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El Telégrafo

Djokovic y Nadal ganaron la partida a Joyce de Ginatta

Djokovic y Nadal ganaron la partida a Joyce de Ginatta
14 de septiembre de 2011 - 00:00

El escenario es similar al de la época de matriculación universitaria o, en el mejor de los casos, al  del primer día de clases. La puerta  principal del salón Isabela, del hotel Hilton Colón, en Guayaquil, luce abarrotada de jóvenes que pugnan por una acreditación que les permita ingresar al foro “Agentes de cambio: Construyendo un futuro positivo”, que organiza la Federación Interamericana Empresarial (FIE). “Señorita, por favor, yo me inscribí. Tengo que presentar un reporte del evento en clases, por favor”, ruega una joven, no mayor de 20 años, quien luce sus mejores galas  esta mañana, al igual que otras decenas de adolescentes.    

Por los parlantes se oye la pausada voz de Joyce Higgins de Ginatta, titular de la FIE. Los muchachos que aún no han ingresado entran en desesperación. En el interior de la sala, los asistentes escuchan atentos las palabras de la empresaria guayaquileña, quien en su alocución se presenta como una de las madres de la dolarización, al recordar que desde mediados de los 90 del siglo pasado luchó por la instauración de este sistema monetario, pero que ahora ve “con tristeza” que eso fue en vano. Su decepción se debe  a la “terrible” situación actual en la que  hay “cortes intervenidas” y donde  “no hay oportunidades para los empresarios y pequeños emprendedores”. Es por eso -afirma- que este evento busca “convertir en ciudadanos” a los jóvenes. En esos momentos no explica el sentido de su frase, pero horas más tarde expresará que la intención del  foro es “hacer que las nuevas generaciones reaccionen y no permitan que se limiten las libertades  en el país”.

Son las 09:30 y la primera mesa de debate está próxima a iniciar. En los exteriores del salón la situación se ha calmado con las acreditaciones y los cerca de 1.000 asistentes ya están sentados. Los 800 jóvenes -que conforman el grueso de los participantes- escogen las zonas laterales y sentarse en grupos afines.

El primer panelista es Luxio Ugarte, un vasco que presenta los beneficios de las cooperativas de empresarios. Su arraigado acento y la oscuridad en la sala provoca los primeros bostezos entre los asistentes más jóvenes. Un estudiante  universitario, en el ascensor, confiesa: “¿Si escuchaste a ese tipo? Me estaba durmiendo loco. Tuve que salirme a pegarme un tabaco porque no aguantaba”. Para estas alturas, el salón parece estar inundado de luciérnagas, pero en realidad son las pantallas de los BlackBerry que ayudan a combatir el tedio.

Los “duros” del foro

El típico acento cuencano -ese “cantadito” tan característico- se toma el salón. Es el turno de  Paúl Carrasco, prefecto del Azuay y una de las bajas que tuvo  el oficialismo por la consulta popular, para que tome la posta y relate las experiencias productivas de su provincia. Su alocución arranca comentando que, como nunca antes en la historia, en Ecuador se ha invertido en obra pública  cerca de 10 mil millones de dólares (Ginatta, quien se encuentra conversando a susurros con la vicealcaldesa de Guayaquil, Doménica Tabacchi, se queda mirando al prefecto fijamente por lo que acaba de decir.). Carrasco agrega que se han hecho obras fundamentales para el país, como las vías “que todos sabemos la importancia que tienen”. (La empresaria se queda boquiabierta). Pero el dignatario provincial afirma que, de la misma manera, esta inversión también ha dado paso a una creciente burocracia y a la aplicación de subsidios mal enfocados. (La madre de la dolarización cierra su boca y retoma el diálogo con la vicealcaldesa Tabacchi).

Pero el “cantadito” no llega a la audiencia. La fatiga por las exposiciones es cada vez más notoria entre los universitarios, al punto que más de uno decide abandonar el lugar para ir a comer los bocaditos que se brindan  en el lobby.  

Un viejo conocido de la política es el siguiente en hablar. Es probable que la mayoría de los asistentes no lo recuerde en su cargo de  ministro, pero sí por la imitación que le hacían en un antiguo programa cómico. Y lo sabe, por eso recurre a ese argumento: “Cada vez que la gente me ve, se me acerca y me pregunta lo mismo que me vengo preguntando desde hace más de 20 años: ¿Dónde está la plata?”, dice entre risas Vladimiro Álvarez, en medio del aplauso de los participantes, quienes -durante toda su exposición-  le recordarán en voz alta esa frase al ex secretario de Estado.

Los incesantes ataques de Álvarez al régimen por modificar “sin ningún sentido y constantemente los cuerpos legales del país” no impiden que los muchachos continúen con la muletilla de “¿Dónde está la plata?”. Por lo menos, la broma a la que apeló el panelista  despertó la atención de los asistentes. 

Un vehemente Joffre Campaña intenta explicar el estado de inseguridad jurídica que, según él, reina en el Ecuador.

Su exposición -llena de términos jurídicos- frena el buen ánimo de los asistentes. A esas alturas, los jóvenes prefieren  coquetear entre ellos y ellas, enviarse papelitos de una mesa a otra y regalar sonrisas.

Desde aquel momento la atención se pierde casi totalmente. Ni siquiera los gritos de Luis Fernando Torres llamando “alcaldes temerosos y prefectos entreguistas” a las autoridades seccionales que tienen buenas relaciones con el Ejecutivo,  ni la autocalificación de “terrorista, porque así me llama el Gobierno”, por parte de Auki Tituaña, logran captar las miradas de los estudiantes.

El olor del almuerzo llega a los participantes, a las 14:30, y las energías se recargan. Mientras los asistentes devoran los platos, Daniel Viotto, ex presentador de noticias de CNN, y Nicolás Ardito, ex presidente de Panamá, se encargan de afirmar que en Cuba “hay avances fundamentales en temas sociales, como educación y  salud”, pero que las libertades son un problema que le pasará factura al régimen castrista.

Las exposiciones prosiguen hasta pasadas las 16:30 y la final del US Open, entre Rafael Nadal y Novak Djokovic, motiva  que una gran parte de los universitarios bajen al bar del hotel. Los últimos discursos son de agradecimiento a los auspiciantes -el Cabildo de Guayaquil fue el mayor al haber dado 30 mil dólares- y para reforzar “la defensa de las libertades y el estímulo a la producción”. Para cuando estas palabras son pronunciadas, el salón luce lleno a la espera de  los diplomas que se prometían con los 29 dólares que costaba la admisión al evento.

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