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Los verdaderos ‘autores’ de esas historias sin sus propios actores

Una historia escrita ‘desde abajo’

Varios fueron los barrios en donde sus habitantes contaron sus historias y permitieron reconstruir ese pasado cargado de abandono y desdén de las autoridades.
Varios fueron los barrios en donde sus habitantes contaron sus historias y permitieron reconstruir ese pasado cargado de abandono y desdén de las autoridades.
16 de febrero de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

La construcción de una historia escrita por sus verdaderos protagonistas es consustancial al proceso de afirmación de una nueva ciudadanía que contemple la participación social de los diferentes actores. El proyecto de recuperación de la memoria histórica y social de los barrios y parroquias de Guayaquil fue concebido como una respuesta a la falta de visibilidad de los procesos de organización popular, a pesar de su importancia en la configuración de la urbe actual.

El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social me propuso escribir la historia de 8 parroquias y barrios populares caracterizados por su tradición organizativa. Desde el primer momento supe que mi labor sería la de un facilitador en el proceso de recuperación de la memoria colectiva, más que de un historiador que habla desde el ‘lugar’ del saber. Y es que dicho ‘lugar’ propiamente no existe, pues múltiples -y válidas todas- son las formas de acceder al conocimiento de la realidad social, desde distintos puntos de vista.

Por la razón anterior, los verdaderos ‘autores’ de esas historias son sus propios actores. Si bien en los textos publicados por EL TELÉGRAFO, podemos decir que entre quienes proporcionaron su testimonio no están todos los que son, definitivamente sí son todos los  que están. Y aquello se debió a la incorporación de la metodología de la historia oral, que fue fundamental en el proceso de recolección de la información, desde entrevistas a particulares, así como trabajos con grupos focales y organización de asambleas que facilitaron la participación activa de los ciudadanos y ciudadanas en la reconstrucción de su historia barrial.

Uno a uno aparecieron los testimonios de los actores de cada uno de esos sitios.


Diversos relatos de tomas de tierras, desalojos, procesos de organización y gestión cultural.


Los libros de historia solo hablan de próceres y patricios -todos varones de las élites-.


Todos coincidían en algo esencial: el altivo pasado de organización popular que había antes.
Uno a uno aparecieron los testimonios de los actores en Mapasingue, Prosperina, Bastión Popular, Barrio Cuba, Cristo del Consuelo, Pascuales, Posorja y Tenguel, con relatos diversos de tomas de tierra, desalojos, procesos de organización, asociación y gestión colectiva. A pesar de  las peculiaridades de cada caso, todos coincidían en algo esencial: el altivo pasado de organización popular que les había caracterizado. Por eso, en la actualidad, se ‘extrañaba’ este proceder y frecuentemente los mayores arengaban a los más jóvenes para que se recupere la tradición organizativa.

Examinando las razones que nos ayudarían a entender el virtual abandono de la iniciativa de organización comunitaria, en las últimas 3 décadas, podemos remitirnos, en primer lugar, a la década de mayor postración que vivió Guayaquil, cuando un populismo de talante lumpen ocupó el ‘sillón de Olmedo’.  Fue en la década del 80 cuando la ciudad perdió el ‘norte’ y se inscribió en un proceso de degradación social que aún hoy se manifiesta en el tipo de cultura política que legó: una atravesada por la vulgaridad, al estilo de ciertos mensajes de inspiración sexista y fascistoide que vemos blandir contra una candidata, en estos días de contienda electoral.

A la debacle del 80 se sumó, en el 90, un modelo oligárquico y privatizador que coartó la participación popular y cercenó el acceso al espacio público. El ‘derecho a la ciudad’ fue violentado con políticas represivas que, indudablemente, han menoscabado la autoestima y capacidad de movilización de la sociedad civil, en la ciudad más poblada del Ecuador.

Por eso, la iniciativa de recuperar la memoria histórica y social de los barrios de Guayaquil puede considerarse una reparación justa hacia una historia que tradicionalmente ha sido contada desde una visión oligárquica y sesgada, a favor de los individuos detentadores del poder y en desmedro de los sectores populares -como líderes y organizaciones barriales-, que han sido actores fundamentales en los procesos de cambio social.

Casi todos los libros de la historia porteña nos hablan de próceres y patricios -todos varones y de las élites-, sin reparar en los hombres y las mujeres que con su esfuerzo y sacrificio diarios construyen, desde abajo, este Guayaquil diverso, popular y vital que es parte consustancial de nuestra identidad.

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