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Con una ceremonia celebra Tulipe el día del “sol recto”

Música, danza y una ceremonia a cargo de un yachak (sabio) tsáchila, marcó ayer la celebración del Equinoccio de Invierno, realizada en el complejo arqueológico Tulipe, ubicado en la parroquia   Nanegalito,  dos  horas al norte de Quito.

De acuerdo a las culturas prehispánicas, esta es una de las fechas más importantes en la región andina,  ya que marca  el inicio del calendario agrícola.

Cada 21 de septiembre, al mediodía, en la zona equinoccial, no se proyecta ninguna sombra. Los polos de la Tierra están a igual  distancia del Sol y su luz cae de forma perpendicular, generando el fenómeno del “sol recto” o del “hombre sin sombra”.

Conscientes de ello, el Grupo del Adulto Mayor y algunos moradores de Tulipe   organizaron la fiesta ritual al pie de una de las estructuras arqueológicas.

A las 11:00, una banda de pueblo   inició el desfile. Entre los visitantes se encontró una familia de  nativos tsáchilas, varios danzantes y  un grupo de visitantes nacionales y extranjeros.

La piscina circular (una de las 8 que existen en el sitio arqueológico) fue una de las paradas estratégicas en donde los asistentes   conocieron  más sobre el pueblo Yumbo, el mismo  que habitó  en la zona entre el 800 y 1660 a.C., y utilizó este centro para fines rituales relacionados con la fertilidad.  
Antes del mediodía, el arqueólogo Hólger Jara, uno de los descubridores del sitio, aprovechó para informar a los visitantes sobre   el equinoccio  y jugó con la idea de que el “Inti” (dios Sol) estaba bromeando porque “faltando poco para el mediodía le da por esconderse”. Esto porque, pese al cálido clima,  el cielo se nublaba por momentos.

Por su parte, la gente  estaba curiosa por comprobar aquello del extraño  fenómeno de la sombra.
Sin embargo, el arqueólogo señaló que lo más importante era el carácter que uno  le otorgue a este nuevo  ciclo  y recalcó que  la sabiduría  de  los yumbos    se guiaban por eso.

“El calendario les enseñaba cuándo hay que sembrar la tierra, cuándo hay que cosecharla. Se recibía las enseñanzas de los yachaks, de los sabios. Había ese respeto, esa conciencia”, explicó.

A las 12:00 comenzó la ceremonia. Shuyo, un yachak tsáchila de la comunidad    El Poste (al suroeste de Santo Domingo) se presentó en Tsafiki, su lengua nativa.

De pronto  salió el Sol y la gente comentó que parecía como si “el cielo lo estuviera  escuchando”.
  Shuyo agradeció el momento, pero esta vez lo hizo en español.  Explicó  que si se presentó en su lengua era para mostrarnos que todavía su cultura persiste  y, aunque la lucha es difícil, ellos se mantienen unidos a fin de transmitir su herencia  ancestral a las nuevas generaciones.

“Aquí estamos, en Tulipe, en este valle sagrado, en este equinoccio, a mostrar que todavía somos patrimonio vivo, defensores de nuestro conocimiento y de nuestra cosmovisión”, destacó.
El sonido de un bombo dio la apertura al ritual. Shuyo se inclinó frente al fuego y comenzó a cantar en su lengua, con los ojos cerrados. 

Dos jóvenes tsáchilas lo acompañaban,  con un tambor y un palo de lluvia a cada lado.
   En el suelo, una manta rosada era la base de una serie de elementos: botellas con preparados de hierbas y semillas, un cuenco de barro lleno de maíz y palo santo. Al cabo de unos minutos, el yachak pasó “limpiando” a varias de las personas congregadas. Dijo finalmente que este es como un nuevo año y que la ceremonia servirá para renovar energías y proteger a ellos y a sus familias.

Una vez concluida la ceremonia se dio paso al programa cultural.  El grupo de danza, que también fue parte de la familia de Shuyo, compartió con los asistentes la música y los cantos de su comunidad.

Ocho niños fueron parte de la fiesta   que todos atendieron con emoción  y respeto.
 Ashly Aguavil, de 8 años, fue  una de las integrantes del grupo. “Me gusta danzar porque es parte de mi cultura. Y más  hoy que sé que es un día especial”, dijo mientras mostraba las cintas de su tradicional atuendo.

Luego hubo una presentación de danza  ecuatoriana, a cargo  del grupo “Remembranzas”, en el que se mostraron tradicionales coreografías como  “El Capariche”, que  motivó al público a seguir con las palmas.

Varios moradores de Tulipe -que inicialmente admitieron  desconocer sobre la fecha- manifestaron al final de la celebración  haber aprendido mucho.
“Yo vivo  cerquita y no sabía esto del inicio de un nuevo  ciclo. Ahora estoy más orgulloso de saber cuál es mi tierra, un valle sagrado”, expresó entusiasmado Jorge Tonato, habitante de la zona.

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