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1 café y 2 donas para Oquendo, Hernández, Aguilar y Guzmán
Es difícil desprenderse de los dolores que causa no poder ser transparente: los periodistas no somos empresarios, pero ahora parece que algunos lo fueran defendiendo tantas causas ajenas y tantas ideas succionadas de las revistas y libros empresariales para ganar-ganar y no ser parte de la “contracorriente histórica”.
Jean Cano puso el dedo en la llaga: la mentira de los empresarios que algunos periodistas ocultan desde ciertas redacciones. Con Jean he hablado pocas veces, pero es un periodista y reportero cabal. Él sabe que lo he dicho en persona, pero ahora adquiere mucha más dignidad porque dio la cara al propietario de la revista Vanguardia, lo que no hicieron otros que se fueron de ahí y guardan el dolor de no haber denunciado la realidad financiera de ese medio de prensa que los censuró varias veces.
Y por poner en debate (con ideas, sin ninguna consigna) ahora hay periodistas de los diarios Hoy y El Comercio, así como de radio Visión, que ponen en duda el pensamiento distinto y “acolitan” las ofensas que en las redes sociales lanzan los que no tienen otra tarea que insultar a diario.
Los periodistas que ahora luchan contra el “poder” se olvidan de cuando gobernaba Jamil Mahuad y se hacían “crónicas” sobre su enfermedad y/o se impedían publicaciones sobre supuestos negociados en la implementación del Trolebús de Quito. Ahí, en esas redacciones, se mandaban a la caja de seguridad las investigaciones contra ese poder y no había queja y menos una lucha desenfrenada contra las lógicas empresariales de un gobierno que hundió al Ecuador por salvar a unos pocos banqueros.
Esos mismos periodistas fueron los despedidos por hacer crítica de medios contra un banco y contra un empresario que prefirió ir a Perú a colocar sus inversiones, o cuando Emilio Palacio los censuraba por escribir con mucha “tinta crítica”.
Ahora todos esos periodistas que aluden y claman por transparencia deberían decirles a sus lectores si es cierto que el número de ejemplares que ponen bien chiquito en algún sector del diario corresponde a la realidad. Y ellos mismos deberían decir a sus lectores por qué se van muchos periodistas que no pueden pagar sus créditos hipotecarios, pues el aporte patronal de ciertos diarios brilla por su ausencia en las cuentas del IESS. O deberían informar por qué los sueldos mensuales se han convertido en trimestrales.
Roberto Aguilar y José Hernández han interpretado la invitación a Carlos Andrés Vera a tomar café con donas como un artilugio para ocultar lo que el cineasta, escritor, columnista y productor de campañas electorales de la derecha dijo en las redes sociales (insultos sin miedo y adjetivos sin condumio). Vera insulta, pero si se le invita a tomar café hay un espíritu de cuerpo extraño que se solidariza para socavar viejas cuentas pendientes.
¿Cuántos cafés nos hemos tomado con Hernández y Aguilar en estos últimos años sin caer en la mofa sino pensando y diciéndonos nuestras verdades sin concesión? ¿Cuántos desayunos tuvimos para explicarnos lo que hacíamos como periodistas sin jamás llevar a las páginas ni a las redes sociales nuestras posturas muy personales divergentes?
¿Y cuando se les mandan besitos alguna parte de la masculinidad de todos los “troleros” y twitteros tiembla? ¿Por qué no tiembla su masculinidad cuando Vera insulta como macho? ¿Ahí sí cuenta la virilidad y es valorada como una posición política de relevancia? ¿Cuando ellos mandan besitos a las mujeres no ofenden? ¿Solo se ofenden si reciben besos de sus pares masculinos de la otra acera?
A Carlos Andrés Vera se le invitó a tomar un café para que diga a los ojos lo que escribe en Twitter. Y lo mismo les pido a Ivonne Guzmán y Diego Oquendo cuando agreden sin mirar a los ojos, utilizando sus medios para decir lo que bien pudieron hacer cuando tenían enfrente al supuesto ofensor.
Aguilar y Guzmán fundaron conmigo y Ana Karina López y Galo Khalifé el grupo llamado “La Redacción” para hacer “periodismo sobre periodismo”. No nos considerábamos periodistas puros. Solo periodistas.
A Carlos Andrés Vera se le invitó a tomar un café para que diga a los ojos lo que escribe en Twitter
Nos llenábamos de argumentos para decir lo que pensábamos que ocurría en los medios privados y comerciales (los mismos de ahora, igualitos). Queríamos cambiar el periodismo y los argumentos de ahora no se han perdido. Incluso soñábamos con hacer un periódico de periodistas y no de empresarios que nos pagaran bien para hacer una agenda política más o menos decente. Eran otros tiempos y nunca se nos pasó por la cabeza la defensa atesorada de la libertad de expresión como el valor supremo de la democracia. Dijimos: “Hagamos periodismo de calidad”. Nunca nos propusimos hacer crónicas misóginas y menos secciones de cultura con banalidad y farándula como sinónimo de pensamiento. También, cuando nos volvimos a encontrar en estos últimos años, hablamos de esos editores generales y directores de medios que hacen todo, menos periodismo, porque están más preocupados de ascender al comedor de los accionistas. La moralidad con la que ahora se afronta el periodismo no es la que nos invadía en esas largas tertulias para imaginar un diario hecho como periodistas y solo por periodistas. En esas tertulias imaginamos todo, menos socapar que los empresarios sean la marca del periodismo de nuevo tipo. Y aunque no lo logramos, Hernández se puso su revista y lo hizo como un sano, duro, complejo y tenso ejercicio de periodismo. Aunque no compartíamos muchas de sus ideas, como medio de comunicación tuvo mucho que enseñar y generó debates para el pensamiento del propio periodismo ecuatoriano. Con Aguilar y Guzmán nunca hubo moralismo ni valores conservadores para hacer periodismo. La marca, de mi parte, será un ejercicio profesional de calidad. El periodismo público (al que llegan muchos de los desencantados del privado y comercial en estos días) está en construcción y tiene defectos y retos, pero señala un sentido distinto y respetable. Lo que sí saben Hernández, Guzmán, Aguilar y Oquendo es que ningún proceso es absoluto ni homogéneo: hay tensiones y disputas, tanto en la prensa pública como en la privada. ¿O no?