Un sitio de tránsito y de gente excluida

Para el sociólogo Flavio Ruata Naula  el parque del Centenario, ubicado en el centro de la ciudad, no solo se ha convertido en un pasaje informal en donde el transeúnte puede observar desde evangelistas hasta prostitutas, sino que es el sitio de encuentro de quienes están jubilados o desempleados.

Añade que los visitantes no son personas que lo utilizan como un sitio de entretenimiento familiar, sino como un espacio en donde impera el jolgorio de la gente excluida como comerciantes informales, prostitutas, artistas de la calle y predicadores de la “pabra de Dios”.

“La regeneración trató de expulsarlos, pero estas personas han vuelto al lugar porque el Municipio cercó el parque, pero jamás pensó en medidas sustitutivas para quienes trabajaban ahí. Esos excluidos buscan otros sitios, pero ahora los vemos ahí otra vez”.

Para el folclorista e investigador histórico Wilman Ordóñez, el parque del Centenario ha perdido parte de su identidad. Él recuerda que hace 30 años era una plaza de convergencia cívica y que hubo representaciones artísticas de altura.

Lo que se observa  ahora, asegura, no tiene ninguna representación folclórica, pero sí está emparentado con una manifestación de una cultura decadente, de margen y subalterna.

“Se trata de una  convergencia de necesidades. Nos percatamos de que las necesidades son similares. La pobreza atrapa a la pobreza. Quienes acuden al sitio tienen que buscar la forma de comer, de ganarse la vida y el parque es su medio de sobrevivencia social”.

“El poder municipal, al cerrar el sitio, lo único que logró fue ponerle una cerca a lo que considera basura. Lo mismo hizo en el barrio de la tolerancia. La burguesía piensa que hay un sujeto basura al que se debe encerrar”, insiste el investigador Wilman Ordóñez.