes (uno de ellos lleva escrito en su camiseta “Federación Ecuatoriana de Hip Hop”) con sus sopletes llenan de grafitis las remeras blancas que los asistentes les llevan para poner, entre otras cosas, sus nombres. De fondo se escucha “Todo el mundo sabe que Guillermo es bacán” con la música de “El borracho se cae” (ritmo presente en una promo del programa “Combate”).

“No puedo ponerles nombres a todos”, les dice con voz de autoridad otro joven que está por ahí. Es, a toda luz, alguien que vive el hip-hop. No se ve mayor que los otros, pero tiene cara de estar al mando.

Junto a él un hombre de unos 50 años carga un letrero con la leyenda “Queremos un país libre, no atados por correas, ni limitados por paredes, ni avasallados como corderos”. Es una antesala poco sutil del discurso que viene.

Las 250 personas se convirtieron en 300 en cuestión de 5 minutos. Parecía que el recinto, para unas 500 personas, se llenaría pronto.

Otras canciones han sido adaptadas para la campaña. “Vota por quién, vota por Lasso”, suena con la música de “Tírate un paso”. Y asoma otra por ahí (“Yo creo en ti, yo creo en Dios”), antes de empezar el espectáculo, en que unos 20 de esos jóvenes que han llegado de la Federación suben al escenario y se dividen en dos bandos que se enfrentan con sus pasos en esta guerra del break dance. llevan algo de la estética del rap de Will Smith.

Y uno a uno van saliendo a hacer sus movimientos, que son muchos, pero entre los que predominan los ‘thomas’ (como los ejercicios de gimnasia olímpica, moviendo todo el cuerpo y sosteniéndose sólo con las manos en el piso) y ‘turtles’ (rotaciones del cuerpo sobre una o las dos manos. Los más duchos son capaces de detenerse y cambiar el sentido del giro).

Ocurre eso en este acto en que el quid pareciera ser un simple desafío entre bandas, un afán de vencer al otro, humillarlo con movimientos mejores, en esa danza constante de la supervivencia. Hay uno que se mete a estorbar a sus contrincantes, sin perder el estilo, sin dejar de hacer break dance.

Otro de ellos, alto y espigado, se mueve con el estilo de John Travolta en Grease. Se llama Moisés Morán. Es un Danny Zucko morocho, que se arregla el pelo con las manos y lleva su andar con parsimonia, como un gallo que se exhibe desafiando al que lo mire. Está en una agrupación llamada “CNK Loco”, y luego del show cuenta que la cultura hip hop lleva en Ecuador unos 50 años, y que alcanzó una etapa de florecimiento y congregación en la desaparecida discoteca Forever.

Luego del enfrentamiento hay una coreografía. Ahí destaca David Aguirre (de una agrupación llamada Radical People), que ya estuvo en la exhibición anterior, pero con gorra. Ahora Aguirre salió con su cabellera suelta, una melena rizada que recuerda al personaje de Blanca en Street Fighter, y baila ahora al calor de esta cultura de actividad corporal llena de movimientos que son fluidos, como la lluvia que empieza a caer en Plaza Colón.

Pero el programa de cultura urbana break termina y llega el momento de entrar en el mitin político. Ya anuncian que Lasso está por llegar. Un sujeto joven, de unos veintitantos, sube a la tarima, a recitar un discurso que rompe el ambiente, se aleja del ánimo que se ha sentido hasta ahora. Suena aprendido. Es acaso una ruptura, propia de los tiempos, del timing, frente a los bailarines, todos llenos de esa actitud que es un deber ser del hip hop, un derroche de seguridad con la que usualmente bailan en el Centro Cívico y barrios cercanos, donde los permisos no se piden a las autoridades, sino a los vecinos.

“Gracias por creer en esto. No olviden que creer es crear”, dice el joven maestro de ceremonias al público. Ya se ven unas 400 personas. Son alrededor de las 18:00. “Estamos hartos de que se metan en nuestras vidas”. Y esas palabras son la base del discurso de Lasso, que ha llegado a tomar posesión del micrófono. Y con él llegan las personas que terminan de llenar los asientos. Vienen de una caravana.

