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El carisma y la gestión son la causa de las discrepancias
Augusto Barrera está empapado de la ciudad, se la conoce, se la imagina y coloca muchos de sus puntos de vista con el respaldo de los datos, sacados de la memoria, con absoluta precisión, pero eso no le basta para que en la capital lo reconozcan como un líder nato. Cuando va por lo barrios, dice una concejal cercana, se lo ve como un gerente que da respuestas y soluciones, pero no crea “adhesiones masivas”.
Lo mismo opinan sus detractores, “fuera y dentro” del Municipio. Y sobre esa base Barrera se mueve con cierta habilidad, pero no le interesa la popularidad, aunque no oculta su afán de situarse bien en las encuestas, comenta alguien que estuvo cerca de su gestión y ahora está en el Gobierno.
Lo cierto es que tiene una fuerte formación que ahora revela en sus análisis y miradas. Sus estudios profesionales los realizó en la Facultad de Medicina, de la Universidad Central del Ecuador, tras varios años se dedicó al estudio de las ciencias políticas, teoría social y desarrollo urbano hasta convertirse en docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Quito.
En su trayectoria académica se reconocen títulos como máster en Ciencias Políticas en Iberoamérica hasta recibir la distinción Summa Cum Laude de la Universidad Internacional de Andalucía. Es un experto en Desarrollo Local, integrante del centro Internacional de Formación de la Organización Internacional del Trabajo, del Programa DelNet y del Programa de Formación a Asistencia Técnica, Información y Trabajo en Red, Turín, Italia. A sus títulos se suma una especialización en Ciencias Sociales con mención en Estudios Ecuatorianos.
Entre sus cargos públicos se lo conoce por su breve período al frente de la Secretaría de Diálogo Social, creada por Lucio Gutiérrez, como ex concejal de Quito y nexo político entre el Gobierno y la Asamblea Nacional Constituyente de Montecristi, en el 2008.
Barrera es parte de ese grupo de Alianza PAIS que se separó, hace cerca de una década, de Pachakutik, cuando la organización entró en una crisis orgánica profunda.