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Una revista literaria de interacción

Una revista literaria de interacción
06 de julio de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

Detalle característico de este tipo de sociedades literarias también era la presencia de una sociabilidad burguesa en sus ademanes de ‘buen gusto’ como mecanismo de diferenciación social y la necesidad de intervenir en la esfera pública.

En este último aspecto, la existencia de una revista era trascendental porque suponía la interacción con un público letrado que seguía atentamente los eventos del Ateneo.

La revista Olmedo aparecía mensualmente, bajo el subtítulo de ‘revista de ciencias y letras’, e incluía poemas, discursos y pequeños ensayos en un formato mediano, con un promedio de 14 páginas por número. Dentro de las estrategias para atraer lectores, la revista hacía convocatorias públicas, como el concurso en homenaje a José Joaquín de Olmedo, que se organizó en 1904, con la invitación a elaborar un ensayo sobre ‘Olmedo, gloria nacional como patricio’ y un poema que debía titularse ‘Olmedo, gloria de las letras nacionales’.6 Una vez resuelta la competencia y leído el veredicto, las composiciones debían declamarse, rasgo este último muy importante para entender el tipo de sociabilidad pública que predominaba en estas sociedades literarias: una basada en la oralidad y la gestualidad, esto es, en la exteriorización de un ritual de mostrarse en público, lo que sugiere –en medio de los cambios advertidos en el sentido del gusto y las sensibilidades literarias– la persistencia de una sociabilidad de antiguo régimen que empataría con el perfil del intelectual-literato del siglo XIX: aquel que participaba en la vida de la nación como mentor-guía y portavoz de la conciencia patriótica en la ‘república de las letras’.

Dos hechos confirmarían lo anterior: el primero, cuando José D. Moral, socio del Ateneo, propone la organización de una ‘Escuela de Elocuencia’, iniciativa apoyada por la Junta General. Según Juan J. Quintana, ‘comisionado por la presidencia’ para contestar a Moral, el proyecto de la ‘Escuela de Elocuencia’ es “importantísimo y de gran utilidad para el cultivo y desarrollo de nuestras jóvenes inteligencias”.7 Es decir, el saber literario se condensa en el cultivo de la retórica y la elocuencia.

El mundo de la elocuencia es el horizonte estético del tribuno, del orador de estilo y el declamador de oficio que se enfrentan al auditorio letrado, en el marco de una sociabilidad burguesa de veladas, sabatinas y conciertos.

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