La libertad. Ese es el eje del discurso del presidenciable, que lee un papel en el atril transparente que le han colocado, mientras la lluvia le cae sobre el pelo, desbaratado de recorrido, que le vuela al viento mientras exclama que el gobierno actual se mete demasiado en los asuntos del individuo. La precipitación ha dejado de ser garúa, pero no llega a aguacero.

Como sucedió en el debate presidencial del pasado 12 de diciembre, el ‘fantasma’ del gobierno actual ha estado presente en todo el discurso.

En repetidas ocasiones Lasso menciona a la Senescyt, a la Secom, al SRI. Dice que nadie tiene por qué dictarle a la gente qué es lo que tiene que estudiar en la universidad. Que nadie tiene por qué pasar cadenas “durante tu programa favorito”. En el público, alguien suelta por ahí un “¡Ésa es, Lasso!”.

Pero el clímax de su discurso llega, también a partir del libre albedrío, cuando habla de respetar las voluntades de cada persona, “desde las decisiones más importantes de la vida, hasta la libertad de tomar cerveza los domingos”.
Y los aplausos ahí son generales.

Continuó Lasso, cuando ya todos los asistentes, además de las banderas llevaban puestas las camisetas de franela blanca del movimiento que les entregaron con la llegada de la caravana. Y en algún momento citó el candidato a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, de la que dijo que recomendaba un debate -sin insultos- entre los ocho candidatos.

Y llegando al final, mientras lo observaba su candidato a la vicepresidencia, Juan Carlos Solines, lanzó Lasso su propuesta del día (había prometido una cada 24 horas), la segunda de su campaña (pese a que el viernes era recién la primera jornada del período proselitista): “Fortalecer la autonomía universitaria”, lo que incluye una desregulación de los procesos de admisión. Dijo además el candidato que “sólo los rectores conocen de cerca” el desarrollo de la vida universitaria...

Se habló mucho del 17 de febrero, “el día del cambio”, luego de la segunda vuelta, y sin olvidar la propuesta recurrente de los candidatos de la derecha, de eliminar todos los impuestos que se han creado durante estos 5 años de gobierno, Lasso cerró su discurso, justo cuando ya empezaba a escampar.

Un miembro de la Federación Ecuatoriana de Hip Hop era invitado al escenario. Era el mismo que había dicho que no podían poner el nombre de la gente en todas las prendas. Llevaba precisamente una camiseta en las manos, con la leyenda “Lasso presidente” grafiteada en el torso. Y mientras Lasso se la enfundaba, el invitado opinó que “Ésa es la actitud que necesitamos.

Queremos verdades. Nuestras letras son conciencia. Hace un rato no nos dieron oportunidad de cantar una canción, talvez por tiempo. Espero que la sepa apreciar”, le dijo al candidato, sin abandonar jamás su tono severo.

Luego bajó del escenario, no sin recibir antes unas palmadas del candidato, y caminó hasta perderse en dirección a la calle Rocafuerte, sin responder preguntas, ni decir su nombre. “No doy entrevistas. Soy un personaje anónimo”.

El nombre artístico del personaje anónimo es Rigo MC, que se pronuncia como los emsí o ‘emcee’ o maestros de ceremonia de los que habla Guillermo Cabrera Infante en su descripción de La Habana noctámbula y fiestera de la era pre castrista en “Tres Tristes Tigres”. Pero los MC del hip hop son diferentes: son liristas, de esos que improvisan sus letras mientras se baten a duelo verbal en una práctica conocida como ‘freestyle’.

Quienes no desaparecieron fueron Aguirre y Morán. Defienden al hip hop como una forma de traer un equilibrio a la vida, pues precisa de salud mental y física. “Es una forma de escapar al coraje, a las drogas, te ayuda a desahogarte”, decían poco antes de revelar que ellos (miembros de la Federación Ecuatoriana de Hip Hop) no habían invitado al candidato Lasso al evento, como había dicho el miembro del equipo de CREO a la entrada. Fue al revés. Y sin embargo, poco fue lo que se dijo de hip hop en el discurso.

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