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El Telégrafo

Drogas sintéticas hacen más daño que la cocaína

Drogas sintéticas hacen más daño que la cocaína
24 de julio de 2011 - 00:00

Las buscan para agudizar los sentidos, estimular el deseo sexual, escapar de la realidad, bajar de peso y neutralizar los efectos del alcohol. No importa la edad ni la condición económica. Adolescentes, jóvenes y adultos consumen con más frecuencia drogas químicas, entre las que se cuentan ‘Éxtasis’,  ‘X-Legal’, ‘Volador’, ‘Kat’, ‘Chat’,  ‘Sales’ o ‘Spice’. Según los especialistas la mayoría proviene de Estimulantes Tipo Anfetaminas (ETA).

En el país no existe un registro del consumo de estas  sustancias, pero los centros de rehabilitación reciben cada vez a más pacientes con problemas de adicción a drogas compuestas. Las consiguen, como pueden, en farmacias y por Internet.

En el Ecuador hay cerca de 200 centros autorizados por el Consejo Nacional de Sustancias Psicotrópicas y Estupefacientes (Consep) para brindar terapias de rehabilitación. Estos están repartidos en 11 provincias, cada uno con un promedio de 20 personas. Serían 3.680 pacientes con tratamiento para el consumo de drogas no tradicionales que van desde anfetaminas hasta las elaboradas con plantas medicinales.

Fernando Valarezo, médico del Centro de Rehabilitación Monte Paraíso, asegura que parecería un cuento clásico el decir que el consumo de drogas inicia a temprana edad. En efecto, la realidad muestra que niños desde 10 años son inducidos a inhalar cemento de contacto hasta llegar a drogas químicas, en su mayoría anfetaminas, que son  proporcionadas por adultos o redes que rondan escuelas, colegios, universidades y centros de diversión.

Valarezo añade que en su centro hay 22 pacientes que dan testimonio de que “la marihuana, base  y pasta de cocaína ya no son tradicionales y pasaron de moda”, ahora “lo in” está en el consumo de drogas químicas que producen “placeres extremos”, aunque a  largo plazo pueden desencadenar daños irreversibles para la salud física y psicológica.

Así lo asegura Enrique Aguilar, médico del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud. El añade que “los placeres” que proporcionan las drogas son momentáneos, pero los daños a largo plazo jamás desaparecen, “se debe dejar en claro que la drogadicción es una enfermedad que se produce y se genera en el cerebro”.

Las consecuencias a corto, mediano y largo plazo se exteriorizan en la salud física y mental. En la primera el asunto puede ser inmediato. Por ejemplo, “una sola dosis de ‘Éxtasis’ puede desencadenar un derrame cerebral, una muerte súbita o un infarto cardio-respiratorio”, añade Aguilar.

En el aspecto mental, el efecto de la anfetamina va causando cada vez más agitación, alucinaciones, violencia,  deterioro de la memoria, dificultad para concentrarse, cambios en estado de ánimo (desde la depresión al pánico)  y paranoia. Pero los daños no quedan ahí. A nivel del cerebro puede haber también dificultad para conciliar el sueño,  hemorragia cerebral, pérdida del apetito,  daño en las células, somnolencia, reducción de líbido, ‘aceleres’, coma, convulsiones y delirio.

A eso  pueden sumarse contracturas de músculos, hepatitis, cirrosis, estreñimiento, náuseas, vómito, diarrea, úlceras, deshidratación, descontrol de los lacrimales, vista borrosa, cataratas, pérdida de la audición, debilidad de los dientes, goteo nasal, caída del cabello, temblores, pérdida del equilibrio, sudores, entumecimiento. En las mujeres: pérdida de menstruaciones, abortos, bebés con adicciones y, en los hombres, impotencia (deformación de los espermatozoides).

Variedad en el mercado

Las nuevas drogas son el resultado de una fusión de sustancias químicas, que bajo criterios médicos y farmacológicos se  pueden dividir por grupos: narcóticos, tranquilizantes mayores o neurolépticos; y ansiolíticos o tranquilizantes que se utilizan para adormecer y sedar, tratar la depresión, manías, psicosis o ansiedad.

Estos medicamentos representan el 50% de los fármacos consumidos en el mundo. En Ecuador la venta de fármacos, que podrían ser usados como drogas, se realiza únicamente a través de receta médica y la autorización pública del Instituto Izquieta Pérez. Sin embargo, los adictos y hasta los curiosos se ingenian la forma de conseguirlos.

La anfetamina produce un síndrome denominado psicosis anfetamínica (sensación de persecución, agresividad incontrolada, depresión, ideas delirantes, alucinaciones auditivas y visuales, ya que el cerebro no percibe correctamente las señales de los sentidos) parecido a la psicosis cocaínica.

El mercado ya no se limita a las calles o esquinas, ahora la venta se da en Internet y en tiendas especializadas que entregan el producto directamente en los hogares.

En la red la descripción es un eufemismo discreto: las “anfetas” son mencionadas como “alternativas legales” al cannabis (marihuana), ya que  no están sometidas a fiscalización internacional y sus componentes no son ilegales.

Emociones en juego

La drogadicción es una enfermedad de las emociones, afirma Jairo Restrepo, quien usó  22 años cocaína, ingresó a varios centros de rehabilitación sin obtener resultados y autoestableció su tratamiento hasta dejar las drogas. Escribió en cuatro años el libro ‘Dejando Huellas’, el cual plantea la metodología para rehabilitar drogadictos.

A diferencia de lo que suele creerse, asegura Restrepo, las drogas no necesariamente deben ser agradables para los dependientes. Cada persona difícilmente se responde la pregunta: ¿Por qué me drogo? En el caso de Restrepo, la respuesta fue por ser víctima de una familia disfuncional, temor a su padre y violaciones sexuales repetitivas a los once años por parte de su maestra.

La respuesta al para qué se usa varía. Los usos son varios. Por ejemplo: André (22 años) buscaba ‘Éxtasis’ ($ 30) para ir a fiestas de música electrónica. Cristian y cinco amigos más  que compraban ‘Éxtasis’ y ‘Volador’ en sectores como la Amazonas  (Quito), se encerraban por varios días drogados para utilizar videojuegos por días enteros y sentir que eran parte real del juego. Incluso, dicen, podían ver las imágenes tridimensionales.

Carolina, de 30 años,  afirma que  físicamente siente  placer sexual (orgasmo prolongado) “se magnifican los sentidos... una gota de agua en la piel puede sentirse como un océano. El costo en el mercado de las anfetaminas va desde 20 a 30 dólares, dependiendo de la calidad”.

Los testimonios se cuentan por cientos, la mayoría de los jóvenes saben cuál es el efecto inmediato y pueden describir la variopinta gama de placer que las drogas -y sobre todo estas nuevas, “repotenciadas”- les generan.

Desde luego, lo que desconocen son las consecuencias fatales que van devorando, de a poco, semblante, espíritu y cerebro.

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