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En 1912 se creó una junta de embellecimiento para la ciudad

Utopías de modernidad urbana en los albores del siglo XX

Utopías de modernidad urbana en los albores del siglo XX
09 de marzo de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

El ciclo de las utopías modernas empezó en Guayaquil hace algo más de 100 años, cuando se crearon entidades del Cabildo dedicadas a convertir a la atrasada población en una ciudad moderna.

En 1912 se creó la Junta de Embellecimiento, con la idea de fomentar el progreso material en el puerto, y en 1915, la Junta Patriótica del Centenario, con el propósito de celebrar, por todo lo alto, el centenario de la independencia de Guayaquil.

Uno de los eventos de este período de conmemoraciones fue la erección del monumento en homenaje al Guayaquil independiente del 9 de octubre, el cual se emplazó en 1918, luego de una larga discusión sobre las manzanas y los respectivos solares que serían derribados para construir un gran paseo, el que finalmente se ubicó entre las calles Lorenzo de Garaicoa, Pedro Moncayo, Vélez y Víctor Manuel Rendón.

Los inicios del siglo XX fueron, para Guayaquil, años de enorme inventiva urbano-arquitectónica, luego de la conmoción del ‘Incendio Grande’ de 1896. Las élites locales se empeñaron en reconstruir una nueva ciudad que en su aspiración de modernidad rompa con todo atraso material, lo que incluyó el despliegue de una amplia campaña higienista que llegó a su cúspide con la llegada de la Misión Rockefeller, en 1918.


Tras el incendio
de 1896, en la
ciudad hubo una
enorme inventiva urbano-arquitectónica.
En ese contexto, se proyectaron mejoras urbanísticas para la ciudad, como la construcción de un funicular y un túnel en el cerro Santa Ana, un nuevo malecón, dos bulevares, una plaza de la ‘Independencia’ y otra del ‘Trabajo’, un enorme parque municipal con arco del triunfo y estatuas de órdenes clásicos, hasta la posibilidad de una nueva ciudad, la ‘new Guayaquil’, al otro lado del Guayas, en la población de Durán.

Muchos de estos proyectos no se lograron concretar, convirtiéndose en utopías modernas que impresionaron por su monumentalidad, en sintonía con las ideas urbanísticas del París de Haussmann. Urbanistas y proyectistas ecuatorianos y extranjeros soñaron con realidades de futuro que no pudieron ser concretadas, en su tiempo, por razones principalmente económicas. No fueron proyectos descabellados, sino utopías concretas que respondieron a la ideología de una nueva clase dirigente que se abría paso con su distintivo proyecto de modernidad.

A inicios del siglo pasado, Guayaquil experimenta un período de bonanza agroexportadora y, en ese contexto, se afirma la idea de un Guayaquil de progreso económico que avanza inexorablemente al futuro.

Una visión optimista invade las mentes de los líderes locales y el proceso de modernización trae consigo un componente ideológico que, con el paso del tiempo, demostraría su eficacia en la construcción de los imaginarios urbanos: la apelación a una historia monumental en sus relatos fundacionales se convierte, entonces, en una eficaz arma política de las élites socioeconómicas locales que perdura hasta la actualidad.

La idea del ‘Guayaquil independiente’ que emerge por cuenta propia sin la ayuda del centro –lo que en parte es cierto–, se impone junto al viejo imaginario del ‘Guayaquil por la patria’.

Desde hace cien años, la urbe porteña se vanagloria de un liberalismo político
y económico.

La edificación de un espacio similar al Central Park de Nueva York pudo  haber cambiado a Guayaquil
Desde la consolidación de su ‘primera modernidad’, hace aproximadamente cien años, Guayaquil se vanagloria de un liberalismo político y económico que le hace sentirse ‘única’ y ‘diferente’ en el escenario nacional.

Pero la historia también nos demuestra que las élites porteñas de hace cien años, formadas en el espíritu de la Ilustración, ostentaban un alto espíritu patriótico que en estos días ya no es moneda corriente.

Aunque no escapaban de los característicos prejuicios de su clase social, estas élites se preocupaban por la educación popular, atendían la salud pública y diseñaban proyectos urbanísticos orientados a democratizar, a su manera, el uso del espacio público.

Ejemplo de ello es el proyecto del Parque Municipal que debía tener una extensión de más de 80 manzanas, en un espacio de transición entre el barrio industrial y residencial del Astillero, de clase media, y los barrios populares del oeste.

Quién sabe si ese gigantesco espacio verde, al modo de un Central Park neoyorquino, como lugar de encuentro humano y disfrute de la naturaleza, habría cambiado la faz de un Guayaquil actualmente estrangulado por el hormigón y el ‘smog’.

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