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“Trabajar con niños de capacidades especiales nos hace más humanos”

“Trabajar con niños de capacidades especiales nos hace más humanos”
10 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Apenas se había graduado de profesora  en el normal Rita Lecumberri y se vinculó con la educación. Una vocación que tenía desde muy pequeña y de la cual hizo un apostolado. Transcurría el año 1962 y ya como bachiller se le presentó una oportunidad de trabajo. Ser la maestra de un niño con capacidades especiales. La misión no era fácil y el desafío se tornaba cuesta arriba.

Su profesor de pediatría, Rodrigo Crespo Toral la recomendó y no podía defraudarlo. Asumió el cargo y se dedicó a trabajar con el niño, quien logró cautivar a  su maestra. Un mes después la decisión estaba tomada. Quería trabajar solo con este tipo de personas, aun con todas las complejidades que esto atañe. Diseñó un plan de trabajo especial  para captar la atención del menor, este contenía juegos e integraba a la familia.

Durante la enseñanza del niño coincidió con Marcia Gilbert. Ella se dedicaba a trabajar en ámbitos programáticos y fue quien la llevó  años después a Fasinarm (Fundación de Asistencia Sicopedagógica para Niños, Adolescentes y Adultos con Retardo Mental), en donde laboró por más de tres década y acumuló esa experiencia que ahora comparte en talleres.

¿Fue complejo iniciar una carrera docente, enseñando a personas con capacidades especiales? 

Se requiere mucha paciencia y perseverancia. Luego de mi primera experiencia como maestra de una persona con estas condiciones me fui a estudiar a la Universidad de San Marcos en Perú, ahí me especialicé como maestra de niños con capacidades especiales. Aunque ahora los conceptos han cambiado y se tienen nuevos estudios, yo jamás dejo de investigar porque a pesar de que ya no me desempeño como maestra trato de ayudar a las nuevas generaciones.

¿Se desempeñó como maestra en escuelas regulares?

Durante cuatro años, luego de mi regreso de Perú, trabajé en una escuela fiscal. Un día me di cuenta de que eso no era lo mío y que prefería trabajar con infantes con problemas. Que deseaba sentirme más útil de lo que ya es un maestro. Entonces Marcia Gilbert creó Fasinarm y me invitó a ser parte de la institución. Por esa época las amistades de ella le traían del exterior libros y formó grupos de estudio para aprovechar al máximo esos textos. Eso me permitió conocer más sobre estos niños y no solo eso, sino quererlos y comprender su conducta.

¿Qué experiencia le dejó estos 38 años de trabajo?

Muchas vivencias, me di cuenta de que cada niño, cada familia es un mundo diferente. Estos pequeños me han dejado conocimientos. Aprendí que con  alegría y amor se pueden lograr diversas cosas que la ciencia aún no ha determinando.
Además me he ganado el cariño de los chicos y de las madres de familia. Un día en el banco una señora me dijo: ‘profesora usted le dio clases a mi hija. Yo soy la mamá molestosa’. Me dio  alegría que me recordara. Con los estudiantes me di cuenta de que tener coraje no tiene sentido porque no soluciona nada.

 ¿Disfrutó mucho en todo esos años?

Compartí grandes alegrías. Lo mejor  que me ocurría era cuando observaba el cambio en los chicos, la transformación en sus familias. El ahínco que le ponían a cada cosa que había que trabajar. Un día necesitábamos ganar un concurso que hizo una pasta dental. Nos reunimos con los padres de familia y trabajamos en fomix algunas ideas.  Ideamos cómo sería  la presentación y cuando nos tocó el turno yo me subí a la tarima, bailé junto a los chicos y con un cepillo de dientes gigante le cepillé los dientes a un conejo. Mientras los directivos de otras escuelas estaban sentados observando la presentación yo brinqué, bailé y me divertí. Al final ganamos el primer premio, unas computadoras que tanta falta nos hacían.El animador del evento dijo que habíamos ganado por el entusiasmo que le puso la  directora. Eso me llenó de alegría porque lo hice pensando en los niños.

¿Tiene cariño especial por algún niño que pasó por sus aulas?

Tuve un estudiante que se llamaba Édison. Un día fue a la evaluación que se realizaba previo al ingreso a Fasinarm. Recuerdo que cuando él entró al aula yo estaba preparando una ensalada junto a los chicos. La hacía con lo que ellos llevaban y me servía mucho porque hacía la clase de vocabulario, de conceptos y de colores, y al final ellos se nutrían muy bien.
Eso al parecer le impresionó mucho a este niño. Lo invitamos a comer, jugó con el resto de pequeños en el rincón de juegos y ese día se dio cuenta de que existen otras formas de aprender.
Al día siguiente este chico que vivía en el suburbio oeste se le escapó de la casa a la mamá y se embarcó en varios buses hasta llegar a la escuela.   

¿Su vocación sigue intacta?

Con el mismo entusiasmo de siempre. Solo que ahora me dedico a dictar conferencias a profesores para que ellos tengan la paciencia y la dedicación que se requiere.

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