El mayor fracaso de una Cumbre presidencial es no proponer una salida política, urgente, a las demandas más acuciantes de las sociedades y naciones que gobiernan. Y eso pasó en Cartagena, sin lugar a dudas. No se ha modificado un milímetro el tono reverencial, retórico e iluso de sus conclusiones. Lamentable y triste, por donde se vea.

Eso pasa porque algunos países del continente no quieren, de ninguna manera, “pelearse” con EE.UU. De hecho, cuando Barak Obama concede una entrevista al corporativo y empresarial Grupo de Diarios de América (GDA) y “marca la cancha” ya todo estaba dicho: nada con Cuba, no a la legalización de las drogas ni mucho menos otra agenda para la salida de la crisis financiera internacional. Y conste que la mayoría de países del continente hablan de esos temas y demandan una postura continental.

Entonces, cuando la declaración de Juan Manuel Santos, al cierre de la Cumbre de Cartagena (bien etiquetada como la “Cumbre de las guayaberas”), se coloca sobre el lado de un consenso, no cabe ninguna duda que cuando la derecha habla de consensos (como lo hizo con el Consenso de Washington) solo habla de lo que es imposible hacer para no fastidiar la agenda de EE.UU.

Los consensos en política para cambiar la realidad no existen. Alguien debe romper ese “acuerdo” para superar el estancamiento. No podemos seguir hablando del consenso como una salida democrática, porque eso huele a eufemismo puro y a estancamiento prolongado. Hemos pasado décadas hablando desde supuestos consensos que más bien son imposiciones y “agachacabezas” para no mover nada.

Por eso es difícil incluir a Cuba. Solo EE.UU. no tiene relaciones con ese país. Hasta el Vaticano reclama acabar con el bloqueo y Washington insiste en pedirle reformas “democráticas” a Raúl Castro, mientras  en su propio país la democracia adquiere tintes de verticalismo y corporativismo antes que de participación y equidad política. Igual con el tema de las Malvinas.

¿Si la próxima Cumbre en Panamá va a estar marcada por la ausencia de EE.UU., no queda claro que el único aislado hasta ahora es el presidente Obama frente a la arrolladora “mayoría” de “consenso” que aboga por la inclusión de Cuba y la soberanía argentina sobre las Malvinas.

Lo ocurrido con la Cumbre de Cartagena le devuelve la razón al presidente Rafael Correa y sienta de nuevo un precedente: ahí lo que más importa es la foto oficial, una declaración ambigua, salvo porque ahora la nota la puso Shakira para beneplácito de la banalidad absoluta.